Amanecer sobre un campo de amapolas.

Amanecer sobre un campo de amapolas. Pixabay

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La inversión verde se viste de rojo pese al impulso de la administración en Europa

El objetivo es alcanzar una economía global más sostenible, pero la maquinaria de la recuperación todavía funciona con petróleo.

19 febrero, 2022 04:38

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Como en tantas circunstancias de la vida, a la hora de invertir también importan los colores. Y, aunque desde las administraciones de casi todo el mundo -y más especialmente de Europa- se insiste en la importancia del verde, en las pantallas domina el rojo. Una suerte de daltonismo que tiene que ver más con la sensibilidad del bolsillo que de la vista.

La mirada de las instituciones europeas está puesta en el muy largo plazo. Concretamente, en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) cuyo horizonte se extiende hasta el año 2030. Mientras tanto, la de los partícipes del mercado parece no llegar tan lejos en el calendario. Más bien se queda en los años más inmediatos en los que los países deberán esforzarse por consolidar su recuperación económica pospandémica.

Aunque los planes para una economía más verde y descarbonizada están dotados de amplias sumas de capital en todas las principales potencias del mundo, y más especialmente en Europa, lo cierto es que las máquinas que construirán este cambio hoy por hoy funcionan con combustibles fósiles. Y los inversores, aunque diseñen sus carteras para el largo plazo, también buscan el verde en sus pantallas de cotización cada día.

Las fábricas funcionan a toda máquina para recuperar el tiempo perdido durante los cierres impuestos por la pandemia

Uno de los ejemplos más claros de este daltonismo se aprecia en la evolución reciente de esos combustibles fósiles de los que países y corporaciones -incluidas petroleras y gasistas- buscan depender cada vez menos. A pesar del impulso concedido a las renovables en los últimos años, la reconstrucción económica ha disparado la demanda de petróleo y gas natural, de manera que cualquier estancamiento en su oferta se ha traducido en fuertes subidas de precios para ambas materias primas.

Actualmente, el barril de petróleo Brent -el de referencia en la Europa de las energías limpias- ha alcanzado máximos de los últimos ocho años por encima de los 96 dólares. En lo que va de año, el encarecimiento es del 23%, mientras que si se analiza su comportamiento a un año vista el salto es de nada menos que el 50%.

Con semejante remontada, no es de extrañar que el índice Stoxx Europe 600 Oil & Gas, que agrupa a las principales cotizadas de energías ‘sucias’ en el Viejo Continente, acumule un ascenso superior al 9% en los 49 días que van de este 2022. Un comportamiento que nada tiene que ver con el de las energías ‘limpias’ que Bruselas quiere impulsar deforma exponencial.

La comparativa es más que evidente si se toma como referencia el European Renewable Energy Index (Erix), uno de los índices más reconocidos en el seguimiento de la evolución en bolsa de las cotizadas de energías renovables. En este caso, la trayectoria desde que empezó el año deja una variación del 14%. Pero a la baja. Un golpe que duplica -y más- el retroceso que a estas alturas acumula el indicador paneuropeo EuroStoxx 50.

Este avance entre números rojos del sector más verde del mercado también se aprecia en la bolsa española. Mientras que Repsol ha conseguido avances de casi el 10% desde que empezó el año al calor del encarecimiento de su materia prima principal, la fabricante de aerogeneradores Siemens Gamesa acumula descensos superiores al 22% en el mismo periodo. Una brecha de más de 300 puntos básicos.

Ni siquiera los rumores que apuntan a la posibilidad de una opa de exclusión por parte de Siemens Energy, la matriz de la renovable, han logrado generar más entusiasmo en el mercado que una demanda de petróleo a la cual los países productores no están siendo capaces de llegar. Así lo demuestran los datos de varios países miembros de la OPEP+, que mes tras mes se quedan por debajo de los objetivos de bombeo de pozos que les señala el cártel internacional.

Que una compañía actúe conforme a los mejores estándares de gobernanza se presenta cada vez más como garantía

Sin embargo, no se trata de un problema de falta de previsiones de crecimiento para la fabricante de turbinas. Conviene recordar que el Gobierno de España aprobó en la recta final del año pasado el esperado PERTE del sector energético. Un plan dotado con 6.900 millones de euros para el desarrollo de las renovables, el hidrógeno verde y el almacenamiento de energía en el país.

El objetivo de la administración con esta hoja de ruta no es otro que movilizar inversiones por 16.300 millones de euros. Para poner la cifra en contexto, es casi tanto como lo que actualmente vale Repsol en bolsa. Una partida que, entre otras infraestructuras, asegura el desarrollo de nuevos parques eólicos con sus correspondientes turbinas. Quizás fabricadas en muchos casos en alguna de las fábricas que Siemens Gamesa mantiene operativas en España.

La cuestión es que, aunque Bruselas ha corrido para transferir a los países las primeras partidas de los fondos de reconstrucción Next Generation una vez superadas todas las muchas trabas de su enorme aparato burocrático y de controles, los países no están corriendo tanto en licitar y ejecutar los montantes recibidos. Un ralentí que, según algunos expertos, ya amenaza con comprometer los objetivos de crecimiento verde en la reconstrucción de la economía europea.

Estos malos augurios solo serían eso si no hubiera ocurrido que otras veces los fondos procedentes de Bruselas se han quedado en un apunte contable que nunca llegó a ejecutarse por falta de habilidad para licitar proyectos que realmente creasen valor. Y eso es precisamente lo que busca cualquier ahorrador que acude con su dinero en busca de acciones o fondos en los que invertir su capital.

Más, si cabe, si se trata de un inversor profesional que cuenta con una cartera de inversión mucho más holgada que el jubilado promedio que acude a su banco para ver dónde puede arañar una rentabilidad extra para su pensión. Aquí puede estar la clave de unas cifras que acaba de sacar a la luz un reciente estudio elaborado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).

Al término del año pasado, la inversión en fondos etiquetados como sostenibles en España alcanzó los 60.800 millones de euros. Un montante atribuible en un 66% a productos comercializados por grupos bancarios nacionales. Los mismos que en los últimos años han colocado estos fondos al frente de sus campañas de promoción y comercialización.

Los minoristas son responsables del aplastante 86,8% de la inversión depositada en fondos sostenibles en España

En cualquier caso, este dato podría perder significación si se tiene en cuenta que la banca sigue contando con una cuota del 74,6% en el mercado nacional de fondos. Así lo señalan los últimos datos aportados por la consultora especializada VDOS, correspondientes al cierre de enero de este año.

Lo que sí es llamativo para analizar con qué amplitud de miras mueven sus carteras las manos fuertes del mercado es que solo un 13,2% del volumen de inversión sostenible identificado por el supervisor se corresponde con productos diseñados para institucionales. Los minoristas son, por tanto, responsables del aplastante 86,8% que resta hasta el total.

La publicación de estos números prácticamente ha coincidido en el tiempo con la llegada de un estudio elaborado por Spainsif, el Foro Español de Inversión Sostenible y Responsable, en el que se pone de manifiesto que “las cuestiones de buen gobierno y transparencia que tienen en cuenta los inversores para seleccionar o excluir a las empresas de sus carteras […] son igual o más relevantes que los ambientales o sociales”.

Dicho de otra manera, el que una compañía actúe conforme a los mejores estándares de gobernanza se presenta cada vez más como garantía de un comportamiento verde en cuanto a rentabilidad. Y cada vez con mayor independencia de que opere en un sector de la economía más verde o marrón en cuanto a ecología.

Por volver sobre el caso de Siemens Gamesa, su dirección ha reconocido en medio de la tormenta bursátil que está cayendo sobre sus acciones que alguno de sus últimos lanzamientos tecnológicos fue prematuro y se revistió de unas expectativas demasiado altas de negocio. En palabras de la propia compañía: “Falta de análisis de riesgo contra beneficio”.

Las máquinas que construirán el cambio hacia una economía verde hoy por hoy funcionan con combustibles fósiles

Sin olvidar que los ODS vienen a ser una extensión y reformulación de los muchas veces fallidos Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), los inversores parecen lanzar un mensaje claro de que su confianza va antes para aquellas compañías que trabajen sin manchas en su expediente que para las que sin perjudicar el medioambiente sean más cuestionables en su día a día.

La búsqueda de los frutos más verdes en las pantallas va, de momento, por caminos ajenos a la ecología más pura ahora que las fábricas, camiones y plantas de producción de energía funcionan a toda máquina para recuperar el tiempo perdido durante los cierres impuestos por la pandemia. El termómetro de sentimiento inversor global que es la Encuesta de Gestores de Bank of America así lo demuestra en su última edición.

El célebre pintor Van Gogh, que empezó su carrera en esto del arte como marchante al servicio de acaudalados inversores, ya lo decía en una carta que dirigió a su hermano Theo en 1888: “He tratado de expresar con el rojo y el verde las terribles pasiones humanas”. En eso siguen las pantallas de cotización bursátil de todo el mundo 134 años después.