Javier Fernández, responsable del John Deere Parla Innovation Center.
El campo se encuentra hoy en una encrucijada. Por un lado, la sociedad demanda cada vez más una reducción del precio de los alimentos.
Por otro, el contexto internacional viene marcado por la creciente volatilidad del coste de insumos y materias primas, así como de la energía y la logística. Una presión dual que compromete seriamente la rentabilidad de muchas explotaciones agrícolas. A ello se suma un clima impredecible y extremo, que agudiza los riesgos productivos y añade más incertidumbre a la cuenta de resultados de agricultores y ganaderos.
En este contexto, el dilema que el sector agroalimentario debe resolver no se limita solo a cuánto producir, como ocurría en el siglo XX, sino cómo hacerlo de forma sostenible, eficiente y resiliente.
Frente a este desafío, la Agricultura 4.0 se está consolidando como respuesta a estos retos y, al mismo tiempo, a otros como la seguridad alimentaria, o la escasez de recursos del sector primario. En este sentido, la Agricultura 4.0 propone un enfoque disruptivo: emplear la tecnología para racionalizar todas las actividades agrícolas. En otras palabras, facilitar al agricultor información útil y valiosa para ejercer un manejo más preciso, eficiente y sostenible de los cultivos.
La Agricultura 4.0 integra un amplio número de campos tecnológicos con múltiples aplicaciones en las explotaciones, posibilitando la recopilación y el análisis de una gran cantidad de datos para efectuar una toma de decisiones más inteligente. Satélites, drones, cámaras y estaciones meteorológicas son algunos de los gadgets que se están sumando al trabajo de campo, junto con plataformas de gestión agronómica y softwares para la automatización de procesos.
Estos sistemas monitorizan en tiempo real variables como la humedad del suelo, el estado nutricional de la planta o la presencia de plagas, para proporcionar información esencial para ajustar los tratamientos de riego, fertilización o aplicación de fitosanitarios.
Además, permiten comparar históricos de producción y diseñar estrategias basadas en predicciones climáticas y de producción. El resultado es un aumento considerable del rendimiento del cultivo, gracias a una atención mejorada de las necesidades de cada planta, y una optimización en el uso de insumos, reduciendo los costes y minimizando el impacto ambiental.
En lo referente a los sistemas de riego de precisión, por ejemplo, la implementación de estos avances ajusta el suministro hídrico en función de parámetros como el flujo de la savia, la evapotranspiración o la humedad del suelo, ganando en precisión y evitando el desperdicio.
En la fertilización variable, los mapas de prescripción generados a partir de datos recogidos por sensores de suelo, o del vigor y la salud de las plantas recogidos por satélite, optimizan la aplicación de nutrientes y micronutrientes. En el mismo sentido, la integración de modelos predictivos con IA ayuda en la planificación de siembras y cosechas, limitando la exposición a riesgos climáticos.
Algunas de estas soluciones se están desarrollando ya en nuestro país, situándolo como punta de lanza del ecosistema AgroTech mundial. Entre otros campos, somos referentes en el desarrollo de tecnologías avanzadas para simplificar y mejorar la gestión del agua: sensores de suelo y presión, caudalímetros y dispositivos de IoT que, conectados a plataformas en la nube, posibilitan una gestión más precisa y eficiente del riego, y que ya están alcanzando ahorros del 50% en el uso del agua.
Nuestro campo también está incorporando algoritmos capaces de contar y de estimar el volumen de la copa de los olivos a través de tecnologías de teledetección satelital. Una innovación que permite conocer la dimensión y el vigor del árbol para evaluar la dosis exacta de nutrientes que precisa. De esta manera, se reduce el gasto en fertilizantes y se incrementa el rendimiento del cultivo.
En cuanto al desarrollo de maquinaria agrícola inteligente, existen tecnologías de IA que detectan las malas hierbas en los campos de maíz y cereal para que el pulverizador trate solamente esta zona en concreto, en lugar de toda la parcela.
Un avance que, pese a no tener sello español, ha pasado de ser una promesa inimaginable a una realidad ya palpable con la que nuestros agricultores logran optimizar hasta un 70% la aplicación de fitosanitarios.
Considerando estos avances, la Agricultura 4.0 supone una importante oportunidad para modernizar el campo español, potenciando su competitividad en un momento de alta exigencia. Su adopción no solo garantizará la viabilidad económica del sector, sino que contribuirá a la creación de una agricultura más sostenible y resiliente de cara al futuro.
No obstante, para abordar de manera efectiva esta transformación es preciso superar varias barreras. Primero, acelerar la capacitación digital de nuestros profesionales para que adquieran competencias en el uso de herramientas digitales y la interpretación de datos agronómicos. Un apartado que se puede abordar impulsando el asesoramiento técnico y el desarrollo de programas formativos, que cobran vital importancia.
Y, en segundo lugar, resolviendo la falta de capital que imposibilita el acceso real a la tecnología. Un impedimento general que resulta más evidente en las explotaciones de menor tamaño. Para ello, la Administración debería priorizar la adopción tecnológica como primer punto en el programa de ayuda al campo. Y comercializadores y fabricantes deberían desarrollar modelos de negocio más atractivos que incentiven la adopción. Es el caso de las suscripciones, que suponen una alternativa a los cuantiosos desembolsos por la compra de productos, o propuestas aún más avanzadas como cobrar solo por las hectáreas trabajadas con la tecnología. Nuevas vías de abordar la tenencia tecnológica cuya cuota representa una ínfima parte del ahorro total que estas innovaciones generan al agricultor.
En definitiva, la Agricultura 4.0 representa el futuro del campo. Una oportunidad para seguir apostando por la modernización como motor de competitividad y progreso hacia unas explotaciones más eficientes, competitivas y sostenibles.
Pero este potencial solo se materializará si se acompaña de un entorno favorable, con políticas e inversión que hagan de la digitalización una promesa alcanzable para todos los agricultores. La clave no está solo en la transformación, sino en garantizar que la agricultura española en su conjunto avance al mismo ritmo hacia el futuro.
***Javier Fernández es responsable del John Deere Parla Innovation Center.