Desde el 'Gran Salto Adelante' de Mao Tse Tung -o Mao Zedong, como se le conocería más tarde- no se había llevado a cabo ningún experimento de ingeniería económica, política y social de las dimensiones del actual. Y todo coincidiendo, entonces y ahora, con una epidemia iniciada en China: entonces, la gripe asiática (H2N2), que llegó a Europa en 1957-1958. Durante aquella epidemia, en España enfermaron cuatro millones de personas y murieron unas 10.000.

El virus que provocó la pandemia en aquel momento era una recombinación de virus de las gripes humana y aviar, tal vez vehiculizada por los cerdos. Ahora prevalece la “tesis del pangolín”, pero no hay que olvidar una llamativa coincidencia: durante el último año y medio la cabaña de cerdos de China ha quedado reducida a la mitad por la llamada fiebre porcina africana. Jugando a hacer de virólogos, no se sabe si esto debiera dar lugar a una inquietud adicional sobre el pasado inmediato o a un indicio de que podría ser mucho peor en el futuro.

El caso es que la aparición del Covid-19 ha puesto en marcha en China un experimento de los que, si salen mal -como salió el del 'Gran Salto Adelante'- pueden terminar provocando no solo la caída de un Gobierno sino la de todo un Régimen. En el caso de Mao y, aunque con un retraso de 10 y 20 años, ese 'medio cambio' de régimen se terminó produciendo.

Diez años después, Mao Tse Tung tuvo que lanzar a la desesperada y para defenderse de quienes le pedían cuentas por aquel fracaso la “Revolución Cultural”, que ahondó de nuevo los problemas económicos de China. Y 20 años después, ya muerto Mao, el inicio del proceso que se llamó “un país, dos sistemas” que convirtió a China en la segunda potencia mundial que es ahora, donde se combina el capitalismo salvaje con un régimen totalitario.

En 1958 a nadie entre los gobiernos de Occidente se le ocurrió que hubiera que imitar a China como ha sucedido ahora, cuando la decisión de detener su economía durante el mes de febrero la ha imitado casi todo el globo. De ahí que la economía mundial se esté resintiendo ya de dos meses acumulados de parálisis. En febrero, porque se rompió la cadena de suministros, al estar la industria china congelada. En marzo, porque ya se ha solapado el que China aún no hubiera rearrancado con fuerza su economía con el que los países europeos hayan empezado a detener las suyas.

En 1958 a nadie entre los gobiernos de Occidente se le ocurrió que hubiera que imitar a China como ha sucedido ahora

Por eso los datos de desempleo que se han publicado la semana pasada han sido tan estruendosos. Los titulares de los medios de comunicación ardían con los millones de parados que se iban acumulando en todos los países, lo que explica la enorme depresión que se ha apoderado de cuerpos y almas. Aunque sorprende la sorpresa, si se detiene la economía de un país, lo normal es que todas las cifras económicas que se publiquen sean, no malas, sino malísimas.

Por eso hay que recordar que no hay que desorientarse prestándole demasiada atención a los datos que se publiquen durante los dos próximos meses ya que corresponden o bien a momentos en los que la crisis no había alcanzado la gravedad actual o a la repetición en diferentes versiones de la calamidad económica que nos aflige. Es decir, son todas magnitudes superfluas por repetitivas.

Obviamente eso es un consejo para intentar orientarse entre el caos, algo que necesariamente tienen que hacer gobiernos, empresas y trabajadores mientras, simultáneamente, luchan por la supervivencia económica e, incluso, física. Y en el caso de los gobiernos, política.

De cara a la orientación futura, por su carácter anticipatorio, conviene estar pendiente de la publicación de los PMI (índice de gestores de compra de empresas manufactureras) donde empresarios y directivos expresan mensualmente su opinión sobre la marcha del negocio. Digamos que es el farolillo orientador. Y los últimos publicados esta semana pasada son, como no podía esperarse otra cosa, muy malos.

Destacan, por lo negativo, el PMI de servicios de Italia (se sitúa en 17,4, cuando por debajo de 50 ya se considera que el negocio empeora o es recesivo respecto al mes anterior) y el de España (que baja a 23). Ambos estaban situados por encima de 50 en el mes de febrero. Algo parecido, aunque no tan estruendoso, ha sucedido en el sector de servicios de otras economías.

No hay que desorientarse prestándole demasiada atención a los datos que se publiquen durante los dos próximos meses

Lo que puede proporcionar un hálito de esperanza es que, de momento, eso es coherente con el PMI de servicios chino del mes anterior, aunque no bajó a esos niveles (se quedó en 26,5). Es decir, aunque la equivalencia de los meses de febrero y marzo no puede ser precisa -porque las fechas de inicio de la paralización de la actividad no coinciden exactamente a la misma altura de mes en cada uno de los tres casos- parece como si la reacción pesimista de los empresarios y directivos chinos en febrero hubiera sido, a grandes rasgos, muy parecida a la de los italianos primero y españoles después.

En España e Italia agudizada, probablemente, por la expectativa de una Semana Santa que ya se veía perdida a todos los efectos, y en el caso de China aminorada por el hecho de que allí sí que habían podido aprovechar parcialmente sus vacaciones del Festival de Primavera, celebrado a finales de enero.

En el terreno de las manufacturas, la cosa ha sucedido al revés. En China, el pesimismo de febrero (35,7 o 40,3, según que se elija, respectivamente, la gran o la mediana industria) fue superior al de marzo en España (45,7) e Italia (40,3). Puede que, por razones muy parecidas, pero inversas, a las esgrimidas para el sector servicios.

Por suerte, los PMI de China en marzo han experimentado una recuperación en 'V'. Visto lo sucedido en el mes de febrero parecía claro a los ojos de los empresarios que la situación solo podía mejorar. Tendrá que repetirse la mejora durante varios meses más para que se pueda dar por consolidado el cambio de tendencia. En Europa, esa recuperación en 'V' debería tener lugar a caballo entre abril y mayo. Y consolidarse después.

China y su Gobierno siguen marcando el camino. Lástima que el nuestro, como casi todos los demás gobiernos, los haya seguido en lo malo -no querer reconocer desde el principio la gravedad de la epidemia- y no le haya seguido con prontitud en lo bueno: el cierre de la economía. Probablemente sería buena idea que le sigan en la aplicación de medidas económicas.

China y su Gobierno siguen marcando el camino; lástima que el nuestro los haya seguido en lo malo

Es más, no sé si ya hay un equipo preparado al efecto. Si no, igual sería aconsejable que se sustituyeran de forma inmediata los ministerios que todos sabemos que son un reparto de canonjías caprichosas, y nada más que eso, por un buen equipo de personas encargadas exclusivamente de tomar nota de todo lo que estén haciendo Singapur, China, Corea del Sur, Taiwán y Japón, y otros, para mitigar esta crisis. Y para salir de ella. Con el BCE cubriéndonos las espaldas.

Y es que no hay nada como copiar lo que funciona.

Hace tres meses comentábamos aquí que el mundo vivía un “ascenso de la lucha de clases” que se manifestaba en un conflicto civil de baja intensidad no declarado -transclase y transpaís- entre quienes querían declarar la “emergencia climática” y quienes clamaban por precios de la energía más baratos. Todo eso suena ya casi tan lejano como la Guerra de las Galias. Ahora los gobiernos están todos acongojados por la tarea que tienen encomendada: parar la epidemia y rearrancar las economías. Pero lo hacen en un clima de paz social que no volverán a conocer.

No tardará en empezar el carrusel de gobiernos en apuros y derribados por los acontecimientos. Todos sin excepción están escuchando, con suavidad por ahora, la primera parte, la de la queja y la resignación, de un conocido episodio de 'El Mercader de Venecia', cuando Shylock se lamenta: “Si nos pincháis, ¿no sangramos?”. Pero no tardarán en vivir lo expresado tres frases después: “Y si nos hacéis daño, ¿creéis que no nos vengaremos?”.

Prepárense para lo que viene. Una recuperación en V, como el PMI chino de marzo, pero con el camino sembrado de desperfectos de todo tipo. Traerá consecuencias.