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Qué es la inversión de impacto social y por qué puede transformar la economía global

Un informe de la Universidad Pontificia Comillas, que cuenta con el respaldo de MAPFRE, asegura que esta modalidad puede ser una de las grandes herramientas para el desarrollo sostenible, pues combina la rentabilidad económica con objetivos sociales y medioambientales.

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En el mundo de las finanzas existen numerosos tipos de inversión. Se pueden diferenciar por los distintos activos en los que se invierte, el plazo y hasta el nivel de riesgo. Pero en los últimos años, debido a un contexto global marcado por grandes desafíos sociales, económicos y medioambientales, ha cobrado protagonismo la inversión de impacto social.

Esta modalidad combina la rentabilidad económica con la intención de generar un impacto social o ambiental cuantificable. De esta manera, se posiciona como una poderosa herramienta de cambio más allá del sistema financiero, ya que busca activamente generar beneficios sociales concretos: desde la inclusión financiera hasta la protección del medioambiente, pasando por la igualdad de género o el acceso a la educación.

Pese a que no se trata de un sistema nuevo, ha cobrado fuerza especialmente en la última década como respuesta a la necesidad urgente de financiar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Sin embargo, un reciente informe elaborado por la Cátedra de Impacto Social de la Universidad Pontificia Comillas-ICADE, de la que MAPFRE es patrocinadora, advierte que el potencial de este tipo de inversión aún no está plenamente aprovechado.

Flujos de inversión aún insuficientes

El informe de la Cátedra de Impacto Social de la Universidad Pontificia Comillas ha sido elaborado en el marco de la 4ª Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo (4FfD), que se celebrará del 30 de junio al 3 de julio de 2025 en Sevilla y que reúne a líderes mundiales, organizaciones internacionales y representantes de la sociedad civil para coordinar estrategias que financien el desarrollo sostenible.

El documento señala que, aunque los activos gestionados bajo este modelo superaron en 2022 los 1,1 billones de dólares a nivel mundial, la mayoría se concentró en economías desarrolladas, como Estados Unidos, Canadá o Europa Occidental. Solo una pequeña parte llegó a regiones como África subsahariana, donde las necesidades son mayores.

Los flujos de inversión de impacto han crecido de forma sostenida en los últimos años, pero siguen siendo insuficientes para cerrar la brecha de financiación de los ODS entre las distintas partes del mundo. En este sentido, uno de los principales retos del sector es la alta percepción de riesgo por parte de los inversores al operar en contextos de bajos ingresos o alta volatilidad económica.

El informe también señala otros factores que limitan la movilización de capital privado, como son la falta de datos fiables, la escasez de instrumentos financieros adaptados a los mercados locales o la dificultad de acceder a financiación en moneda local.

Además, en los países en desarrollo es frecuente que las pequeñas y medianas empresas queden fuera del radar de los grandes fondos internacionales ya que no pueden absorber grandes volúmenes de inversión. Este fenómeno se conoce como missing middle y representa las oportunidades perdidas para canalizar recursos.

Tres líneas estratégicas para impulsar el cambio

Desde la Cátedra de Impacto Social con la que MAPFRE colabora se propone una hoja de ruta con tres líneas de acción estratégicas para superar las barreras actuales a las que se enfrentan los inversores.

En primer lugar, reducir el riesgo para los inversores a través de instrumentos como garantías o tramos de primeras pérdidas, que aportan mayor seguridad en contextos de alto riesgo.

En segundo lugar, es preciso fortalecer los ecosistemas locales de inversión de impacto, fomentando la inversión en moneda local, el desarrollo de capacidades y la participación de los actores regionales.

Por último, es preciso unificar los estándares de medición y gestión del impacto para mejorar la transparencia y evitar el denominado impactwashing (que simula el impacto sin resultados reales).

Para cumplir con estos objetivos, el paper subraya la importancia de poner en valor enfoques colaborativos e innovadores, desde fondos de fondos que invierten en gestoras locales hasta alianzas entre fondos soberanos, ONGs y entidades filantrópicas. Gracias a su conocimiento del terreno, estas últimas pueden ser un elemento clave para llegar a comunidades desatendidas con soluciones reales y adaptadas a sus necesidades.

Carlos Ballesteros, director de la Cátedra de Impacto Social de la Universidad Pontificia Comillas-ICADE, explica que “estas experiencias demuestran que es posible combinar capital paciente con impacto transformador, y que el éxito de la inversión de impacto no depende solo del volumen de recursos movilizados, sino también de su calidad y alineamiento con las prioridades locales”.

Un recurso decisivo para el futuro global

“La inversión de impacto representa una oportunidad única, pero su crecimiento no solo depende de la voluntad de los inversores, sino también de la capacidad de los gobiernos, instituciones financieras y sociedad civil para crear un entorno propicio, transparente y colaborativo”, concluye Ballesteros.

La 4ª Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, que se celebra durante esta semana en Sevilla, busca “en un momento de máxima convulsión e incertidumbre geopolítica, reivindicar el papel de la inversión de impacto y la colaboración público-privada en el desarrollo sostenible e inclusivo”, añade el director de la Cátedra de Impacto Social.

Pero, advierten desde la Cátedra, para que se traduzcan en avances reales, es necesario un cambio profundo de mentalidad. No basta con atraer el capital, es indispensable diseñar estructuras financieras que respondan a las necesidades reales, fomentar la colaboración entre actores públicos y privados y garantizar que el impacto generado sea tangible y verificable para que la inversión de impacto se convierta en un recurso decisivo para construir un futuro más justo, inclusivo y sostenible.