Mónica Villas, consultora de tecnología y cofundadora de OdiseIA.

Mónica Villas, consultora de tecnología y cofundadora de OdiseIA.

Opinión #somosmujerestech

La deuda de la IA

Mónica Villas
Publicada

¿Cuántos de vosotros seguís teniendo agilidad mental en operaciones matemáticas simples? Desde el surgimiento de internet y los buscadores digitales, hemos dejado de memorizar en general y muchos de nosotros tenemos una dependencia absoluta del navegador para llegar a cualquier sitio.

En los años 90, los profesores de matemáticas se pusieron en huelga por el surgimiento de la calculadora, argumentando que los alumnos debían utilizarlas sólo en cursos más avanzados, ya que esto podía afectar a su aprendizaje en etapas más tempranas. Han pasado muchos años desde entonces, y todos, al menos los de mi generación, aprendimos matemáticas, algunas muy complejas, y también a usar calculadoras muy sofisticadas.

Pero es cierto que, en nuestro día a día, la mayoría de nosotros recurrimos a la calculadora o a la hoja de cálculo, incluso para operaciones simples. Desde el covid-19, ya prácticamente nadie paga en metálico, y cuando lo hacemos, muchos nos damos cuenta de que hemos perdido esa agilidad mental numérica. ¿Significa esto que estamos perdiendo capacidades cognitivas? ¿O bien perdemos unas y ganamos otras? Como antes con la calculadora, ¿nos está ocurriendo algo parecido con la inteligencia artificial?

En breve celebraremos tres años del surgimiento de ChatGPT, y creo que nadie duda de las nuevas capacidades que nos está proporcionando ni de cómo ha crecido su uso de manera vertiginosa en tan poco tiempo. Por primera vez, la tecnología está al alcance de prácticamente todo el mundo, sin necesidad de aprender ningún lenguaje de programación, simplemente con el lenguaje natural, que en mayor o menor medida todos los humanos dominamos.

En estos tres años hemos visto avances destacados en medicina, educación o desarrollo de código, entre otros. Es muy conocido cómo la IA ha sido clave en el proyecto AlphaFold, contribuyendo a la generación más rápida de nuevos fármacos; o cómo puede ayudarnos a reducir el tiempo dedicado a tareas administrativas, generando textos, presentaciones o conectando aplicaciones. Además, aplicada a la educación, puede ofrecer nuevas maneras de enseñar, adaptando el conocimiento a cada alumno.

Cada avance tecnológico tiene sus ventajas, pero también supone nuevos retos. En el caso de la IA generativa, son fundamentalmente dos: el futuro del trabajo y el uso ético. Según el último informe del World Economic Forum sobre el futuro del empleo, desaparecerán muchos puestos y surgirán otros, pero el balance parece positivo, un 7% de crecimiento neto del empleo. Aun así, implicará transformaciones profundas y un periodo de adaptación para todos.

En cuanto a los retos éticos, algunos todavía por resolver, debemos considerar la generación de sesgos o fake news, el impacto en la propiedad intelectual y la privacidad. Desde el surgimiento de la IA generativa, se han publicado cientos de estudios y reflexiones sobre estos dos grandes retos, así como recomendaciones al respecto. Sin embargo, de momento son pocas las investigaciones que abordan el impacto de la IA en nuestras capacidades cognitivas.

Uno de los estudios que más me ha llamado la atención es el trabajo experimental llevado a cabo por el MIT. En él, se dividió a los participantes en tres grupos para escribir ensayos: el primero sin acceso a tecnología, el segundo con buscadores web y el tercero asistido por IA. Se mantuvo esta estructura durante tres sesiones, pero en la última se intercambiaron participantes entre grupos.

El estudio mostró cómo los participantes que no usaban ningún recurso adicional tenían una mayor actividad cerebral, y los que menos actividad mostraban eran quienes utilizaron la ayuda de la IA. Es decir, el uso de la IA se asoció a una menor activación cognitiva. En el intercambio de grupos, los que pasaban de no usar tecnología a usar IA mantenían una activación neuronal elevada, mientras que quienes habían dependido de la IA y pasaban a no usar nada mostraban dificultades para reactivar esa actividad cerebral.

Respecto al recuerdo de lo que habían escrito, los grupos que utilizaban IA tenían más dificultades para recordar su propio texto. Aunque el estudio presenta limitaciones (como el tamaño de la muestra, el contexto educativo o el uso de un único modelo de lenguaje), las conclusiones invitan a reflexionar sobre si nuestras capacidades cognitivas están disminuyendo y si, en consecuencia, estamos generando una “deuda cognitiva”.

La deuda cognitiva puede entenderse como la pérdida acumulada de esfuerzo mental, pensamiento crítico o memoria que se produce cuando delegamos de forma continua determinadas tareas intelectuales. Cada día surgen nuevos estudios que reconfirman algunas de estas conclusiones.

Numerosas instituciones educativas advierten que las capacidades de escritura y lectura se están viendo afectadas por la irrupción de la IA en el aprendizaje. La Unesco y el Foro Económico Mundial destacan que la delegación frecuente de tareas de lectura y escritura a la IA conlleva una disminución de la memoria, el pensamiento crítico y la resolución de problemas.

Algunos expertos en neurología sostienen la necesidad de encontrar un equilibrio entre la delegación absoluta y el uso adecuado de la IA, para no debilitar la memoria operativa, el análisis crítico o la capacidad resolutiva. Si, por ejemplo, vamos a redactar un texto, podemos pedir ayuda para estructurarlo, buscar fuentes o revisar el estilo, pero no deberíamos delegar sistemáticamente la redacción completa.

Desde hace casi veinte años vivimos en un mundo digital caracterizado por la sobreinformación. En este contexto, la IA, bien usada, puede ser una excelente herramienta para encontrar y resumir información, lo que nos permitiría disponer de más tiempo para leer, aprender y fortalecer nuestro pensamiento crítico. ¿Es esto lo que hacemos realmente con el tiempo que nos “ahorra” la IA? ¿O estamos, sin darnos cuenta, aumentando nuestra deuda cognitiva con su uso?

Tampoco debemos olvidar que estamos juzgando una tecnología que apenas lleva tres años en el mercado, y lo hacemos con la perspectiva de personas formadas en el siglo XX. ¿Qué habrían opinado los filósofos socráticos sobre la imprenta si esta hubiera surgido en su tiempo? Probablemente, habrían defendido que el pensamiento crítico sólo podía desarrollarse mediante la transmisión oral del conocimiento.

El filósofo y escritor Wolfram Eilenberger, nacido en los años 70, comentaba recientemente en una entrevista: “Con la inteligencia artificial cerramos la época de lo escrito y entramos en la época de lo oral.”. Con la evolución exponencial de la IA y su uso, puede ocurrir que la mayoría del contenido escrito en el futuro sea generado por ella. ¿Qué impacto podría tener esto en nuestras capacidades cognitivas? ¿Será la deuda cognitiva el precio de una nueva forma de inteligencia colectiva? El tiempo nos dirá.

*** Mónica Villas, consultora de tecnología y cofundadora de OdiseIA.