Julia de Pedro, socia y directora de desarrollo de proyectos en Byld

Julia de Pedro, socia y directora de desarrollo de proyectos en Byld

Opinión LA TRIBUNA

La innovación no va de perseguir unicornios de neón

Julia de Pedro
Publicada

Cada año aparecen decenas de informes que nos prometen la próxima gran disrupción. Y claro, todos corremos a subrayar lo que va a “cambiarlo todo”. Pero la realidad es que unas apuestas despegan como cohetes y otras se quedan en bluff. 

Tras revisar de la A la Z datos de mercado, horas de conversación con inversores y empresas, y la experiencia diaria viendo qué prospera y qué no, aquí va mi selección personal de lo que en 2025 merece la pena seguir. Eso sí: con luces y sombras, porque a estas alturas ya sabemos que hype sin retorno es puro frosting.

En primer lugar, la IA sigue siendo la reina. El mercado global proyecta pasar de 279.000 millones en 2024 a 1,8 billones en 2030. Sólo en el primer semestre, las startups captaron más de 44.000 millones, superando todo 2024. OpenAI marca el paso; AI21 Labs pisa fuerte; Stability AI impulsa la creatividad visual; y Singapur invierte en salud y banca con IA. También destaca Grok (con Elon Musk detrás), el chatbot de xAI: su versión 4 supera a sus rivales en razonamiento y las versiones anteriores serán código abierto. La IA ya no es ciencia ficción: está rediseñando industrias, salud, finanzas y creatividad a un ritmo brutal.

Pero no todo brilla. Según el MIT, el 95% de los proyectos de IA generativa no cumple expectativas. Muchos pilotos se quedan en cajones, y el AI-washing abunda: en el CES vimos desde tostadoras “inteligentes” hasta robots que apenas saben encender una luz. Resultado: fatiga y desconfianza. Solo un 13% de usuarios la usa con regularidad.

Por otro lado, la sostenibilidad que ya no es relato es negocio. El mercado de economía circular crece al 23% anual y ejemplos como UBQ Materials, que convierte residuos en termoplásticos, o Wasteless, que ayudó a Carrefour a reducir un 54% de desperdicio en 640 tiendas, muestran resultados tangibles. Europa impulsa con el Green Deal, EEUU acelera con climate tech y Singapur e Israel actúan como laboratorios vivos.

Pero el frenazo inversor es claro: la inversión en climate tech cayó casi un 40% en un año. Muchas startups dependen aún de fondos públicos o acuerdos corporativos. La oportunidad está ahí, pero la rentabilidad no siempre llega.

Otra tendencia que encontramos es la relacionada con la salud y la longevidad, y el cuerpo como negocio aspiracional. La salud ya no es sólo curar: es vivir más y mejor. Altos Labs, la biotech respaldada por Jeff Bezos, levantó 3.000 millones. Los fármacos anti-obesidad (GLP-1) crecen un 25% anual. Startups como Noom digitalizan el coaching de pérdida de peso, mientras otras apuestan por biotecnología de la piel o robots para mayores. Singapur impulsa la telemedicina para una población envejecida.

El reto: muchas terapias no tienen aún aprobación clínica y el sector digital está saturado. La mayoría de apps de bienestar mueren en 90 días y los procesos regulatorios ralentizan retornos, desesperando incluso a los inversores más pacientes.

También la biotecnología industrial y los nuevos materiales son terreno sexy para quienes buscan disrupción real. Abren la puerta a bioplásticos, proteínas alternativas y cuero vegano. Ginkgo Bioworks, Aleph Farms o LanzaTech lideran la revolución. Singapur fue pionero en carne cultivada y Europa avanza en textiles sostenibles y enzimas biodegradables.

Pero aún hay barreras: producir carne cultivada sigue siendo 5–10 veces más caro que la convencional. Muchos consumidores desconfían de los “alimentos de laboratorio” y varias foodtech dependen de rondas puente. El potencial es enorme, pero el modelo de negocio aún cojea.

Por último, el amor a los animales también mueve mercado. La pet economy crece un 20% anual y ya supera los 7.600 millones de dólares. Desde collares inteligentes y telemedicina veterinaria hasta comida cultivada para mascotas, la humanización de los animales convierte este sector en premium y dispuesto a gastar.

Pero la adopción sigue baja: sólo un 15% de hogares europeos con mascotas usa dispositivos de forma habitual. Muchas startups, además, sufren devoluciones y costes logísticos elevados.

Tras repasar todas estas tendencias toca detenerse en lo que quedó atrás y es que no todas las promesas sobreviven. El metaverso se ha desinflado: Meta Reality Labs perdió 4.500 millones en un trimestre y muchas corporaciones han cerrado divisiones. La narrativa de “viviremos todos con gafas VR” se diluyó y el dinero se movió hacia IA o digital twins.

Los NFTs tampoco corrieron mejor suerte: el mercado cayó más del 90% desde su pico. Quedan nichos en arte y gaming, pero los fondos migraron hacia usos más sólidos de blockchain como trazabilidad e identidad digital.

2025 deja una lección clara: el hype es gratis; la ejecución, no. Lo que marca la diferencia son proyectos conectados con la economía real, que resuelvan problemas concretos y escalen sin depender de rondas eternas. Las burbujas no siempre son malas: aceleran la conversación y atraen talento, pero como toda espuma se disipan rápido. Lo que queda son las compañías que supieron ejecutar con criterio.

Y sí, tengo claro en qué tendencias apostar este año. No serán avatares bailando en el metaverso. Serán algoritmos que funcionan, materiales que sustituyen plásticos, terapias que alarguen la vida y, por qué no, collares que nos ayuden a cuidar mejor de nuestros perros y gatos. Porque la innovación no va de perseguir unicornios de neón, sino de construir soluciones que sigan aquí cuando volvamos a hablar de tendencias en 2026.

*** Julia de Pedro, socia y directora de desarrollo de proyectos en Byld.