Ángel Uzquiza, director de innovación corporativa del grupo Santalucía.

Ángel Uzquiza, director de innovación corporativa del grupo Santalucía. Santalucía

Opinión FAST & FORWARD

Innovar desde dentro: cómo activar el talento corporativo

Ángel Uzquiza
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En tiempos de cambio acelerado, la innovación se ha convertido en una necesidad estructural para cualquier organización. Sin embargo, muchas veces se busca fuera lo que ya existe dentro. Activar el talento corporativo no es solo una estrategia de eficiencia, sino una manera de construir futuro a partir de los propios recursos. 

La innovación no ocurre por decreto. Requiere una cultura que la respalde, estructuras que la faciliten y personas que la impulsen. En este sentido, el talento interno es el recurso más valioso y, a menudo, el menos aprovechado. No se trata de tener ideas brillantes, sino de crear las condiciones para que esas ideas puedan emerger, desarrollarse y convertirse en soluciones reales, que se materialicen en proyectos de valor. 

Uno de los caminos más efectivos para activar ese talento propio es el intraemprendimiento. Permitir que las personas dentro de una organización propongan, experimenten y lideren iniciativas genera no solo resultados tangibles y transformación interna y externa, sino también compromiso, aprendizaje y sentido de pertenencia para esos trabajadores que forman parte de ello.

El intraemprendimiento no es una herramienta de gestión, es una declaración de confianza en las capacidades de quienes ya conocen el negocio desde dentro, y una oportunidad única para generar un auténtico cambio cultural. 

La activación del talento interno, además, tiene una importante dimensión ética. En un mundo donde la automatización y la inteligencia artificial están redefiniendo el trabajo, creer en las personas es una forma de construir organizaciones más humanas. No se trata solo de eficiencia, sino de dignidad, de desarrollo y de sentido. 

No obstante, la innovación no puede depender de un único departamento o figura. También es importante poner el foco en el liderazgo distribuido, que requiere que cada área, cada equipo, cada persona se sienta parte del proceso. En otras palabras, para sostener estos cambios dentro de una organización, es imprescindible formar a los líderes en pensamiento innovador.

Estas personas al frente serán, tras la obtención de estas nuevas capacidades, los que detecten oportunidades, movilicen recursos y conecten con otros. Así, la innovación se vuelve una red de trabajo, no una jerarquía.   

La gestión del conocimiento también juega un papel fundamental. En entornos complejos, el conocimiento no siempre está documentado ni centralizado, sino que se encuentra en las conversaciones, en la experiencia acumulada o, incluso, en los aprendizajes informales.

El talento se activa cuando el conocimiento fluye a través de espacios de intercambio, plataformas colaborativas, comunidades de práctica porque la innovación no es solo crear algo nuevo, también es conectar lo que ya existe. 

Sin duda, la tarea de innovar acarrea muchos beneficios, pero tampoco se puede obviar el ‘prueba-error’ que puede conllevar. Es necesario repensarlo y no caer en el falso mito de que un proyecto fallido de emprendimiento es una catástrofe.  En culturas muy orientadas al control, el miedo a equivocarse puede paralizar la creatividad. 

Impulsar el talento exige asumir que el fallo forma parte del camino. Aprender rápido es más valioso que acertar siempre. No se trata de improvisar, sino de experimentar con método, propósito y responsabilidad. La tolerancia al error, acompañada de paciencia y confianza en el proceso, es lo que permite que el talento florezca. 

Por último, activar el talento corporativo es una forma de democratizar la innovación. Cuando todos pueden participar, proponer y transformar, la innovación deja de ser un privilegio y se convierte en una práctica colectiva. Esto fortalece la resiliencia organizativa, mejora la calidad de las decisiones y genera una cultura más abierta al cambio. 

En definitiva, innovar desde dentro no es una solución rápida, pero sí una apuesta sólida. Requiere bastante inversión en tiempo, escucha, método, confianza y apuesta continua. Pero sus resultados van más allá de los productos o procesos: construyen organizaciones capaces de aprender, adaptarse y evolucionar con sentido. Como conclusión, la Innovación es crear y creer, no hay más vuelta de hoja. 

***Ángel Uzquiza es director de innovación corporativa del grupo Santalucía.