¡107 meses! EEUU entra en el segundo ciclo de crecimiento más largo de su historia

¡107 meses! EEUU entra en el segundo ciclo de crecimiento más largo de su historia

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¡107 meses! EEUU entra en el segundo ciclo de crecimiento más largo de su historia

Estados Unidos dejó atrás la recesión en junio de 2009. Desde entonces, no ha dejado de crecer. Mucho o poco, pero lo ha hecho. Y así, con un mes tras otro expandiéndose, la mayor economía del mundo penetra ya en su segundo ciclo de crecimiento más longevo de la historia reciente.

1 mayo, 2018 04:00

Según los datos de la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, por sus siglas en inglés), que es quien decreta oficialmente cuándo EEUU entra y sale de una recesión y de un ciclo expansivo, EEUU enganchará107 meses seguidos creciendo en mayo. Deja atrás así los 106 meses encadenados entre 1961 y 1969, con lo que el actual ciclo tan sólo tiene por delante los 120 meses consecutivos de crecimiento atravesados entre 1991 y 2001. Según la NBER, desde mediados del siglo XIX no ha habido un ciclo más largo, con lo que el iniciado en julio de 2009 tiene por delante el desafío de derribar superar esos 10 años de crecimiento ininterrumpido. Sin duda, un 'caramelo' de lo más tentador para el presidente de EEUU, Donald Trump.

Pero hay más datos que ilustran la longevidad de este ciclo. Los 33 ciclos expansivos vividos desde 1854 tienen una duración media de 38,7 meses. Contando únicamente los 11 atravesados desde 1945, se alargan hasta los 58,4 meses. Es decir, el actual ciclo los supera con mucho

MARCADO POR LA 'GRAN RECESIÓN'

Es cierto, eso sí, que la fase expansiva iniciada en 2009 tiene sus particularidades. La primera, y primordial, consiste en que está totalmente condicionado por la gravedad de la crisis que lo precedió. La bautizada como `Gran Recesión¿ dejó en EEUU una contracción económica de 18 meses, la mayor desde los 43 meses sufridos durante la `Gran Depresión¿ de los años 30.

La dureza de esa recesión, con una caída del Producto Interior Bruto (PIB) del 2,8% en 2009 y un paro que llegó al 10% en marzo de ese año, ha marcado el ciclo expansivo posterior, largo en el tiempo, pero falto de fuerzas. Desde 2009, el crecimiento se ha situado en el 2,2%, lejos de los ritmos próximos o superiores al 3% vistos entre 2003 y 2006 o del 4% de comienzos del siglo XXI. En cuanto al desempleo, le ha dado tiempo a bajar ya al 4,1%, por debajo incluso de los niveles previos a la crisis.

La pieza que no termina de encajar en el rompecabezas de la recuperación norteamericana es la inflación. Con la mejoria económica y el descenso del paro se hubiera esperado un mayor repunte de los precios. Pero no se ha producido. Aunque la inflación general ya supera el 2%, el gasto de consumo personal subyacente, que es la medida más seguida por la Reserva Federal (Fed), el banco central de EEUU, sigue en torno al 1,5%, por debajo del objetivo pretendido del 2%.

Donde no han faltado fuerzas, más bien todo lo contrario, ha sido en Wall Street, que precedió el punto de giro de la economía norteamericana y comenzó a subir en marzo de 2009, seis meses después de la quiebra de Lehman Brothers, el acontecimiento que otorgó una condición histórica a la crisis. Es más, apenas cuatro años después, en marzo de 2013, el índice Dow Jones ya había pulverizado el máximo histórico marcado en 2007. Es decir, sólo transcurrieron seis años entre un récord y otro. Tras el crac de 1929, al Dow le costó 25 años superar la plusmarca anterior.

Estos comportamientos, el de Wall Street y el de la economía, han contado con un catalizador excepcional: la histórica política monetaria descargada por la Fed, para dejar atrás la crisis. Bajo la presidencia de Ben Bernanke, entre 2007 y 2014, la entidad rebajó los tipos de interés como nunca antes, hasta el 0-0,25%, e infló el balance de la institución hasta un volumen sin precedentes, puesto que engordó de los 0,8 a los 4,5 billones de dólares, mediante tres programas sucesivos de compras de activos en el mercado (QE1, QE2 y QE3). Esta actuación, reforzada por la rápida intervención de las autoridades públicas para acudir al rescate de la banca tras la quiebra de Lehman, sentó las bases de la recuperación.

EL RETO DE LA NORMALIZACIÓN... Y DE TRUMP

Con casi nueve años de crecimiento ininterrumpido a la espalda, y con la sombra de los datos de los ciclos históricos alargándose, las especulaciones en torno a cuándo llegará la siguiente recesión cada vez son más habituales. "Esperamos una recesión en EEUU entre mediados de 2019 y finales de 2020", reconoce Matthieu Grouès, de Lazard Frères Gestion.

El propio comportamiento de la deuda alimenta estos recelos. Primero, por el progresivo aplanamiento de la curva de rentabilidades. Actualmente, el rendimiento del bono estadounidense a 10 años apenas supera en 47 puntos básicos -o 0,47 puntos porcentuales- al del bono a dos años, cuando hace un año superaba los 100 puntos básicos. Es decir, camina hacia una curva invertida, el 'chivato' que ha avisado las siete últimas recesiones que EEUU ha sufrido.

Y en segundo lugar, porque este aplanamiento corre en paralelo a unos rendimientos cada vez más altos como consecuencia de las subidas de los tipos de interés que la Fed viene aplicando desde finales de 2015. La semana pasada, de hecho, la rentabilidad del bono a 10 años rebasó el 3%, algo que no ocurría desde 2014 y que intimida porque anticipa unos mayores crecientes costes de financiación.

La Fed contribuye a esta realidad con sus incrementos de los tipos. Hasta la fecha, ha realizado seis: una en 2015, otra en 2016, tres en 2017 y por ahora una más en 2018, ejercicio en el que, como poco, están previstos otros dos repuntes. Y otros tres más que se esperan para 2019. O lo que es lo mismo, un ciclo más suave que en otras fases expansivas de la economía, pero que llevará ya los tipos oficiales hacia el 3%, un nivel que sí puede afectar a una economía que soporta una pesada deuda. Privada, con los hogares superando un endeudamiento de 13 billones de dólares por primera vez, y pública, con el endeudamiento por encima de los 21 billones de dólares y camino de llegar a una cifra equivalente al 117% del Producto Interior Bruto (PIB) en 2023, según los pronósticos del Fondo Monetario Internacional (FMI). Todo ello, como fruto de un déficit público que, de nuevo según el FMI, no bajará del 5% durante el próximo lustro. 

Contra estas amenazas, el ciclo puede encontrar oxígeno a corto plazo en la reforma fiscal de Trump. El FMI, de hecho, ha elevado sus previsiones de crecimiento para la mayor economía del mundo en 2018 del 2,7% al 2,9%. A medio y largo plazo, eso sí, este estímulo fiscal genera más dudas precisamente por haberse lanzado cuando la economía ya estaba creciendo y por la huella que puede provocar en unas cuentas públicas que son deficitarias.

Incluso podría contribuir a que, de una vez por todas, la inflación despertase, con la consiguiente presión para que la Fed acelerara la subida de los tipos. Como señalan desde PIMCO, la mayoría de las previsiones -incluida la de la Fed- anticipa que la reforma fiscal ayudará que el paro baje del 4%. Desde la gestora recuerdan que la última vez que el desempleo cayó de ese nivel de manera sostenida "fue a mediados de los años 60, y luego vino una significativa aceleración de los salarios y la inflación". Y sentencian: "La principal cuestión, por supuesto, consistirá en saber cómo reaccionaría la Fed a una inflación excesiva".

Pero nada de eso ha parado a Trump. Como nada ha parado a la economía estadounidense desde 2009. Entra ya en el segundo ciclo expansivo más largo de su historia. Y quiere más. El récord de los 120 meses. Como sea.

 

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