Con el final de las vacaciones escolares y la llegada de septiembre, muchas familias afrontan un periodo de gran tensión. No solo deben gestionar todas las gestiones asociadas a la “vuelta al cole”, sino que, además, se enfrentan al reto de restablecer normas y límites en el uso de la tecnología tras un verano en el que, en muchos casos, se ha producido un uso excesivo de dispositivos.
Algunas familias han logrado mantener un equilibrio saludable entre momentos de conexión digital y actividades de ocio presencial, e incluso han conseguido que sus hijos disfruten de periodos prolongados sin pantallas.
Otras, sin embargo, se han visto obligadas a permitir un acceso más libre a dispositivos durante las largas jornadas de vacaciones. Ahora, con la vuelta a la rutina, surge la pregunta: ¿cómo podemos restablecer hábitos digitales sin generar conflictos familiares?
Salvo situaciones que requieran orientación profesional, la mayoría de los niños y adolescentes se adaptarán sin problemas a los cambios tras el verano. La estrategia más eficaz consiste en introducir los cambios de manera progresiva, involucrando a los propios menores en el proceso. Si los adultos experimentamos un “síndrome posvacacional” tras unas semanas de desconexión de la rutina laboral, resulta lógico que los niños también necesiten un periodo de ajuste gradual tras más de dos meses dedicados a actividades que disfrutan plenamente.
Establecer normas y rutinas relacionadas con el uso de dispositivos digitales puede generar cierta tensión, pero si se realiza mediante diálogo y escucha activa, es posible fomentar un clima de cooperación y minimizar los conflictos. Algunos principios fundamentales son:
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Negociación sobre imposición: La imposición de límites rara vez resulta eficaz. Explicar a los hijos el porqué de las decisiones y consensuar las normas, aumenta la cooperación y la disposición a cumplirlas.
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Momento adecuado para la conversación: Evitar los momentos de tensión, como tras un regaño por uso excesivo de dispositivos, y buscar espacios tranquilos para dialogar.
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Coordinación parental: Acordar previamente con el otro progenitor las normas de uso digital, especialmente en familias con custodia compartida, para garantizar coherencia entre hogares.
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Flexibilidad y planificación: Establecer cuándo y cómo se podrán usar los dispositivos durante el periodo escolar, distinguiendo entre días laborables, fines de semana y festivos
El tiempo recomendable frente a pantallas depende del contexto educativo y de la edad del menor. Por ejemplo, un estudiante que pasa muchas horas en el aula frente a dispositivos debería permanecer menos tiempo adicional de ocio digital en casa. La mayoría de los estudios coinciden en que el ocio digital no debería superar las dos horas diarias en días lectivos (no más de una hora para los menores de cinco años).
Además, es fundamental que los menores comprendan que estos límites buscan proteger su bienestar físico y psicológico, y que los adultos también practican autocontrol digital como ejemplo. No cabe duda de que los menores aprenden por imitación y, por ello, debemos ser los primeros referentes para nuestros hijos, con y sin tecnología.
Entre las pautas para el bienestar digital familiar, hay de establecer una rutina unos horarios marcados para todas las actividades de los menores, también con el tiempo que va a poder utilizar los dispositivos tecnológicos: tiempo para tareas escolares, actividades extraescolares, actividades deportivas y el tan importante tiempo de ocio o juego libre.
Siempre adecuados a la edad y madurez del menor, pactar unos tiempos de uso de los dispositivos digitales (consola, tableta o móvil), enseñándoles la importancia del autocontrol y el uso moderado y saludable de la tecnología.
Asimismo, establece unos espacios libres de pantallas en casa, como dejar fuera los dispositivos en la mesa durante las comidas o cenas, cuando haya una reunión familiar o de amigos y, muy especialmente, en sus habitaciones.
Acuerda con ellos no usar ningún dispositivo tecnológico una hora y media, o dos horas, antes de irse a dormir para asegurarnos un buen descanso, evitando trastornos del sueño, así como una bajada de su rendimiento escolar, capacidad de atención y concentración, entre otras.
Desactiva las notificaciones de las apps y plataformas que utilicen los menores y pon el “modo avión” por las noches en el dispositivo en el caso de que no puedas dejarlo fuera de su cuarto.
Fomenta un ocio saludable sin pantallas con actividades que potencien habilidades personales y sociales en el menor: deporte, juegos o actividades en familia, lo que, además, os servirá para compartir más tiempo juntos.
Aunque hay herramientas útiles de control parental, la mejor estrategia es el acompañamiento activo de los padres. La presencia, orientación y escucha activa permiten que los menores desarrollen autonomía, responsabilidad y autocontrol en el uso de la tecnología.
No se trata sólo de supervisión, sino de ofrecer tiempo de calidad, promoviendo relaciones sólidas y la capacidad de disfrutar de la tecnología de manera saludable.
Educar a los menores en el uso consciente y responsable de la tecnología es un proceso gradual, que requiere coherencia familiar y participación de los hijos. De este modo, no solo se previenen riesgos asociados al empleo excesivo de pantallas, sino que también se fomenta un bienestar digital que acompaña su desarrollo personal y académico.