Alfredo Schoch, Director de Producto de Alan España

Alfredo Schoch, Director de Producto de Alan España

Opinión

Que la prevención llegue a tiempo

Alfredo Schoch
Publicada

“Si no te llamamos, está todo bien”. Hay frases que parecen inocuas hasta que se vuelven crueles. En Andalucía, esa promesa vacía ha dejado a 2.000 mujeres sin el aviso a tiempo tras un cribado de cáncer de mama; algunas recibieron cartas tarde, otras nunca tuvieron la cita priorizada que necesitaban. En este caso no falla la ciencia; falla la logística de la salud. Y cuando la logística falla, el cáncer gana semanas.

Lo ocurrido no es un tropiezo aislado, sino la señal de un problema estructural de acceso. Llamarlo por su nombre es incómodo, pero necesario: la fricción en el ámbito de la salud no solo genera frustración, colas y trámites; nos roba tiempo. Y en oncología, el tiempo se traduce en pronóstico. Cada día de retraso entre un hallazgo y una acción clínica es una oportunidad perdida para un tratamiento menos invasivo, para conservar un pecho, para cambiar una vida.

Los testimonios andaluces comparten un patrón: hallazgos “dudosos” que no activan una alerta inmediata, dependencia de una carta física como único canal, citas desplazadas por saturación, personas que deben insistir, reclamar, cruzar el umbral a la privada por desesperación. No es falta de humanidad ni de profesionalidad; es que los sistemas no están bien conectados y delegan en el paciente la carga de cerrar el círculo.

Corregirlo no requiere futurismo, sino aplicar ingeniería básica al acceso sanitario. La primera obligación es desterrar los silencios. Ante un resultado sospechoso en cribado, el contacto debe ser multicanal y trazable: SMS verificado, llamada con respaldo humano y notificación digital con confirmación de lectura. Si no hay acuse, el caso se debe escalar automáticamente. La segunda es organizar la agenda en función de la urgencia clínica, de forma clara y comprensible: cuando una prueba sugiere cáncer, esa persona debe obtener una cita en días, no en semanas. Dicho de forma sencilla: ante la sospecha, el sistema aparta un hueco y lo confirma. Sin peleas, sin carreras.

El tercer paso es la interoperabilidad mínima entre lo público y lo privado. Mientras sigamos usando a las personas como mensajeros de informes, cartas y llamadas entre sistemas que no se hablan, la prevención seguirá fallando. Necesitamos un lenguaje común, seguro y sencillo para estados básicos del proceso —prueba realizada, hallazgo, cita fijada, inicio— con el consentimiento del paciente para activar derivaciones rápidas dentro de su red si el primer circuito se atasca.

La cuarta pieza es la vigilancia proactiva: detectar “silencios peligrosos”, como un hallazgo sin cita en 72 horas o una notificación sin acuse en 48, y actuar antes de que la persona tenga que volver a llamar. La quinta, medir lo que importa: publicar por comunidad el tiempo hasta la primera acción clínica tras un cribado positivo. Lo que se mide mejora; lo que no se mide se estanca o deteriora.

Hablar de colaboración público-privada suele levantar suspicacias. Pero la alternativa ya la conocemos: teléfonos que no suenan, cartas que llegan tarde y pacientes a la intemperie. La prevención oncológica necesita lo mejor de ambos mundos: la capilaridad y la gobernanza clínica del sistema público, y la capacidad tecnológica y de innovación, así como la mentalidad de servicio al paciente de las empresas de salud.

El marco debe ser claro: seguridad y alojamiento de datos en la UE, estándares abiertos, transparencia de resultados y ningún uso de datos con fines ajenos a la atención, ni para entrenar modelos de terceros sin consentimiento y base legal. No se trata de competir por protagonismo, sino de compartir una capa común que haga que las cosas funcionen a la primera.

¿Qué rol debemos tener las empresas de salud y tecnología en este reto? Un rol humilde y concreto: construir herramientas que quiten piedras del camino, orquesten citas con criterios clínicos, avisen a tiempo, y den seguimiento hasta confirmar que la persona está atendida. Por ejemplo, estamos apostando por dos líneas complementarias.

Por un lado, automatizar la reserva de citas de forma responsable, a partir de las preferencias de cada persona y la prioridad clínica, para eliminar llamadas, esperas y reintentos. Por otro, asistentes digitales supervisados por médicos que orienten dudas generales con rapidez, sin diagnosticar ni prescribir, pero que sepan detectar urgencias y ceder la conversación a un profesional cuando haga falta. No se trata de sustituir el criterio clínico, sino de conseguir que ese criterio llegue antes y mejor.

Lo esencial es recordar para quién es todo esto. No hablamos de “apps” o de “plataformas” en abstracto, sino de una experiencia sanitaria que, en un único lugar, permita entender qué ocurre, recibir un aviso cuando hay que actuar y tener una cita confirmada en el plazo que marca la medicina, no la burocracia. Una experiencia que no exija conocer los atajos del sistema para ser atendido.

A las 2.000 mujeres afectadas en Andalucía les debemos algo más que disculpas: un cambio verificable. Nunca más un “si no te llamamos…”. Nunca más una carta como único plan. Nunca más un hallazgo sin cita prioritaria y seguimiento. Que la prevención llegue a tiempo depende menos de discursos solemnes y más de cinco decisiones técnicas: alertar, priorizar, conectar, vigilar y medir. Si ponemos por delante el interés del paciente y compartimos esa capa común de acceso, pasaremos del “ya le llamaremos” al “ya te hemos llamado: esta es tu cita y estamos contigo”. La diferencia cabe en una frase, pero cambia un destino.

*** Alfredo Schoch es director de Producto de Alan España