Todos los análisis contemporáneos del proceso de crecimiento económico coinciden en señalar:

- Su decisiva y casi exclusiva correlación con el progreso económico y social, y además

 - Las dos poderosas razones que lo hacen posible: la innovación y el marco institucional.

Sobre lo primero no hay dudas: solo desde la riqueza material es posible mejorar las oportunidades y condiciones de vida de la gente.

En cuanto a los fundamentos de la creación de riqueza –no solo ahora sino de toda la historia de la humanidad– las reglas de juego –formales e informales- que determinan el quehacer empresarial y la innata innovación que lo caracteriza, que transforma para mejor -a juicio del mercado- el funcionamiento de la economía, son las condiciones necesaria y suficiente para que pueda tener lugar.

Es por todo ello que los estudios al respecto ponen de manifiesto –sin excepción– que los países mas ricos son los más innovadores y viceversa; con la única excepción de los petroleros.

En las circunstancias descritas es natural que el concepto innovación esté en la boca de todo el mundo como algo necesariamente positivo, incluso de aquellos que hacen todo lo posible por evitarla o restringirla.

Entre los incontables –nunca declarados- enemigos de la innovación cabe señalar dos grupos: cierto pensamiento económico progresista y casi toda la clase política, aunque una mas que otra.

Académicos progresistas de moda como Mazzucato, consideran que el progreso científico es la fuente primordial de la innovación, lo que es doblemente falso: no toda la innovación tecnológica tiene carácter científico ni toda la innovación es necesariamente tecnológica.

Los avances científicos son útiles para soportar ciertas innovaciones pero no explican una inmensidad de avances tecnológicos tan decisivos como: el descubrimiento del fuego, la invención de la rueda, del arado, el textil, la siderurgia,  los molinos, el reloj, la brújula, el papel, la imprenta,  …etc; muchos de los cuales fueron y siguen siendo accidentales.

Entre los incontables –nunca declarados- enemigos de la innovación cabe señalar dos: cierto pensamiento económico progresista y casi toda la clase política

Otra falacia de nuestro tiempo es suponer, sin más, que la innovación es el fiel resultado del gasto en investigación y desarrollo; por lo que aumentando éste se obtiene un incremento equivalente de aquella.

Al respecto conviene comenzar por señalar que los gastos en I+D contabilizan partidas que en muchos casos poco o nada tienen que ver con una verdadera investigación, tanto en las empresas como en la universidades. En estas se consideran gastos de investigación salarios de profesores que nada investigan, solo dan clases, y en las empresas para beneficiarse de ventajas fiscales se contabilizan gastos que poco o nada tienen que ver con la I+D.

Pero además de estas infundadas sobrevaloraciones del gasto en I+D, resulta muy llamativo el consenso doctrinal que da por supuesta una estrecha correlación de este con la innovación, despreciando así la eficiencia económica; es decir la posibilidad real de con seguir más por menos, amén del hecho de que muchos esfuerzos en I+D no sirven para nada. Veamos algunos ejemplos:

 - Los análisis internacionales mas recientes ya ponen de manifiesto -incluso con imperfecciones- que los ranking de países por gastos en I+D no coinciden con los que son más innovadores.

- Las empresas tecnológicas más avanzadas y proclives a la I+D cada vez gastan menos internamente y sin embargo compran cada vez más invenciones externas; cuyos gastos de I+D, por cierto, no suelen formar parte de las estadísticas.

- Mientras que la invención es un hecho individual que puede suceder, o no, como consecuencia deliberada de un esfuerzo investigador, la innovación es un fenómeno social y está necesariamente expuesto al mercado y por tanto a su regulación.

Llegados a este punto, resulta evidente que el factor más decisivo para que la innovación tenga lugar, es decir para que el mercado la valore y la adopte, es el marco institucional -formal e informal– que la facilita o dificulta. Y he aquí, que una buena parte de los amigos –progresistas­– de la I+D dan la espalda a la libertad de mercado mientras amparan y justifican las barreras a la competencia y una fiscalidad desincentivadora de la creatividad empresarial.

Resulta evidente que el factor más decisivo para que la innovación tenga lugar es el marco institucional -formal e informal–

"Una cultura innovadora requiere la interacción del innovador con un entorno humano formado por competidores, clientes, proveedores, administraciones públicas, vecinos y quizás, incluso – ironiza Mokyr en su ensayo La palanca de la riqueza (1990) –, el sacerdote".

En primer lugar es básico contar con un conjunto de innovadores ingeniosos y con recursos que estén dispuestos y sean capaces de enfrentarse a la realidad previa, para mejorarla. En segundo lugar, las instituciones económicas y sociales tienen que estimular a los innovadores mediante una adecuada estructura de incentivos. Por último, la innovación requiere diversidad y tolerancia para vencer las fuerzas que protegen el status quo.

En el caso de España, aunque no haya enemigos confesos de la innovación, son innumerables los obstáculos que se oponen a su desarrollo:

- Según el Banco de España, desde 1950 se han puesto en vigor 442.000 normas; y sólo en 2018 la sombrosa cifra de 11.737. ¿Cuántos países innovadores tendrían que juntarse para llegar a estas cifras?

- Según el Índice europeo de burocracia de 2019, España con 363 horas al año lidera el tiempo dedicado en las pymes a resolver asuntos burocráticos.

 España con 363 horas al año lidera el tiempo dedicado en las pymes a resolver asuntos burocráticos

- Los convenios laborales sectoriales cartelizan -lo que debería estar prohibido- las condiciones de trabajo que crean barreras muchas veces insuperables a los nuevos entrantes en los mercados, lo que evita innovaciones de todo tipo.

- Las políticas de innovación son concebidas y administradas por quienes, sin excepción, carecen por completo de experiencias innovadoras.

- La investigación universitaria, a veces termina generando patentes, pero muy raramente sale al mercado por la ausencia de sintonía con el mundo empresarial.

- En España el fracaso, obviamente más frecuente que el éxito, está socialmente mal visto.

- La financiación de capital riesgo, aunque se ha desarrollado bastante para impulsar el crecimiento de empresas innovadoras medianas, apenas si existe para impulsar seriamente las start-up´s tecnológicas.

- La innovación se beneficia de  la dimensión empresarial mientras que su crecimiento encuentra dificultades -en vez de facilidades– de todo tipo.

- En España es mucho más fácil crear una empresa que cerrarla, debido a obstáculos administrativos de todo tipo.

Aunque ahora toda la atención sobre nuestra economía este exclusivamente puesta en las ayudas europeas, la realidad es que su buena marcha depende mucho y más de la vitalidad de nuestros tejidos productivos y en particular de la innovación empresarial.

Pero, mientras tanto: "Entre todos la mataron y ella sola se murió" reza nuestro refrán, que tristemente sigue vivo cuando hablamos de innovación en España.

*** Jesús Banegas es presidente de Foro de la Sociedad Civil.