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Medio año después de que concluyeran las rebajas extraordinarias del IVA para alimentos básicos, los huevos y las frutas, hasta entonces protegidos, protagonizan el último susto en el supermercado, un escenario en el que siguen acumulándose dolores de cabeza para los consumidores.

Ambos alimentos se han disparado en apenas siete meses un 15,7% y un 14,3%, respectivamente, según el INE. Ostentan las mayores subidas entre los básicos que gozaron de la exención temporal –una lista en que también figuraban pan, patatas o leche– hasta el 1 de enero, pero no sólo.

Porque huevos y frutas frescas son también los que más suben en el súper de forma general junto con el café, que se eleva en este tiempo un 15,9%. Le siguen el chocolate (12%), la ternera (8,7%), el pescado congelado (4,5%) –más barato que el fresco y refugio para presupuestos modestos–, o la leche entera (3,7%). Este último producto, por cierto, también fue incluido en esa cesta básica a proteger.

Esa lista de alimentos con reducción extraordinaria del IVA desde el inicio de 2023 hasta el 1 de enero de 2025 comprendía en total pan, huevos, leche, queso, patatas, legumbres, verduras y fruta. A todos ellos se bajó el impuesto: del 4% superreducido que ostentan tradicionalmente al 0%.

También se suprimió el impuesto al aceite de oliva, que tradicionalmente estaba gravado al 10%, por su rápida escalada de precios por la grave sequía. El oro líquido registró un encarecimiento del 54,6% en 2023 y del 35,2% un año antes, según datos del INE.

Finalmente, las pastas y aceites de semillas, como el de girasol, vieron reducido su IVA del 10% al 5%. La rebaja extraordinaria cayó de forma progresiva –el 0% se convirtió en un 2% y el 5% pasó a ser 7,5% durante meses– y desapareció definitivamente el 1 de enero.

Se terminó, adujo el Gobierno, porque la inflación de los alimentos ya estaba a raya. La medida se activó en 2023 cuando el precio de la compra tocaba cifras récord, con subidas interanuales del 15,7% en el supermercado, el nivel más alto desde 1994; a finales del año pasado, por fin, se logró sujetar la inflación de los alimentos: en noviembre se situó en el 1,7% anual.

El dato era siete décimas inferior al índice general del IPC, lo que se esgrimió como argumento para poner fin a la medida. No obstante, la situación vuelve a complicarse en la mayoría de la cesta y muy especialmente en los básicos, lenta pero inexorablemente.

Subidas sin pausa en básicos

Porque los datos más recientes, correspondientes a julio, muestran que la inflación de los alimentos ha repuntado y ya está al mismo nivel que el índice general (2,7% en términos interanuales). Además, la mayoría de los productos que componían esa cesta básica se han encarecido desde que empezó el año y también en términos interanuales por encima de ese nivel.

Es el caso de la leche, ya citada (3,7% en lo que va de año; 5,7% en los últimos doce meses), el queso (3,6% o 5,3%), aceites como el de girasol (7,6% desde enero o 20,4% en los últimos doce meses) y legumbres y verduras frescas (3,2% o 8,4%).

Sólo el aceite de oliva, cuyo precio cae un 34,2% desde enero, el azúcar, que baja un 6,6% y el pescado fresco, que retrocede un 6,2%, dan algo de alivio.

En la acera contraria, sin embargo, está todo lo demás con presión creciente. El enésimo repunte de precios llega, de nuevo, con los salarios a la zaga y con cada vez menor poder de reaccionar, dado que no suben al ritmo que avanza la inflación. Así, poco a poco se acentúa la pérdida de poder adquisitivo.

Los salarios, rezagados

Según datos del INE, el aumento de los salarios en el último lustro no ha logrado compensar la evolución de la inflación. Acelerados por los efectos de la guerra en Ucrania, los precios han crecido de 2019 a 2024 más de un 21%.

Los sueldos no han podido seguir este ritmo. Según la información pública más reciente (que llega hasta 2023), la media salarial ha crecido sólo un 14,9% (hasta los 28.049 euros brutos al año), lejos de compensar la subida de precios.

Esto explica la tendencia que notan los consumidores al salir del súper: se gasta más para acabar llevándose a casa menos productos. No es una sensación: el último informe anual del Ministerio de Agricultura sobre consumo alimentario confirma que esto sucede desde 2019 y pone números a ese desfase.

Por ejemplo, apunta que si se compara el 2024 con la época anterior a la pandemia, se observa que el consumo de alimentos en casa ha caído en cantidad un 6,4% con respecto a 2019, aunque debido al "notable aumento del 28,9% en los precios medios" el mercado agroalimentario generó el año pasado un 20,6% más de ingresos.

¿Traducción para el bolsillo de los consumidores? Cada ciudadano, concluye, ha consumido 50 kilos menos de alimentos en los últimos cinco años, aunque eso sí, ha aumentado desde entonces en 280 euros el gasto para comer.