José Andrés López de Fez, vocal del Comité de Sociedad Digital del Instituto de la Ingeniería de España (IIE).

José Andrés López de Fez, vocal del Comité de Sociedad Digital del Instituto de la Ingeniería de España (IIE). IIE

Opinión

De la máquina de vapor al gemelo digital

José Andrés López de Fez
Publicada

Hace 120 años, la ingeniería española se organizó alrededor del Instituto de la Ingeniería de España (IIE) para dar respuestas a un país que comenzaba a electrificar ciudades, tender ferrocarriles y construir presas modernas. Las principales titulaciones de ingeniería llevaban ya varios años en marcha, con el acero, el hormigón y la regla de cálculo como principales elementos de su caja de herramientas. La de hoy añade datos, algoritmos y, cada vez más, lenguaje natural. El objetivo de servir mejor a la sociedad sigue siendo el mismo, pero lo que sí ha cambiado son las palancas con las que reducimos tiempos, errores y coste total en sistemas cada vez más complejos. 

La ingeniería es el motor silencioso del progreso. Cuando funciona, la vida cotidiana se vuelve más segura, más cómoda y más productiva. Pero la tecnología también configura el modelo de sociedad de cada época. El ferrocarril dibujó la geografía económica, la electrificación extendió el tiempo útil del día, y la automatización transformó fábricas y oficios. Hoy en día, la digitalización y la inteligencia artificial (IA) están reconfigurando cómo decidimos y cómo trabajamos. 

Además de la capa física (materiales, máquinas, infraestructuras) y la de información (datos y algoritmos), cada vez más trabajamos con una tercera: la semántica, el lenguaje como interfaz operativa. Con los LLM (modelos de lenguaje basados en IA), una intención expresada en lenguaje natural puede convertirse en acciones técnicas verificables y con trazabilidad, como consultar datos, simular escenarios, programar una tarea o proponer una maniobra. El ingeniero actúa como traductor entre intención y ejecución, entre las restricciones del mundo real y lo que la máquina puede hacer considerando sus condiciones de contorno, tanto de diseño como de operación. 

Por otra parte, la innovación es un continuo de exploración, prueba y despliegue, cuyo objetivo final es que se vea en el día a día. Y se nota sobre todo cuando reduce los reprocesos, los accidentes, las esperas, etc. y ofrece mayor calidad a la primera. Ya lo vemos en células de fabricación que combinan robótica colaborativa con rediseño ergonómico, en mantenimiento predictivo que evita paradas largas, en obra civil que usa sensores para ajustar prestaciones, o en hospitales que planifican camas y quirófanos con analítica de capacidad. No se trata de añadir capas de software, sino de rediseñar el flujo de trabajo para que las personas aporten su mejor parte y las máquinas hagan lo repetitivo y lo inseguro. 

La digitalización que funciona mejora el trabajo de las personas. La ingeniería de telecomunicaciones, junto con la más reciente ingeniería informática, crea la infraestructura necesaria para que todos los procesos de digitalización y transmisión de datos sean posibles. Un gemelo digital de una planta energética es útil si anticipa fallos y propone acciones comprensibles para operadores reales. Un sistema de gestión de flotas en logística aporta valor si reduce kilómetros en vacío, ajusta rutas a ventanas horarias y muestra en un panel fácil de entender qué decisión es mejor ahora, no dentro de una hora. En agricultura y silvicultura, la combinación de teledetección, sensores de humedad y modelos de crecimiento puede ahorrar agua, fertilizantes y combustible, y a la vez mejorar la salud del suelo y la prevención de incendios. En ingeniería naval, los gemelos digitales de buques y la optimización en tiempo real de rutas y velocidad reducen consumo y emisiones, facilitando también el mantenimiento predictivo de motores y casco. Y en ingeniería aeronáutica, la planificación de mantenimiento basada en datos y la optimización de trayectorias y combustible mejoran puntualidad y seguridad. De nuevo, tecnología para simplificar lo complejo, no para complicarlo. 

Para que esa simplificación cale en el día a día, importa tanto la técnica como la forma de introducirla. En este sentido, la economía de la conducta aporta herramientas prácticas al establecer que tendemos a seguir lo que viene por defecto y a posponer lo que exige pasos extra, por lo que implantar bien es elegir buenos parámetros por defecto, quitar clics innecesarios o mostrar con métricas simples la pérdida evitable, ya sea energía, tiempo, merma u otra. Cuando la mejora se ve, la inercia de mantener el statu quo cede y, si además los incentivos premian compartir datos y aprendizaje en equipo, el despliegue avanza. 

Por su parte, los modelos de lenguaje abren una frontera distinta y hacen que el lenguaje ahora también afecte a cómo operan sistemas complejos. Un buen prompt no es literatura. Es ingeniería de requisitos expresada en lenguaje natural. En logística, describir con precisión restricciones y prioridades permite que un agente de IA explore opciones que un humano no ve bajo presión. En energía, explicar objetivos de operación como seguridad, coste marginal o emisiones, hace posible que el sistema recomiende maniobras razonadas. La clave está en gobernar datos, versiones y trazabilidad para saber por qué una recomendación es la que es, poder auditarla y mejorarla. 

Si el lenguaje configura el pensamiento, cuidemos el lenguaje con el que modelamos la realidad. Y si la tecnología configura la sociedad, cuidemos la tecnología que elegimos. Cuando lenguaje y tecnología confluyen como en los LLM, el lenguaje deja de ser solo comunicación para convertirse en interfaz de operación. Así, una instrucción bien formulada puede consultar datos, coordinar tareas y activar procesos. Eso desplaza parte del poder hacia quien define las palabras y los parámetros, convierte sesgos lingüísticos en sesgos operativos y hace de la claridad expresiva una competencia técnica. Bien utilizado, abre la puerta a que pymes y administraciones trabajen con sistemas complejos desde una interfaz natural. Mal utilizado, genera cajas negras persuasivas que parecen razonables sin serlo. De ahí la importancia de trazabilidad, estándares abiertos y validación humana en los puntos críticos del proceso. 

Los últimos avances tecnológicos están redibujando las fronteras entre el trabajo que realizamos las personas y el que realizan las máquinas. Bajo el paradigma de la Industria 5.0, personas y máquinas trabajan en tándem, y los robots colaborativos (cobots), la visión artificial y la fabricación aditiva permiten personalización sin disparar el coste. En energía, la flexibilidad manda en temas como el almacenamiento y la gestión activa de la demanda y redes inteligentes para integrar renovables con seguridad y eficiencia. En logística, la autonomía supervisada y los gemelos logísticos reducen tiempos y emisiones. En agricultura y silvicultura, la bioeconomía y la monitorización continua ayudan a producir más con menos insumos, y a cuidar el territorio. Todo ello exige ciberresiliencia desde el diseño y una ética operativa que evite sesgos y opacidades. Si el sistema recomienda, el responsable debe comprender qué está aceptando. 

España tiene mimbres para jugar bien esta partida. Cuenta con tejido de pymes industriales con capacidad de adaptación, empresas tractoras que arrastran cadena de suministro, universidades y centros tecnológicos de prestigio, y una red de infraestructuras que nos conecta con Europa y con Iberoamérica. Donde de verdad nos jugamos la ventaja es en tres frentes: talento híbrido (gente que entienda planta y dato); estándares abiertos que eviten dependencias costosas, y compras públicas que premien resultados y no solo especificaciones. 

Cierro volviendo al principio. La ingeniería es un compromiso con el tiempo bien usado. En 120 años hemos pasado de la regla de cálculo a los modelos de lenguaje, de la máquina de vapor a la conquista de Marte. Pero el oficio sigue siendo el mismo: entender el problema, elegir bien las restricciones y construir soluciones que funcionen a la primera, a poder ser con elegancia. Al final, innovar es hacer que trabajar mañana, movernos, curar o cultivar sea más sencillo, más seguro y con menos coste global. Ese es el progreso, nos interesa a todos. El que se nota cuando la vida cotidiana va un poco mejor que ayer. 

***José Andrés López de Fez es vocal del Comité de Sociedad Digital del Instituto de la Ingeniería de España (IIE).