Imagen de una planta de Airbus en Sevilla.

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El 'milagro' de los panes y los peces del I+D: de sembrar 360 millones a recolectar 44.000

El Plan de I+D para el Sector Aeronáutico lanzado en 1999 puede ser un referente sobre cómo invertir recursos en tiempos de crisis. 

18 junio, 2020 02:15

El 12 de abril de 1959 John F. Kennedy pronunció en Indianapolis uno de sus discursos más rememorados por el mundo de la empresa. El malogrado presidente estadounidense esgrimió durante su intervención una idea que, con el tiempo, ha sido repetida hasta la saciedad por políticos, empresarios y profesores de escuelas de negocios: "Cuando está escrita en chino, la palabra crisis está compuesta por dos caracteres. Uno representa peligro y el otro representa oportunidad".

Pese a que la interpretación de Kennedy del significado de la palabra wei-chi ha sido demostrada como errónea, cada vez que una depresión azota la economía, sus palabras vuelven a utilizarse para destacar las oportunidades que se abren durante periodos de crisis. Y es que, pese al error lingüístico, en momentos de importantes contracciones como la que hoy vivimos han surgido iniciativas que, con el paso de los años, han sido el origen de importantes retornos económicos.

Si algo ha demostrado España durante las últimas décadas es que es un país tan capaz de firmar importantes descalabros económicos como de salir de ellos con fuerzas renovadas. Un ejemplo de esto lo encontramos en la crisis de 1993.

La economía mundial comenzó a sufrir a comienzos de la década de los 90. Primero por la crisis inmobiliaria de Japón y luego por las tensiones creadas por la Guerra del Golfo que afectaron al precio de los combustibles.

Acertar el tiro en medio de una crisis

El gran impacto de esta crisis no llegó a España hasta 1993. La celebración de los Juegos Olímpicos y la Expo en 1992 permitieron a la economía española aplazar el pago de la factura de esta depresión que finalmente se tradujo en una caída del PIB del 1,03% y en un aumento de la tasa del paro hasta el 23,9%.

En medio de este contexto, se lanzó una de iniciativa que hizo buenas las palabras de Kennedy: el primer Plan de I+D para el Sector Aeronáutico. Un proyecto que duró hasta 1998 y tuvo su continuidad en 1999 con la segunda edición que duró hasta 2003. Durante estos años se destinaron 360 millones de euros (120 millones en la primera edición y 240 millones en la segunda) a crear los cimientos sobre los que la industria española construyó su dominio en el la utilización de fibra de carbono. 

Una historia de éxito que permitió que entre 2003 y 2017 se pusieran en marcha nuevos programas que tuvieron como consecuencia un incremento del volumen de negocio para el sector aeronáutico español superior a los 44.000 millones de euros. Entre otras proyectos, la posición de España en esta materia permitió que las plantas de Airbus en el país contaran con porcentajes en las cargas de trabajo de proyectos civiles y militares muy superiores a su peso accionarial.

Déficit de inversión en I+D en España

Lamentablemente, al éxito Plan de I+D para el Sector Aeronáutico no sentó cátedra en España. El país arrastra un importante déficit en materia de I+D. Según el último informe de la Fundación Cotec, durante 2018, la inversión en esta materia aumentó por cuarto año consecutivo, incrementando también su peso en la estructura productiva hasta el 1,24% del PIB.

Sin embargo, esta cifra es muy inferior a la del 1,40 % que se alcanzó en 2010 y que es el valor máximo logrado en lo que va de siglo. Aunque la tendencia es positiva, los niveles de inversión en I+D están muy alejados de la tasa del 2,11% en la que se sitúa la media europea o de los objetivos comunitarios que señalan al 3%.

Y es que, además de las cuestiones presupuestarias cuando llega la hora de la ejecución España también registra un importante déficit. Durante la última década la ejecución de los presupuestos de I+D+i del sector público estatal español se ha venido desplomado de manera progresiva, hasta consolidarse en una tasa inferior al 50%. Sólo la mitad del dinero comprometido para este tipo de inversiones llega a convertirse en realidad.

En este sentido, las buenas noticias llegan desde el ámbito privado. Durante los últimos cuatro años de bonanza la inversión en I+D ha pasado de 6.806 millones de euros en 2014, hasta los 8.484 millones de 2018. En ese año, la tasa de crecimiento de la inversión en I+D empresarial alcanzó el 9,3%, por encima del 8,4% de 2017. Una positiva evolución que ahora la crisis del coronavirus pone en riesgo ya que gran parte de las compañías deberán de sacrificar sus esfuerzos en la inversión del mañana para facilitar la liquidez del presente. 

El efecto multiplicador del I+D

En este contexto, la economía española se enfrenta durante los próximos meses a una encrucijada que marcará la competitividad del país. La urgencia hace que deban destinarse ingentes recursos a cubrir el agujero generado tras dos meses de actividad casi nula en multitud de empresa claves para la economía española.

A la vez, el país debe de acometer inversiones claves para prepararse ante los grandes cambios económicos que el coronavirus ha acelerado. Unas decisiones en las que las inversones en I+D jugarán un papel clave. Gran parte del éxito del plan de inversiones que ultima el Gobierno, valorado en 150.000 millones de euros y para el que contará con el soporte de la financiación europea en condiciones muy ventajosas, radicará en la pericia que tengan los encargados de diseñarlo para detectar un elemento que juegue un rol similar al de la fibra de carbono en 1993.

Sólo de esta forma el dinero invertido tendrá un efecto multiplicador que permitirá convertir esos recursos en una fuente de ingresos duradera y diferencial. Una base sobre la que, igual que en las dos últimas décadas la industria aeronáutica ha conseguido crear miles de puestos de trabajo de alto valor añadido, se edifique el tejido empresarial que asegure el empleo y la bonanza económica futura