Tengo la sensación de estar viviendo desde hace meses una campaña electoral que nunca cesa, de manera que recibo un impacto político en forma de vídeo, publicación en Facebook o meme de turno que aparece en mi móvil de forma constante. Seguro que tú también tienes esa misma sensación. Que los partidos políticos nos envíen propaganda electoral a nuestros domicilios ya es lo de menos, la verdadera batalla está en los teléfonos móviles que todos usamos a diario, esa es la clave.

Si hace un tiempo se decía que Podemos era el partido que mejor estaba aprovechando las redes sociales, se ha demostrado de un tiempo a esta parte que nadie quiere quedarse atrás: los partidos más populares editan con gran acierto y rapidez los vídeos de sus grandes éxitos en el Congreso de los Diputados o en cualquier evento público a ritmo de zasca al rival y consigna electoral.

La política española está aprendiendo muy bien a utilizar los canales de nuestra era, y a emplearlos con el ritmo y el lenguaje adecuados. Ya no necesitan el prime time en televisión o la conexión en directo en el telediario de turno, con saber adaptarse al formato adecuado y poner en circulación el contenido en cuestión, el alcance puede ser realmente notorio en apenas unas horas, sobresaliente en unos días.

La política española está aprendiendo muy bien a utilizar los canales de nuestra era, y a emplearlos con el ritmo y el lenguaje adecuados. Ya no necesitan el prime time en televisión o la conexión en directo en el telediario de turno

Pero todo esto no es marketing, sino comunicación, la cual es una de las piezas que integran el marketing. Cada vez que un político habla con desprecio del “puro marketing” de un adversario, queda evidente que estamos muy lejos de saber qué es realmente esto del marketing.

Los que nos dedicamos a la gestión de organizaciones nos hemos centrado tanto en liderar marcas y empresas que hemos olvidado la importancia de posicionar adecuadamente el propio concepto de marketing entre la sociedad. Porque marketing no es que el presidente del gobierno se haga fotos con gafas de sol, ni marketing es la estrategia populista de turno, el verdadero marketing va mucho más allá.

Quiero que los políticos tengan una actitud de marketing porque eso significa aportar valor, investigar qué necesidades tienen las personas y satisfacerlas a través de diferentes propuestas que aporten ese valor que se demanda. Una actitud política basada en el marketing supone poner bien el oído activando los mecanismos de escucha oportunos, estar atento a lo que es necesario, anticiparse a una demanda latente y proponer soluciones que aporten gran valor.

Una actitud política basada en el marketing supone poner bien el oído activando los mecanismos de escucha oportunos, estar atento a lo que es necesario

Un político marketiniano pensará en cómo llegar a los nichos de población cuyas necesidades están desatendidas, en cómo conseguir ser más eficiente en cada euro que invierta, en comunicar de forma plena su actividad y en estar cerca de los ciudadanos a los que representa.

Esta confusión hace daño a los que entendemos que el marketing es como el management: una forma de entender la vida como propuesta de valor hacia los en el día a día y sobre el terreno, donde está la realidad de las empresas, organizaciones y personas.

Marketing es crear valor y ponerlo a disposición de la gente, de las personas. Por eso, quiero un presidente que sepa mucho de marketing.