
Imagen de archivo de un escritor
Los escritores españoles critican el uso de la IA en la industria cultural: "Es letal para la obra de arte"
Profesionales del sector cultural analizan el impacto de la IA en este campo y reclaman un debate sobre el uso de sus obras para entrenar los modelos.
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A pesar de que ya han pasado unos meses, aún no se han diluido por completo los efectos que tuvo en el sector cultural la propuesta del Gobierno para regular los derechos de autor de las obras que sirviesen para entrenar la inteligencia artificial generativa. El Real Decreto impulsado desde el Ministerio de Cultura fue criticado por los actores de este ecosistema, en especial por el modelo de licencias colectivas que incluía con el que las entidades de gestión podían ampliar el uso masivo de obras artísticas y literarias por esta tecnología.
Finalmente, la cartera liderada por Ernest Urtasun decidió dar marcha atrás con esta regulación, ante la falta de apoyos en la consulta pública y de otros ministerios como el de Transformación Digital y de la Función Pública, según pudo conocer este medio, y empezar un proceso de diálogo con el sector para determinar la mejor forma de proteger a los creadores a nivel nacional y europeo.
Con las aguas aún revueltas alrededor de este debate, el Centro de Estudios en Humanidades, Cultura y Comunicación en la era digital (HUMA) de la Universidad Internacional de Valencia-VIU ha publicado un análisis que recoge la preocupación de autores, académicos y escritores en el uso "sin consentimiento" que la inteligencia artificial hace de sus obras y recursos en el entrenamiento de sus modelos.
En concreto, este documento, bajo el título "IA, literatura y creación audiovisual: los algoritmos frente a la imaginación", reúne los testimonios de escritores como Agustín Fernández Mallo, Lorenzo Silva, Maria Oruña, Ana Merino y expertos en temas de propiedad intelectual y gestión cultural como Javier Díaz de Olarte, Francesc Bracero o Cristina Consuegra.
Todos ellos reflexionan sobre un nuevo escenario en el que sorprenden datos como los compartidos por la agencia Reuters, que asegura que a principios de 2023 en Amazon ya había más de 200 títulos firmados por la IA, y actualmente la cifra asciende a más de 5.000 o los de la UNESCO, que apunta que más de dos tercios de los estudiantes de secundaria de medio mundo ya emplean la IA para realizar sus tareas de clase, un dato que contrasta con el control docente, dado que solo un 10% de las escuelas y universidades han evaluado de forma oficial el uso de esta tecnología y han fijado protocolos o directrices para su uso responsable.
IA sin valor diferencial
Con este panorama de fondo, el documento compartido por el Centro de Estudios en Humanidades, Cultura y Comunicación en la era digital (HUMA) de la Universidad Internacional de Valencia-VIU recopila las conclusiones de cuatro mesas redondas en las que los escritores y profesionales mencionados debaten sobre el tema de la inteligencia artificial, la creatividad y su relación con la literatura.
En la primera de ellas, moderada por la escritora y directora de la Cátedra Planeta de Literatura y Sociedad, Ana Merino, el escritor Lorenzo Silva y el periodista Francesc Bracero hablaron sobre su relación con la tecnología y el impacto que ha tenido en sus diferentes trabajos. Por un lado, Silva afirmó que, en su opinión, hoy por hoy, "la IA no aporta valor diferencial" en este campo, "que es lo que justifica que una creación literaria destaque respecto de las demás". "Es un simple entramado de programas y codificaciones matemáticas, lo único que puede hacer es simular los resultados que han alcanzado otros seres humanos", insistió. Así, señaló que se basa en una "inautenticidad constitutiva", lo que resulta "letal para el valor de la obra de arte".
El escritor insistió en que, desde su punto de vista, solo hay que incorporar aquellas innovaciones tecnológicas que sirven para enriquecer "el camino personal", que contribuyen a hacer "personas más libres y conscientes y no más esclavas y aturdidas". "No olvidemos que no se nos ofrecen de manera altruista, nos las traen grandes corporaciones, cuyo motor principal es el beneficio", precisó.
Mientras, Bracero señaló que esta herramienta no ofrece un elemento de mejora en el proceso de la creación literaria en sí mismo, "si acaso" tiene utilidad en "tareas menores del proceso" como la corrección. Según aportó, "hay cosas que no se pueden programar", entre las que cita el talento, por lo que cree que, aunque cada vez la máquina "copiará mejor", "un escritor excepcional no va a salir" nunca de ella.
El periodista apuntó su preocupación por su sector, una industria ya de por sí precarizada, en la que teme que se puedan sustituir profesionales por máquinas o algoritmos. También, añadió sus reticencias por el alto consumo energético que está asociado al uso de esta herramienta.
Los ponentes coincidieron, además, en manifestar su preocupación por la relación de las nuevas generaciones con la tecnología. Ambos sostuvieron que, a pesar de que su uso es útil para realizar cálculos de forma más potente y efectiva, el nuevo camino marcado por la IA impide que los seres humanos experimenten los errores a raíz de los cuales se genera aprendizaje. Además, pusieron el foco en la importancia de una regulación que avance a la misma velocidad que la tecnología.
Colonización de los datos
La segunda mesa que compone el informe está protagonizada por el escritor Agustín Fernández Mallo y la gestora cultural Cristina Consuegra, quienes ahondan en el concepto de inteligencia humana y lo que simula ser la IA. Ambos rechazaron la idea de que esta herramienta conste de cierta inteligencia y creen que, actualmente, más allá del ámbito científico-técnico, esta es "pura narrativa especulativa".
Aun así, Fernández, que afirmó no haberse sentido amenazado nunca por la tecnología, señaló que esta es un "juguete que te abre a nuevos mundos" y que, así, es partidario de aprender a manejarla bien. Según precisó, "la copia ha existido siempre", por lo que al desarrollo de la IA también se crearán herramientas que permitan detectar el plagio derivado de la misma. También, negó la posibilidad de que la IA pueda adoptar un estilo propio, lo que, de momento, marca la diferencia frente a los creadores tradicionales.
En cambio, Merino afirmó que el problema radica en que no existe una conciencia editorial de responsabilidad sobre el empleo de la IA. Aquí mostró su preocupación por el impacto de esta en la educación y el uso que están haciendo de ella las nuevas generaciones e insistió en que, en su opinión, en las bases de cualquier beca debería aparecer una cláusula que prohibiese utilizar inteligencia artificial generativa.
En su turno, Consuegra puso el foco en la responsabilidad del ser humano a la hora de recurrir a este tipo de herramientas. Aquí contó que, en los últimos años, se ha encontrado con personas que se consideran creadoras gracias al empleo de la IA, un nuevo escenario que está modificando la industria editorial alrededor de la "nueva subjetividad del creador". Por ello, defendió la creación de un artículo "que forme parte de los derechos humanos digitales que proteja la libertad de pensamiento".
Todos ellos coincidieron en destacar el poder de los datos en el nuevo escenario tecnológico, que Fernández comparó con la situación de "los colonizadores europeos en América, que se apropiaron fácilmente del oro y la plata de los indígenas porque estos creyeron que carecían de valor". "Ahora la colonización se practica con los datos", afirmó.
Una reivindicación de pasado
En la tercera mesa, en la que participaron la escritora María Oruña y el director del Departamento Jurídico de CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos), Javier Díaz de Olarte, los participantes reflejaron sobre el potencial que tiene la inteligencia artificial como instrumento tecnológico de alto valor, pero también sobre los riesgos asociados a su uso, especialmente en el ámbito creativo.
Por un lado, Oruña afirmó que la IA está plagiando "de todo" y que la gente que la utiliza debe de ser consciente de la vulneración que está llevando a cabo de los derechos de muchos creadores. En esta línea, reflexionó sobre qué pasaría si de repente los gestores de los modelos de lenguaje o las compañías detrás de ellos empiezan a reclamar sus derechos de creación, "a lo mejor se produce un giro de guion jurídico". A su modo de ver, se trata de una situación muy compleja que solo se arregla poniendo límites y referentes.
Mientras, Díaz de Olarte propuso denominar producto al resultado generado por la inteligencia artificial en vez de obra, ya que, en su opinión, esta nomenclatura se presupone para el resultado del trabajo creativo de una persona, que refleja en ella su modo de ser. Aun así, advirtió que la diferencia entre ambas a veces no es tan clara y, por ello, cree que los obras deberían pasar un filtro con el que obtener un certificado que demostrase si está o no generada por IA para luego dejar libre la decisión de leerla o no para el lector.
No obstante, el director del Departamento Jurídico de CEDRO reconoció que los escritores tienen una reivindicación de pasado en materia de IA, ya que esta ha aprendido utilizando sus obras. "Esa máquina tiene un propietario, alguien que aspira a hacer negocio y enriquecerse con los sistemas de IA que ofrece", insistió. Así, precisó que la primera reivindicación en este campo debe de ser de pasado, ya que los autores no han recibido ninguna compensación por el uso mercantil de sus obras, a pesar de ser un caso flagrante de apropiación del trabajo y de la inversión ajena. Esto, reconoció, no es camino fácil.
Cómo desaprender
Por último, en la cuarta mesa en la que se apoya el informe participan la cineasta e investigadora Anna Giralt, el experto en cultura visual Juan Martín Prada y Daniel Pitarch como representante del Colectivo Estampa, un grupo artístico de programadores, realizadores e investigadores enfocados en la inteligencia artificial.
Martín Prada señaló que, actualmente, se está desarrollando una "nueva fase de la cultura visual" y que, "en un tiempo no muy lejano", casi el 80% de las imágenes habrán sido desarrolladas, producidas o editadas mediante este tipo de tecnologías. Aquí, aunque destacó las oportunidades que abre la IA, también precisó que estas tecnologías, pese a ser punteras en el ámbito de la innovación, tienen un aspecto conservador porque están basadas en procesos de recombinación, reutilización y cálculo de datos extraídos de imágenes ya existentes.
El experto en cultura visual reflexionó sobre cómo se ha construido el dataset sobre el que se ha entrenado la IA, en el que aparecen las creaciones de muchos artistas que ni siquiera han dado su consentimiento. Así, insistió en que la gran pregunta es cómo se puede deshacer ahora que los algoritmos ya han aprendido en base a dichas obras culturales.
Mientras, Giralt y Pitarch precisaron que, en su campo, estas herramientas les han permitido abrir nuevos caminos desde el punto de vista artístico que se han materializado en diferentes proyectos.
Sobre el tema de los derechos, la cineasta e investigadora reconoció que era un tema muy complejo y valoró la voluntad europea por ponerle solución a través de la regulación. Según afirmó, este tema necesita un debate "más a fondo" desde varias perspectivas, no solo desde la legal, sino también desde la de los artistas y desde la laboral. En esta línea, el representante del Colectivo Estampa señaló que hay que entender que los problemas de la inteligencia artificial "son los del mundo digital" y avanzó que espera que pronto se puedan ir resolviendo.