Para hacer frente a la pandemia, los gobiernos del mundo tomaron una decisión muy importante. En lugar de hacer como en ocasiones anteriores, en las que se dejó que la naturaleza siguiera su curso con consecuencias terribles para la humanidad, esta vez se confinaría a la población, para reducir así al máximo los fallecimientos y evitar el colapso del sistema sanitario.

La decisión seguramente fue la correcta, pero todo en esta vida tiene un precio.

Se pensó que con la ayuda de los bancos centrales se obtendría dinero gratis con el que pagar el coste de cerrar la economía. Y la idea, evidentemente, ha funcionado a corto plazo, pero no está tan claro que no tenga algún tipo de consecuencia a medio plazo.

La fórmula que tienen los bancos centrales para inundar el sistema de liquidez es comprar bonos, y al comprar tantos bonos los tipos de interés del mercado se desploman. En otras palabras, se genera artificialmente una enorme demanda de bonos. Eso hace que suban los precios de forma exponencial y, como la relación entre los tipos de interés de los bonos y su precio es inversamente proporcional, los tipos se sitúan a niveles cero o negativos. Es el momento que aprovechan los estados para endeudarse a coste cero.

La carambola es perfecta para los estados, puesto que da igual cuánto se hayan endeudado, ya que el paganini será quien tenga que devolver ese dinero dentro de 10, 15 o 20 años. Como los tipos de interés son muy bajos o negativos no hay ningún problema en financiar cualquier nivel de deuda. Digo, el problema será para nuestros hijos y nietos.

Se pensó que con la ayuda de los bancos centrales se obtendría dinero gratis con el que pagar el coste de cerrar la economía

Ahora bien, es posible que nuestros hijos y nietos no vayan a ser los únicos que paguen la factura. Los últimos acontecimientos del mercado de bonos nos dicen que también se van a hacer cargo los inversores, ya sean particulares o institucionales. De hecho, ya están empezando a pagar.

Todo iba muy bien hasta que alguien pensó -yo lo he comentado en varias ocasiones- que con un nivel de masa monetaria nunca visto en la historia, una vez llegue la normalización económica tendría toda su lógica que repuntara la inflación, aunque no fuera mucho.

Masa monetaria significa liquidez en el sistema, sobre todo liquidez en manos del público. Superada la pandemia, ese dinero tendrá que ir algún sitio y normalmente más que al ahorro y la inversión va al consumo, con lo cual la recuperación económica podría traer un cierto repunte de la inflación.

Esto no habría sido un problema si los niveles actuales de los tipos de interés de los bonos fueran normales, pero no es normal que, por ejemplo, un país como España, que nunca ha estado tan endeudada en su historia reciente, esté cobrando por que le presten dinero. Y lo mismo se puede decir de otros países. Son tipos de interés anormales, generados artificialmente por las compras de los bancos centrales.

En otras palabras, si repunta la inflación, los tipos de interés cero o negativos que hay en más de 12 billones de dólares repartidos en bonos a lo largo del mundo no tienen absolutamente ninguna justificación.

La cuestión es: ¿Qué harán las personas o entidades que tienen todo ese dinero en bonos que no pagan cupón alguno si empieza a aumentar la inflación? Pues tratarán de quitárselos de encima como si quemaran. Es lo que están empezando a hacer algunos, de ahí que, pese a que los bancos centrales siguen comprando bonos a mansalva, la balanza se esté desequilibrando a favor de quienes venden. Y por eso están bajando los precios.

Si aumenta la inflación, serán los inversores quienes pagarán la factura del confinamiento en forma de pérdida de valor de sus bonos

La conclusión es muy sencilla. Si finalmente la inflación repunta, se consolidará la tendencia alcista en los tipos de interés del mercado de bonos lo que a su vez generará más ventas, lo que a su vez generará más subidas de tipos y en consecuencia más bajadas en el precio de los bonos. La típica 'bola de nieve' de los mercados.

Y ustedes me dirán: “No hay problema, los bancos centrales comprarán todo lo que quieran vender los inversores”. Y yo les responderé que estamos hablando de una cantidad inmensa de dinero, y que una cosa es justificar la compra de bonos para hacer frente a una pandemia y otra muy distinta comprar billones de dólares en bonos para solucionarle la papeleta a inversores y ahorradores.

Si aumenta la inflación, serán los inversores quienes pagarán la factura del confinamiento en forma de pérdida de valor de sus bonos o de los fondos de renta fija que invierten en esos bonos. Y el importe de la factura dependerá de cuánto aumente la inflación.

Queda la esperanza de que la inflación se quede como está, pero la verdad es que considerando lo poco o nada que dan los bonos y que lo mejor que puede pasar es que se queden como están, parece un riesgo bastante innecesario tenerlos en cartera. Y lo peor es que igual que lo he pensado yo se les estaba ocurriendo a muchos.

***Víctor Alvargonzález es asesor financiero independiente y socio fundador de Nextep Finance