En las postrimerías del franquismo había un cantautor catalán, Pi de la Serra, que, para evadir la censura, pero no el deseo de descargar la ira contra “el régimen”, tituló una de sus canciones de esta manera: “hijos de buda” (“Fills de Buda”). Solo un público entregado y militante podía reír una broma tan bu(r)da, pero todo formaba parte de la opereta en que se convertía entonces la pelea cultural en cuanto alguien, con mejor o peor calidad artística, trataba de sacar la cabeza por encima de lo manido y autorizado.

Pero las operetas son propias de cualquier etapa y solo con rascar un poco bajo la superficie de lo cotidiano saltan alegres al escenario. Incluso en una situación tan desoladora como la que llevamos viviendo desde hace cuatro meses. Lo hemos visto esta última semana tanto en España como en América, allí entremezcladas con acontecimientos trágicos, como los de la revuelta negra, y tanto allí como aquí, con el telón de fondo de una pandemia aún sin controlar.

A la actual “opereta nacional” seguro que Pi de la Serra la hubiera llamado, con el tipo de humor que le era propio, “golpes de Estuardo”, también para despistar al régimen, y porque los Estuardo vivieron en un perpetuo Juego de Tronos, aunque ahora esos juegos sean las ensoñaciones de alguien que vive en un pasado de guardarropía, en el que los triunfos se miden mediante teatrales efectos de candilejas y las pesadillas, habiéndolas tan reales y cargadas de responsabilidades, se presentan en forma del traje de gala del general Kornílov (Google: intentó un golpe de estado contra Kerensky en agosto de 1917).

En USA la opereta de la semana la han protagonizado a medias entre Twitter y Donald Trump. Twitter poniéndole a los mensajes del Presidente la calificación de “3R” que los obispos españoles (o, más precisamente, la Comisión Episcopal de Ortodoxia y Moralidad) otorgaban a las películas susceptibles de atentar contra la moral de los fieles allá en los años de los “hijos de Buda”, y el Presidente modificando la Ley para que paguen por ello.

Resulta altamente risible que Twitter decida ahora censurar los mensajes de uno de sus más cualificados clientes

Resulta altamente risible que quien creó una empresa, Twitter, cuya esencia y atractivo era convertirse en “el mentidero mundial” (o plaza del pueblo digital y global) se ponga ahora virtuosa y decida censurar los mensajes de uno de sus más cualificados clientes tras ¡cuatro años de un uso intenso por éste de esa facilidad que da Twitter para difundir bulos de todo tipo! Si esto ocurriera en España ya habría ingresado en el Celtiberia Show: “Empresa de bulos. Se prohíbe difundirlos sin permiso de la autoridad competente”.

Una opereta menos graciosa es la que Trump ha protagonizado con la OMS que ya en sí misma se ha convertido en un vodevil desde comienzos de año. Sorprende que nadie se haya fijado en la broma, premonitoria de la mala gestión, con que su actual director Teodoro Adhanom Ghebreyesus (sí, sí, el nombre “Tedros” es Teodoro en etíope) se permitió abrir, apenas iniciada la pandemia, una gran reunión de la organización. Después de toser ligeramente exclamó: “no es el coronavirus” (se pudo ver en todos los telediarios). La asamblea que presidía le rió tontamente la gracia: si se ríe un alto cargo, ¡a reír todo el mundo!

Desde ese detalle de mal gusto en adelante la actuación de la OMS ha sido un desastre sin paliativos, aunque Trump utilice esas buenas razones como cortina de humo para ocultar que él dejó que el virus se colara, también en Norteamérica, hasta la cocina.

Menos mal que, operetas de políticos y burócratas aparte, se va formando la “V” de la recuperación económica en el país que más importa a efectos de cómo evolucionará la economía global próximamente: los EEUU. Y aunque la evaluación provisional que hacían los gerentes de compras para el mes de mayo no era espectacular (pues el PMI [índice de los gestores de compras] compuesto provisional solo recuperó hasta 36,4 desde el nivel de 27 en que se había situado en abril) y habrá que esperar a ver si en junio se consolida el cambio de tendencia con más brío, hay otro indicador, que suele ser atrasado pero que insinúa la buena tendencia de la recuperación económica.

Se trata de las peticiones nuevas de subsidio de desempleo, que se han reducido a poco más de dos millones (llegaron a ser de casi siete millones en la peor semana) y, sobre todo, las peticiones de seguro de desempleo que se mantienen de forma continuada ya que éstas se redujeron según los últimos datos publicados, en casi cuatro millones: han pasado de los 24.912.000 a 21.052.000.

Es decir, en la última semana para la que se tienen esta clase de datos, el número de personas que seguían registradas cobrando el seguro de desempleo se había reducido en EEUU un 15,49%. Y no porque los parados hayan empezado a quedarse sin cobertura, pues la mayor parte de los estados cubren 26 semanas de desempleo.

Simultáneamente, el Índice de confianza de los consumidores, también en EEUU, ha detenido su caída el mes pasado y el anterior, y la ha detenido bastante por encima del nivel en que solía hacerlo en las recesiones de los últimos sesenta años: para una recesión de la gravedad de ésta, lo suyo sería esperar que hubiese llegado hasta 10 ó 20, y se ha parado en 85,7 (para hacerse una idea, en la recesión de 2008-2009 bajó a 25).

Todo esto no quiere decir que esté garantizada la recuperación en forma de “V” pues los datos de los próximos meses podrían empeorar en lugar de ir a mejor

Todo esto no quiere decir que esté garantizada la recuperación en forma de “V” pues los datos de los próximos meses podrían empeorar en lugar de ir a mejor, pero sí que hay un argumento básico que apoya la tesis de que seguirán mejorando: en el caso de los PMIs y del empleo el hundimiento fue tan drástico que, con que solo se produzca una apertura progresiva de los negocios, la mejoría seguirá en marcha. No está tan claro el asunto con el Índice de Confianza de los Consumidores ya que, aunque por dos meses se ha contenido la caída en el nivel señalado, sería casi milagroso que no tuviera nuevos retrocesos, pues significaría que está teniendo su mejor comportamiento de entre todas las ocho recesiones habidas en los últimos 50 años. Lo que resulta ciertamente asombroso, habida cuenta de la gravedad de la actual.

Bien es verdad que el envío por parte de la Administración norteamericana de un cheque a todas las familias puede haber contribuido a mitigar el pesimismo propio de la pérdida del empleo. Además, hay algo curioso que, aun siendo puramente anecdótico y hasta folclórico, distingue al consumidor americano de todos los demás que circulan por el planeta: buena parte de ellos ¡ha invertido en Bolsa ese dinero extra recibido!

Por si lo dicho fuera poco, la caída del volumen de comercio global está siendo menor de lo que cabía esperar.

La prontitud y fuerza de la recuperación económica va a depender en España, como en el resto del mundo, de que los gobiernos no se pasen de rosca con la duración de las medidas de confinamiento, una tentación que resulta humanamente comprensible: que quien no reaccionó a tiempo, quiera mostrar su esmero a destiempo. En esto la guía debe seguir siendo China: el desconfinamiento gradual lo remataron allí con la libertad total para moverse por el país en el pasado puente de mayo. La analogía con nuestro calendario debe llevar a que la libertad para moverse por España sin restricciones de carácter general esté autorizada para el día 15 o 20 de junio como muy tarde. Todo lo que no sea eso, perjudicará a la economía española más de la cuenta.

Es muy chocante contemplar las expresiones de asombro ante la hazaña de que en Wuhan se le haga el test de detección del coronavirus a sus once millones de habitantes

La experiencia del pasado debería haber convencido a los gobiernos de que hay que imitar a China en lo bueno, tras imitarla en lo malo procrastinando con el problema. Por ejemplo, es muy chocante contemplar las expresiones de asombro ante la hazaña de que en Wuhan se le haga el test de detección del coronavirus a sus once millones de habitantes en 10 días y a la vez escuchar los sarcasmos e, incluso, amenazas de sanción al Ayuntamiento de Torrejón de Ardoz por hacérselo a toda su población. ¿No ha bastado la experiencia de tanto bandazo durante la epidemia? ¿No sería mejor hacer lo que hagan en China, donde, salvando los aspectos desagradables de un régimen autoritario, parecen estar obrando con bastante acierto desde que decidieron coger el toro por los cuernos?

Tiempos complicados estos de los “golpes de Estuardo”. A diferencia de quienes se arrebatan con una imaginaria vuelta al pasado, en medio de las seguridades y comodidades del presente, yo sugiero la huida morigerada de la realidad (solo para los ratos libres) que proponía Pedro Salinas: “para vivir no quiero/ islas, palacios ni torres/ ¡qué alegría más alta/ vivir en los pronombres!”.