La anomalía española era: poco crecimiento económico (cada vez España está más lejos recuperar el PIB de 2019) con creación de empleo hasta junio. El Gobierno alardeaba de las cifras del SEPE. También del crecimiento del PIB. 1,1% en el segundo trimestre del año era una buena cifra. La más alta de países similares.

Entonces ¿por qué muchos expertos se empeñan en anunciar un desastre económico para otoño? En parte, por una serie de datos: los llamados indicadores adelantados.

Los indicadores históricos expresan lo que ocurrió. Los adelantados dan pistas sobre lo que puede ocurrir en el futuro. Decidir sólo con los indicadores históricos es como conducir un coche mirando únicamente el espejo retrovisor; ir a ciegas.

Uno de esos indicadores adelantados es la evolución de la inflación subyacente (excluida la energía y los productos frescos). Su subida indica que el aumento de precios se está generalizando; los productores de bienes y servicios no esperan que sus costes bajen en el futuro. En otoño habrá inflación.

Otro indicador adelantado, conocido esta semana, es el índice de evolución del sector manufacturero (PMI), basado en las expectativas de compra del sector. En julio fue de 48,5. Cuando ese índice baja de 50 indica que se espera una recesión en ese sector. Sector que produce muchos bienes duraderos. Si las órdenes de compra disminuyen es porque se prevé que su demanda en un cierto tiempo disminuirá.

Los productores de bienes y servicios no esperan que sus costes bajen en el futuro

Un ejemplo: las ventas de coches. En julio han descendido. Si en julio disminuyen sus ventas es porque se prevén menos necesidad de movilidad después del verano.

El volumen de paro registrado en el SEPE es un indicador histórico. Pero también puede servir de indicador adelantado. Es el primer mes de julio en que el paro registrado ha subido desde hace mucho tiempo. Este dato adelanta que se acabó la contratación para el periodo estival y no se anima para después. Agosto suele ser neutro o negativo en creación de empleo y septiembre también.

La clave es octubre. Si el desempleo ese mes crece por encima de 100.000 personas es que la economía va mal; si lo hace entre 100.000 y 60.000 regular; y, por debajo de esa cifra, es que va bien.

Todos estos datos refuerzan la incertidumbre sobre el futuro económico de España. Incertidumbre que mide un índice elaborado por mi compañero el Profesor Ariño del IESE. En junio creció 4 puntos alcanzando los 144 (el máximo es de 200). De sus componentes, el índice sobre la deuda española ha subido 30 puntos hasta 187. Está en zona de peligro.

Con esos indicadores se puede hacer una previsión: octubre será un mal mes para el empleo. Malo si no se contabilizan como parados los “fijos discontinuos” en espera de llamamiento para incorporarse a su puesto de trabajo. Muy malo si se contabilizan estos “parados no oficiales” como desempleados.

Octubre será un mal mes para el empleo

¿No se puede hacer nada para evitarlo? Se pudo haber hecho mucho. Ahora es un poco tarde para reaccionar. Aunque será peor si no se hace nada.

Lo grave es que el Gobierno no sólo no toma medidas para evitar la recesión de otoño; toma decisiones que la acentuarán.

Detraer recursos del sector privado, mediante un sistema impositivo asfixiante, para pasarlos al público, es lo contrario de lo que hay que hacer.

No deflactar el IRPF para dejar dinero en manos de empresas y particulares reducirá el consumo interno en otoño; eso acentuará en desempleo.

El Gobierno opta por subvencionar amplias capas de la población, en lugar de animar a los creadores de trabajo y consumo, que a su vez crean puestos de trabajo. El subvencionado consume poco y deprime la economía.

Una prueba de que los resultados nefastos de esta política es: ¡la desaparición de 350 autónomos cada día de julio! Los que generan economía se ven asfixiados.

El anunciado impuesto sobre beneficios extraordinarios a energéticas y banca ataca la seguridad jurídica. Eso influirá en la inversión, en particular en la extranjera. Falta de inversión que alargará la recesión.

En resumen: los indicadores adelantan la recesión del último trimestre de 2022 y el primero de 2023; pero el Gobierno no quiere darse por enterado y sigue con su populismo trasnochado.

*** J. R. Pin es profesor del IESE.