Julia Bernal, country manager de Red Hat para España y Portugal.

Julia Bernal, country manager de Red Hat para España y Portugal. Red Hat

Opinión LA TRIBUNA

Cómo alcanzar la soberanía digital sin caer en el aislamiento

Julia Bernal
Publicada

En un mundo cada vez más interconectado, la soberanía digital ha dejado de ser un concepto abstracto para convertirse en una prioridad estratégica para gobiernos, empresas y ciudadanos. Para España y Portugal, situados en un cruce de caminos geopolítico y tecnológico, establecer esta autonomía no es una opción, sino la condición indispensable para definir su propio futuro en materia de innovación, seguridad y competitividad económica. 

La soberanía digital, en esencia, es la capacidad de una nación o una organización para controlar su propio destino tecnológico, garantizando que sus datos, infraestructuras y procesos no estén sujetos a la influencia o el control de actores externos.

No se trata de un aislamiento digital, sino de una gestión inteligente y estratégica del ecosistema tecnológico. Es la base para proteger nuestros activos más valiosos: la información y el conocimiento. 

Pero ¿qué implica realmente para la península ibérica establecer esta soberanía? Para comprender su alcance real, es necesario analizar la soberanía digital desde sus tres dimensiones estratégicas, las cuales, de forma interdependiente, ya están redefiniendo nuestro ecosistema digital.

En primer lugar, la protección de datos y la privacidad. En la economía actual, los datos no son solo información, son un activo productivo. La soberanía en este ámbito significa tener la capacidad de aplicar el marco normativo europeo, con el RGPD como estandarte, para proteger la privacidad de nuestros ciudadanos y la competitividad de nuestras empresas. 

En segundo lugar, la seguridad y la resiliencia de nuestras infraestructuras críticas. La dependencia de un único proveedor, una tecnología propietaria o una infraestructura cerrada pueden crear puntos de vulnerabilidad.

La soberanía, por tanto, implica diversificar y fortalecer nuestro tejido tecnológico para asegurar la continuidad de servicios esenciales. Se trata de construir un ecosistema robusto, capaz de resistir ciberataques, interrupciones o presiones externas. 

Y, en tercer lugar, la innovación local y el desarrollo económico. La soberanía digital debe ser el motor para fomentar un ecosistema tecnológico propio, capaz de generar propiedad intelectual, software y soluciones de vanguardia.

A través de la inversión en el talento y en las tecnologías abiertas podremos impulsar una verdadera innovación y generar empleo de alta cualificación que definirá nuestra competitividad futura. 

Estas implicaciones pueden llevar a malinterpretar el concepto de soberanía digital. Hay que dejar bien en claro que la idea no es levantar muros que nos aíslen de la innovación global. Se trata de tener el control, la autonomía y la capacidad de decisión real sobre la infraestructura y los datos de las organizaciones.

No es una apuesta por el aislamiento, sino por una globalización más equilibrada en la que Europa participe desde una posición de fortaleza. 

El papel del código abierto y la nube híbrida 

Es aquí donde el código abierto juega un papel fundamental, ya que funciona como el principal habilitador estratégico de esa soberanía. El software de código abierto ofrece una alternativa transparente y segura a las soluciones propietarias.

Al permitir que el código sea auditado y modificado por una comunidad global, se elimina la opacidad, se identifican vulnerabilidades rápidamente y se fomenta la innovación colaborativa. Además, actúa como un catalizador, permitiendo que un ecosistema de empresas innove y construya soluciones propias sobre una base tecnológica abierta y verificable. 

Precisamente, esta flexibilidad que proporciona el código abierto es la que habilita la arquitectura que mejor materializa este concepto: la nube híbrida. Al adoptar una estrategia de nube híbrida abierta, las empresas y las administraciones públicas recuperan la capacidad de decidir estratégicamente dónde y cómo gestionar sus cargas de trabajo.

Pueden mantener los datos más sensibles en sus propias instalaciones o en nubes privadas, mientras aprovechan la escala y la agilidad de las nubes públicas para servicios menos críticos. Este enfoque les devuelve el control total sobre sus datos y su tecnología, que es, en esencia, el objetivo último de la soberanía digital. 

Esta es una realidad que ya se está construyendo en la península ibérica. Por ejemplo, proveedores de nube locales en España, como Telefónica, ofrecen una nube soberana para sectores con las más altas exigencias, como la banca o entidades públicas, donde la ubicación y gestión del dato no es negociable.  

Gracias a plataformas basadas en tecnología abierta las organizaciones pueden gozar de la flexibilidad y el control necesarios para construir sus infraestructuras digitales sin quedarse 'bloqueadas' con un único proveedor.

De esta forma, tienen la capacidad de desplegar una nube con la agilidad y escalabilidad de un entorno público, pero dentro de sus propios centros de datos o en la infraestructura de un socio local de confianza.  

La soberanía digital no es un destino, sino un viaje continuo. Requiere una estrategia a largo plazo, inversión en talento y un compromiso con la innovación.

Para España y Portugal, la colaboración entre el sector público, el sector privado y la comunidad de código abierto son la clave para construir un futuro digital en el que nuestra tecnología refleje nuestros valores, proteja nuestros intereses y potencie nuestra capacidad de competir en el escenario global. 

***Julia Bernal es country manager para España y Portugal y líder de la región mediterránea de Red Hat.