Tener compañeros de claustro como Juan José Toribio es un honor. Él ya era director general en el Ministerio de Economía, con Fuentes Quintana, cuando yo era diputado en el Congreso en la Comisión de Economía en la Transición. A esa Comisión pertenecían, entre otros, Tamames y Boyer, si mal no recuerdo. De vez en cuando, como diputados de la UCD acudíamos al despacho oficial del profesor Toribio para comentar la situación y las medidas económicas que el Gobierno quería tomar y debíamos conocer. Años más tarde nos encontramos en el IESE de la Universidad de Navarra, donde ahora somos profesores eméritos.

Pues bien Toribio, esta semana, me dio una posible explicación al aumento del empleo con una economía que parece ir a la deriva.

Yo le preguntaba: si en el primer trimestre la economía española creció solo un 0,2% y en el segundo, probablemente los datos no sean buenos, ¿por qué creció el empleo? ¿El empleo no es consecuencia directa del crecimiento del PIB?

Toribio apuntó: Si el salario real de los empleados baja, ¿por qué no los van a contratar los empleadores? Es una bajada del coste del factor trabajo. En economía, cuando un factor de producción disminuye su coste respecto a los otros, acaba sustituyéndolos si hay demanda. Es la racionalidad en la toma de decisiones. En la alternativa trabajo/capital; si el primero se abarata sustituye al segundo.

Los salarios españoles según los convenios colectivos han subido el 2,5% aproximadamente. Mucho más en los convenios de empresa que en los sectoriales. Una paradoja, porque los convenios sectoriales, tan deseados por los sindicatos, perjudican más a sus afiliados que los de empresa.

Pero, al margen del error sindical, también es verdad que la inflación acumulada está entre el 15 y el 20%. Es decir, que en términos reales, en capacidad adquisitiva, la hora de trabajador español es cada vez más barata. ¡Más de un 10%!

Además, si los precios suben más que los salarios, la relación precio del producto/coste salarial, aumenta. En otras palabras, al empleador le sale a cuenta contratar más trabajo, mientras haya expectativa de demanda. Por eso, en los dos primeros trimestres de 2022 ha coincidido un aumento del empleo con un crecimiento escaso del PIB. De manera que hay más gente trabajando, pero con menores sueldos en términos de capacidad adquisitiva.

La peor situación hubiera sido que los salarios hubieran cedido en términos reales y el paro hubiera crecido. Aún no se ha producido, pero puede ocurrir en otoño.

Si tenemos en cuenta las expectativas de demanda, la situación se aclara más. Para este verano el sector servicio del turismo, en su más amplio concepto, tiene buenas perspectivas. Se espera lleno en hotelería y hostelería y servicios anexos como el transporte, etc. Si el factor trabajo se abarata en términos reales, mejor. Por eso han aumentado los contratos estos meses.

Si el factor trabajo se abarata en términos reales, mejor. Por eso han aumentado los contratos estos meses

Por otra parte, la llamada 'Reforma Laboral' de 2021, ha modificado la legislación y muchos de los contratos que antes eran "temporales", ahora se tienen que ser "fijos discontinuos". En junio se contrataron casi 300.000 con esa modalidad de contrato.

Pero en otoño (o antes), la demanda flaqueará con el fin de las vacaciones. Los fijos discontinuos serán pasados a situación de disposición en espera de llamamiento para incorporarse nuevamente a su puesto. Serán más discontinuos que fijos. No figurarán en la estadística de parados, pero estarán cobrando la prestación por desempleo (si han cotizado suficientes meses) o el subsidio (que ronda los 400 euros).

De manera que, en otoño, aumentará el paro oficial y el "real". Este último formado por los desempleados en el SEPE más los fijos discontinuos que cobrarán también del SEPE, aunque no estén registrados como parados oficiales. Cuando eso ocurra el consumo interno español bajará.

Como a nivel internacional se espera recesión, es probable que también el sector exterior flaquee.

En consecuencia, no sería extraño que, en el último trimestre de este año y el primero del 2023, España sufra un parón económico, con un empleado español cada vez más pobre en términos de capacidad de compra.

*** J. R. Pin es profesor del IESE.