La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, acompañada por los exministros de Economía Carlos Solchaga, Elena Salgado, Pedro Solbes y Luis de Guindos.

La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, acompañada por los exministros de Economía Carlos Solchaga, Elena Salgado, Pedro Solbes y Luis de Guindos. EUROPA PRESS

Economía

El efecto de las reformas de la última crisis se agota: España pone a prueba si es capaz de crecer con salarios más altos

Desde 2018, la economía española retrocede puestos en competitividad ligada a los costes laborales, pero las exportaciones se mantienen.

5 diciembre, 2021 05:30

Las reformas estructurales sirven, fundamentalmente, para ganar competitividad. España salió de la última crisis económica en buena medida gracias al esfuerzo que hicieron los trabajadores españoles para mejorar la productividad y la devaluación salarial ayudó mucho. La reforma laboral de 2012 fue el colofón de ese sacrificio, que arrancó en 2010 en forma de recortes, y permitió dar un impulso a nuestra economía frente a la zona euro. Sin embargo, el efecto de aquellas reformas había comenzado a languidecer ya antes de la Covid-19.

Una década después, la necesidad de acometer reformas estructurales sigue copando grandes titulares en prensa. El impacto de la pandemia en nuestra economía -muy superior al de nuestros vecinos del euro- ha vuelto a poner de manifiesto que somos un país vulnerable. Y la presión de la Comisión Europea con las transferencias de los fondos Next Generation EU para la recuperación y del Banco Central Europeo (BCE) que debate hasta cuándo mantener la política monetaria que permite financiarnos gratis han acelerado el impulso reformista del Gobierno.

Sin embargo, esta vez el foco de esas reformas -tuteladas por Bruselas y de forma discreta, también Fráncfort- se quiere poner en la creación de un empleo de calidad. Y la pregunta es, ¿está España preparada para ello? La respuesta de los expertos es que sí, pero siempre que no se perjudique la flexibilidad de las empresas para ajustar su producción a momentos como el actual, en el que la crisis de suministros está golpeando el comercio internacional.

El hecho de que la bajada del paro en esta crisis esté siendo mucho más rápida que en las anteriores prueba que la reforma laboral del Gobierno del PP ha funcionado. Sin embargo, la calidad del empleo muestra que quedó incompleta y que hacen falta nuevas medidas para acabar con el lastre de la alta tasa de paro española y mejorar las condiciones del empleo. La clave es cómo lograrlo sin dañar la flexibilidad de las empresas.

"En términos macroeconómicos, la reforma laboral de 2012 funcionó. Otra cosa son las consideraciones sociales. Las empresas se han llevado una parte creciente de la tarta gracias a su mayor capacidad para decidir sus factores productivos y está pendiente que la parte que llega a los trabajadores sea más proporcional", explica a este periódico el estratega jefe de UBS en España, Roberto Scholtes.

Sin embargo, los costes laborales unitarios (ver gráfico 1) que permitieron ganar a España competitividad frente a la zona euro en la última crisis (como muestra la pendiente a la baja desde el año 2008) marcaron su punto de inflexión en 2018. Desde entonces, han subido con el impacto consecuente que esto tiene en la competitividad.

"Desde 2013, la economía española se ha beneficiado del fuerte impulso que supuso para la competitividad la reforma laboral. Pero ese efecto se ha ido diluyendo y llegamos a la pandemia en un momento en el que los costes laborales unitarios ya habían empezado a subir", señala el director del IEE, Gregorio Izquierdo.

Exportaciones

La clave es cómo las exportaciones han soportado ese aumento del coste laboral. "La competitividad ligada a los costes laborales unitarios ha ayudado a las empresas, pero no ha sido lo más relevante para determinar las exportaciones. De hecho, en los últimos años se ha producido un desacople entre esta variable y las exportaciones españolas", explica a este periódico el economista jefe para España de BBVA Research, Miguel Cardoso.

Desde este servicio de estudios, resalta cómo España ha sido capaz de mejorar su productividad y dar un producto de mejor calidad sin sacrificar el precio. De hecho, en los últimos 15 o 20 años las exportaciones han ido creciendo por encima del PIB pudiendo mantener el coste.

Cardoso pone como ejemplo el atún de la Almadraba, donde no solo es clave la calidad del producto sino la cadena de valor de cómo se transporta, la tecnología para la conservación, etc. Todo ese conjunto de elementos -y no solo el precio- hacen que pueda ser un producto competitivo en el mundo.

Pese a todo, España tiene la asignatura pendiente de mejorar sus exportaciones, que en este momento no llegan al 25% del PIB, cuando desde BBVA Research consideran que para el tamaño de nuestra economía deberían rondar ya el 40%.

Y para ello, este servicio de estudios considera que es importante preservar una legislación laboral que dote de herramientas a las empresas para poder tener ventajas competitivas para el exterior, si bien, ese marco debe tener también contraprestaciones para los trabajadores.

"Necesitamos una legislación laboral que permita a las empresas tener flexibilidad en casos como el de la crisis de suministros, que incentive a las empresas a invertir en la formación de los trabajadores. Pero el foco debe estar en el valor añadido: porque la gente quiere comprar productos buenos", advierte BBVA Research.

Oportunidad de NGEU

La llegada de los fondos europeos para impulsar la inversión pública y privada en proyectos que tengan el foco en mejorar la calidad del crecimiento del PIB español es una oportunidad para apostar por los sectores de más valor añadido que son los que pueden sostener un modelo económico basado en mejores salarios.

"El arranque de los fondos europeos puede ser decepcionante y lento. Pero a mediados de esta década nos podría llevar a tener un mayor peso de la industria y la tecnología, en un contexto en el que España podría aprovechar el boom de las renovables", explica Scholtes. Desde UBS recuerda que hay que remontarse a la entrada de España en las Comunidades Europeas y al inicio de la llegada de los fondos estructurales para encontrar una oportunidad similar.

De ahí que el Banco de España haya puesto el foco en la necesidad de ejecutar bien ese plan restando así algo de importancia al retraso que se está produciendo en la ejecución de los proyectos. El motivo es que si se aprovecha bien esa inyección sin precedentes, España podría mejorar su competitividad con un modelo de crecimiento más gratificante para sus ciudadanos. Y además, daría un impulso al PIB.

"El ritmo de crecimiento de este momento, ligado a la caída previa del PIB en 2020 se está acabando. Una vez pasado el momento del rebote, después es más complicado crecer porque se depende de un crecimiento ordinario. Por eso, sería importante acometer nuevas reformas estructurales para impulsar el crecimiento del PIB potencial", señala Izquierdo desde el IEE.

Tamaño de las empresas

Al hablar de competitividad, los expertos consultados ponen el foco en el tamaño de las empresas como herramienta fundamental. El hecho de que en España el 99% del tejido productivo esté formado por pymes es un lastre frente a otras economías europeas con empresas más grandes capaces de beneficiarse de las economías de escala. El ejemplo recurrente en este sentido es el de Alemania.  

"Además de las reformas estructurales, en la competitividad influyen otros factores como el tamaño de las empresas -que en España es excesivamente pequeño-, las deslocalizaciones y la evolución de la divisa", recuerda Scholtes.

Oportunidad en renovables

En la salida de esta segunda crisis en menos de una década, España ha topado con otro muro que frena la competitividad: el aumento del precio de la energía, que en nuestro país tiene un mayor impacto que en el resto de economías europeas por la dependencia exterior. Una situación que empeora por la debilidad del euro frente al dólar, ya que el petróleo se compra en la divisa americana en los mercados internacionales.

Sin embargo, pese a que en este momento, el precio de la energía es un lastre para la economía española, esta situación podría cambiar en el medio plazo si se logra con éxito que las energías renovables sean las protagonistas del mix energético del país. 

Según recuerdan desde BBVA Research, las exportaciones españolas tienen en este momento una gran dependencia de los combustibles fósiles (basta para ello pensar en cómo se transportan los bienes que produce España).

Pero si se logra éxito en la estrategia de las renovables, la economía española contaría con 1,5 puntos más del PIB para gastar. Otro ejemplo de cómo son muchas las variables que hay que tener en cuenta a la hora de abordar las mejoras de competitividad.