Sí. Se han publicado los datos más recientes de productividad de la economía de EEUU y le son muy favorables. A pesar de su horrible gestión de la Covid-19 (solo comparable con la de Bolsonaro en Brasil,  Sophie Wilmès en Bélgica y Pedro Sánchez en España) y a pesar de las revelaciones recientes de Bob Woodward (famoso por haber sido quien co-levantó en prensa el “Asunto Wartergate”) en un libro en el que cuenta que Trump sabía de la peligrosidad del virus desde el 7 de febrero de 2020, Trump aún tiene lo más importante a favor para ganar las elecciones presidenciales norteamericanas: el último dato de productividad por hora trabajada allí, que se publicó la semana pasada (y que será el último que se publique antes de las elecciones del 3 de noviembre) ya le da por ganador.

En esta ocasión nadie sobre el Planeta Tierra necesitaba al periodista norteamericano para saber que “Donald Trump sabía”. Él mismo lo había puesto de manifiesto públicamente una semana antes de lo que Bob Woodward cuenta en su libro, firmando una “proclamación presidencial” en que, textualmente, “suspendía y limitaba la entrada en los EEUU, como inmigrantes o no inmigrantes, a todos los extranjeros que hubieran estado presentes físicamente en la República Popular de China, excluyendo a Hong Kong y Macao, durante los 14 días previos a su entrada o intento de entrada en los EEUU”. 

Es decir, que, si el presidente de EEUU no firmó su proclamación entre los vapores de la siesta, es evidente que el 31 de enero ya sabía que la situación era de extrema gravedad (y, si Trump lo sabía, lo sabían todos los gobiernos de todo el mundo) ¿Qué le llevó después a realizar todo tipo de zalamerías y morisquetas ante la opinión pública con afán de tranquilizarla, como dice ahora?

Y, para no escurrir el bulto, ¿qué llevó al gobierno español (y al canario) a cambiar el rumbo de la gestión impecable que se había realizado en La Gomera y en el Hotel Costa Adeje de Tenerife allá por el 24 de febrero, donde se procedió a los aislamientos correspondientes? Dicho sea de paso, a la consejera de sanidad de Canarias la premiaron con un cese justo un mes después… 

Espero que en las memorias que escriban Donald Trump y Pedro Sánchez (confío en que no sea a la limón) tras sus respectivas retiradas de la política, nos develen los arcanos de semejantes “volte-face” (o virajes).

¿Qué llevó al gobierno español (y al canario) a cambiar el rumbo de la gestión impecable que se había realizado en La Gomera y en el Hotel Costa Adeje de Tenerife allá por el 24 de febrero, donde se procedió a los aislamientos correspondientes?

El caso es que Trump puede salir pimpante de semejantes errores y otros muchos cometidos durante su Presidencia, tanto de los que le hacen compañero poco agradable de correrías como de los que tienen un calado político. Lo curioso es que entre esos errores no está el denostado comportamiento propio y tradicional del “imperialismo yanqui” de invadir o bombardear territorios ajenos ya que, tras algunos incidentes aislados, y si todo sigue igual, su mandato va a terminar siendo uno de los más pacíficos.

Así, y como ejemplo, se cumple hoy justamente un año del bombardeo que la guerrilla hutí del Yemen lanzó sobre la refinería más importante de Arabia Saudí. Dado el carácter impulsivo de Donald Trump todo el mundo pensó en una represalia inminente contra Irán por el apoyo que proporciona a la guerrilla.

Una reacción de ese tipo hubiera llevado los precios del petróleo por encima de 100 dólares y, a poco que se hubiera enquistado el problema y derivado en guerra abierta, probablemente hasta los 160 dólares el barril. Como “the Donald” no reaccionó impulsivamente, la cosa se quedó en una subida transitoria de un 20%, que fue la mayor de la historia (12 dólares, hasta los 72 dólares para el barril de Brent) y ahí se terminó todo.

El que a Donald Trump le hayan propuesto ya para el Premio Nobel de la Paz, solo pone de relieve que éste es un Premio un poco loco. Se lo dieron al presidente americano Teodoro Roosevelt, a pesar de haber atizado la guerra contra España en Cuba, aunque premiándole por su labor de mediación en la guerra entre Rusia y Japón.

O a Obama al inicio de su primer ejercicio, sin haber acreditado, por tanto, nada bueno ni malo, y sin más méritos que el de haber alcanzado la Presidencia y haber sido el presidente más elegante y simpático que ha tenido EEUU. Entonces, ¿por qué no habrían de dárselo a Donald Trump que, además de lo dicho, está fraguando la paz (dure lo que dure) entre árabes e israelíes? ¿Por comportamiento grosero? Centrémonos: ¡que esto no es el Nobel de las Buenas Maneras…!

A fecha de hoy, Trump tiene casi todas las papeletas para volver a ganar

Pero, volviendo al hilo de la cuestión: a fecha de hoy, Trump tiene casi todas las papeletas para volver a ganar.

La productividad en EEUU subió en el segundo trimestre de este año un 2,5% comparada con la del segundo trimestre de 2019. Es la variación anual más alta desde el segundo trimestre de 2009, con la economía USA comenzando a salir de la recesión en ambas ocasiones, ahora y entonces. 

Si se la compara con la productividad del trimestre anterior, en vez de anualmente, es un dato tan extraordinario que hay que remontarse a 1971 para obtener uno que lo supere ampliamente. Es más, en los últimos 74 años solo ha habido otros cuatro momentos en que la variación trimestral de la productividad por hora trabajada haya superado al número de este trimestre recién pasado.

El dato de productividad es tan importante que ya León Trotsky en los años 1930 le recordaba a Stalin que la economía de la URSS no podría competir con la de EEUU hasta que la igualara en productividad. Como es bien sabido, Trotsky tenía razón y la URSS nunca pudo alcanzar a los USA.

¿Y que nos dice la relación entre productividad y resultado de las elecciones en EEUU? Pues que parece que cuando la productividad cae tendencialmente desde la toma de posesión de un presidente éste no renueva en el cargo. Tal fue lo sucedido a Jimmy Carter, contra el que se ve que esta “Ley” actuó con total contundencia.

En todos los casos desde 1948, excepto en el de Bill Clinton, la caída tendencial de la productividad ha sido la norma durante los períodos presidenciales. ¿Cuál es la explicación para que, a pesar de eso, todos los demás candidatos y/o sus respectivos partidos renovaran y Carter no?

Pues que el empeoramiento de la productividad no hubiera alcanzado niveles exagerados al final del primer mandato. Por ejemplo, al llegar el momento de su eventual renovación George W. Bush mostraba una productividad anual que había bajado de 3,3% a 2,2%. Es un gran contraste con Jimmy Carter que la había llevado de 2,9% a 0,7% y con visos de que continuaría cayendo, como lo hizo, hasta a -1,5%.

Durante los dos períodos de Bill Clinton la productividad en EEUU no dejó de subir en tendencia

Hay una excepción a la regla: durante los dos períodos de Bill Clinton la productividad en EEUU no dejó de subir en tendencia. Sin embargo, el Partido Demócrata, con otro candidato (Al Gore) perdió las elecciones, entre acusaciones de fraude en Florida y una victoria para Bush hijo en ese estado por solo 537 votos. ¿Se cargaron unos disputados 269 votos la norma que venimos comentando?

Las elecciones en EEUU tendrán lugar el 3 de noviembre y ya no hay tiempo para que se publique ningún nuevo dato de productividad trimestral por lo que, a estos efectos, lo que cuenta es el 2,5% del segundo trimestre ¿Y cómo ha ido la tendencia durante el mandato de Trump?

Juzguen Uds.: del -0,2% al final de la Presidencia de Obama al 2,5% reciente mencionado. Con algo así, está claro que la victoria está en el campo de Trump, salvo que un nuevo acontecimiento desconocido y terrible irrumpa en la actualidad de los dos meses próximos. También podría sucederle al Partido Republicano lo que al Demócrata en el año 2000, aunque en esta ocasión no hay cambio de candidato, lo que debilita un poco el contraargumento.

Pero es la única esperanza de los opositores a Trump: que funcione la excepción. O sea, que se incumpla la norma de que todos los presidentes con productividad regular o buena han ganado un segundo mandato. La probabilidad de que Trump pierda las elecciones es, pues, inferior al 15%. O, barriendo algo en favor de Biden, inferior al 22%.

Así están las cosas. Donald Trump parece el compañero de habitación que nadie querría tener en un Colegio Mayor, pero tiene ese gancho electoral. Tampoco creo que hubiera sido agradable el trato diario con Viriato, César Augusto o Isabel la Católica. Ni siquiera los cristianos más encendidos soportarían la convivencia con San Cirilo de Alejandría (padre fundador de los coptos) al que Amenábar retrató de pasada en una de sus películas. Pero ahí los tenéis: refulgiendo en la historia. Está visto lo que está visto: el espíritu sopla donde quiere.