Miguel Torres Tavara.
Cuando la IA no es ciencia ficción: la transformación silenciosa de las áreas corporativas
Durante años, la narrativa tecnológica ha centrado sus focos en los casos de uso más espectaculares de la inteligencia artificial: coches que se conducen solos, algoritmos que componen música o robots que hacen tareas domésticas.
Pero mientras estas historias copaban titulares, una transformación más silenciosa —y quizá más profunda— se venía gestando en los pasillos menos visibles de las organizaciones y sus áreas de Compras, servicios centrales de IT, departamentos legales o unidades de compliance. La revolución ha llegado también ahí, y lo ha hecho para quedarse.
En el contexto de las grandes multinacionales, con decenas de miles de empleados, múltiples jurisdicciones y procesos administrativos complejos, la IA ha dejado de ser un experimento para convertirse en una herramienta crítica de eficiencia, orden y gobernanza. Hoy, los sistemas de IA generativa, el procesamiento del lenguaje natural y la automatización cognitiva están empezando a redefinir cómo se toman decisiones en Compras, cómo se gestionan los contratos o cómo se asegura el cumplimiento normativo en tiempo real.
En el área de Compras, por ejemplo, el potencial de las soluciones con IA ha permitido aumentar las capacidades de análisis de los empleados por cuatro, cruzar millones de datos para recomendar propuestas de contrato, evaluar riesgos, analizar históricos de negociación o proponer redacciones contractuales más sólidas. Esto se traduce en una toma de decisiones más informada, menos subjetiva y mejor alineada con los objetivos contractuales, de eficiencia o seguridad de la compañía.
Para los equipos de IT de estas corporaciones, el desarrollo de herramientas de inteligencia artificial propias ha permitido garantizar el control absoluto sobre la seguridad y la privacidad de los datos, algo especialmente crucial en sectores regulados y con grandes volúmenes documentales.
En el ámbito legal, las aplicaciones de IA permiten analizar cláusulas contractuales, identificar riesgos asociados o realizar comparativas entre acuerdos, todo en cuestión de segundos. El impacto no es menor, hablamos de miles de contratos al año que, sin estas herramientas, exigirían una inversión enorme en tiempo humano, con la consiguiente exposición a errores u omisiones.
Para los responsables de estas áreas de una empresa con presencia en diferentes países o continentes, esto supone pasar de una lógica reactiva a una lógica preventiva y estratégica.
La clave de esta evolución no está solo en la automatización de tareas, sino en la capacidad de transformar la forma en la que las personas trabajan. Donde antes se requerían días para revisar documentación, hoy se pueden obtener insights inmediatos que permiten dedicar ese tiempo a tareas de mayor valor añadido. Esta redistribución del talento humano es uno de los grandes beneficios invisibles de la IA corporativa, la tecnología no sustituye, sino que habilita.
Pero hay más. En entornos empresariales altamente regulados y con estructuras complejas, como los servicios de seguridad, salud, finanzas o transporte, uno de los retos más relevantes es la coherencia y el cumplimiento normativo. La IA puede ser la gran aliada para construir un marco de gobernanza del dato robusto, adaptativo y auditable.
Ahora bien, esta transformación no se logra con un simple plug&play. Requiere de una estrategia clara, inversión sostenida y, sobre todo, una aproximación cultural adecuada. La confianza en estos agentes inteligentes nace del uso, de la mejora continua y de la comprensión por parte de los equipos. Lo más innovador no es ya tener la herramienta, sino conseguir que forme parte natural de la dinámica diaria, sin fricciones.
Quizá por eso las iniciativas más exitosas en este terreno no son aquellas que colocan la IA en el centro del discurso corporativo, sino las que, con discreción, han sabido integrarla en procesos reales y problemáticas cotidianas. La gran paradoja de esta revolución es que su éxito se medirá no tanto por lo que se vea, sino por lo que ya no haga falta preguntar o revisar.
De esta forma, estamos entrando en una nueva etapa donde la inteligencia artificial se convierte en una palanca de valor transversal, más allá del producto o del cliente final. Su nuevo potencial reside en mejorar la vida del profesional que gestiona un contrato, responde una duda legal o analiza un proveedor. Porque cuando la tecnología transforma lo invisible, los beneficios se multiplican de forma exponencial.
*** Miguel Torres Tavara es director global de Transformación y CIO de Prosegur.