Se cierra un año especialmente intenso para la digitalización, marcado por hitos tecnológicos que consolidan el papel de Europa y de España en la economía digital. Naciones Unidas declaró 2025 como el Año Internacional de la Ciencia y las Tecnologías Cuánticas, y los avances logrados han confirmado que esta disciplina ha dejado de ser solo una promesa científica para convertirse en un campo de ingeniería con progresos tangibles.
La computación cuántica ha dado pasos decisivos en ingeniería de sistemas y corrección de errores (QEC). Hemos visto mejoras relevantes en el mantenimiento de qubits lógicos, capaces de operar con tasas de error más bajas y durante períodos más prolongados, acercándonos al umbral necesario para máquinas fiables y escalables.
También se han superado los 1.000 qubits en distintos diseños experimentales, un avance que, pese a los desafíos en fidelidad y conectividad, abre la puerta a nuevos escenarios de simulación cuántica para materiales complejos, fármacos y aplicaciones industriales. En síntesis, 2025 está siendo un año fundamental para la Tecnologías Cuánticas. Se están sentando las bases para los ordenadores tolerantes a fallos del futuro, moviendo la computación cuántica de una promesa científica a un campo de la ingeniería intensiva.
En este contexto, el Gobierno de España presentó la Estrategia de Tecnologías Cuánticas 2025-2030, una apuesta ambiciosa que moviliza más de 800 millones de euros y que permitirá acelerar capacidades científicas, tecnológicas e industriales en un área clave para la soberanía digital. Sin duda, veremos avances significativos en 2026.
El año 2025 también ha estado definido por la consolidación de la inteligencia artificial, y especialmente por el auge de los agentes de IA, capaces de ejecutar tareas cada vez más complejas y apoyar procesos empresariales y personales con mayor autonomía. Paralelamente, han surgido nuevos modelos de lenguaje (LLM) más pequeños y especializados, por ejemplo, en el área de la medicina, el derecho o la programación, que resultan más eficientes y accesibles que los modelos generalistas, lo que impulsará su adopción en sectores concretos.
Las grandes plataformas han integrado estos agentes no solo como funciones de asistencia, sino como capas de automatización que reducen pasos repetitivos y permiten flujos de trabajo más inteligentes. Esta capacidad también empieza a trasladarse a los dispositivos personales, anticipando un salto significativo en la adopción ciudadana de la IA.
Sin embargo, los avances conviven con desafíos estructurales que marcarán la agenda de 2026: sostenibilidad energética, ética y gobernanza de los modelos, escalabilidad industrial, calidad de los datos y formación digital.
La ciberseguridad ha sido otro de los grandes retos del año. La IA desempeña un doble papel: refuerza los sistemas defensivos, pero también incrementa la sofisticación de las amenazas. Este contexto subraya la necesidad de elevar la inversión en ciberseguridad como elemento clave de la autonomía estratégica europea, especialmente en tiempos de incertidumbre y conflicto.
A ello se suman desafíos vinculados a las infraestructuras críticas. La digitalización no será viable sin capacidades energéticas robustas que eviten riesgos de apagones y garanticen el suministro necesario para los centros de datos; ni sin redes de telecomunicaciones modernas, porque sin conectividad no hay digitalización.
También sigue siendo una prioridad la escasez de talento digital. La demanda continúa superando a la oferta, lo que exige respuestas estructurales tanto en el sistema educativo como en la formación continua. Y, del mismo modo, es imprescindible mejorar los mecanismos de innovación y transferencia de conocimiento entre universidades, centros de investigación y empresas.
El informe El Ecosistema de Spin-Offs Tech en España 2025, elaborado por la Fundación Mobile World Capital en colaboración con el CSIC, pone de relieve la necesidad de agilizar procesos administrativos, reforzar equipos mixtos científico-empresariales y atraer más inversión privada para escalar proyectos tecnológicos surgidos en el ámbito académico. Según el documento, hay 1.007 spin offs activas, un 3,6% más que el año anterior y más del 66% proceden de las universidades.
Otro ámbito crítico es la digitalización de las pymes, responsables de alrededor de dos tercios del PIB y del empleo. Aunque las grandes empresas españolas muestran un notable nivel de madurez digital y son un gran ejemplo de digitalización, la oportunidad estratégica reside en acelerar la adopción de tecnologías avanzadas en las pequeñas y medianas empresas para competir a nivel global y reforzar la posición de España en el mundo a través del uso de: inteligencia artificial, cloud, ciberseguridad o automatización inteligente.
Finalmente, uno de los grandes debates de 2025 ha sido la competitividad europea. A pesar del crecimiento, Europa continúa perdiendo terreno respecto a Estados Unidos y China, cuyos avances se sustentan en inversiones masivas en tecnología y marcos regulatorios más ágiles.
Los informes Draghi y Letta (2024) coinciden en que el Mercado Único funciona para bienes, pero sigue fragmentado en servicios, energía, telecomunicaciones y mercados de capitales, lo que impide crear economías de escala, encarece el coste del capital y mantiene al continente dependiente de proveedores externos en ámbitos críticos. La UE carece del capital, la tecnología y la velocidad necesarias para competir, y necesita un cambio de mentalidad profundo: movilizar grandes volúmenes de inversión, eliminar barreras a la consolidación transfronteriza, reducir la carga regulatoria y acelerar la innovación.
En este contexto, nace la Brújula de la Competitividad de la UE (2025), que constituye la hoja de ruta para responder a estos desafíos. Su objetivo es situar a Europa como el lugar donde se inventen, industrialicen y comercialicen las tecnologías limpias del futuro. La estrategia pivota sobre tres ejes: cerrar la brecha de innovación impulsando sectores estratégicos como es la IA, la computación cuántica, la biotecnología o los semiconductores, y creando una verdadera Unión de Competencias; convertir la transición verde en motor de crecimiento mediante energía asequible y la aceleración de las renovables; y reforzar la autonomía estratégica asegurando materias primas, cadenas de suministro resilientes y una base industrial de defensa sólida.
Todo ello acompañado de medidas transversales como la simplificación regulatoria, la creación de una Unión de Ahorros e Inversiones que canalice capital europeo hacia la economía real y la eliminación definitiva de las barreras que aún lastran el Mercado Único, especialmente en servicios y telecomunicaciones.
Hemos avanzado mucho en 2025, pero también queda mucho por hacer. Si realmente queremos mejorar nuestra competitividad y crecer al ritmo de otras regiones necesitamos ser más rápidos en la implementación de la Brújula de la Competitividad y desarrollar políticas locales capaces de impulsar la economía, la industria y la sociedad utilizando la digitalización, la innovación y el desarrollo de talento como catalizadores, aceleradores del desarrollo y el crecimiento. España ha demostrado tener la capacidad, la determinación, el talento y las ganas para avanzar en esta dirección.
Felices fiestas a todos.