No va a gustar lo que viene a renglón seguido: el sector digital se ha instalado en una suerte de estado vegetativo a la espera de que el propio devenir tecnológico o el gobierno lo despierten de su letargo. Esa sensación de expectación eterna sobrevoló el 39º Encuentro de la Economía Digital y las Telecomunicaciones en Santander, donde abundaron las temáticas y las promesas, los diagnósticos y las reflexiones. Pero, al mismo tiempo, quedó flotando la incómoda conclusión de que todo se analiza, todo se diagnostica… y casi nada se pone realmente en marcha.

Como cada año, el evento de la patronal Ametic sirvió de rentrée para la industria tecnológica española; entre cafés apresurados en los claustros de la UIMP y debates en un Paraninfo que ya es casi patrimonio del sector. Donde, como viene siendo costumbre, pudimos constatar la vitalidad de una industria que crece sin parar y que corre, cual ironía, el peligro de vivir instalada en la expectación.

La parte política dejó más titulares por lo que faltaba que por lo que se dijo. El ministro de Transformación Digital, Óscar López, no apareció, y la secretaria de Estado María González Veracruz intentó tapar la ausencia con un anuncio concreto: 87 millones de euros para smart cities. Sirvió de titular, pero no disipó la sensación de vacío que López ha propiciado.

Francisco Hortigüela, presidente de Ametic, había marcado la línea unos minutos antes: la digitalización no necesita más discursos, sino menos trámites y más acción. Un mensaje que encontró eco en Jordi Hereu, ministro de Industria, que se quejó del bloqueo político a la Ley de Industria. Y que repitió, con otra melodía, el secretario de Estado de Ciencia, Juan Cruz Cigudosa: récord de inversión en I+D+I y 27.000 empleos nuevos al año, sí, pero la transferencia de conocimiento sigue atascada. La foto de familia institucional sonaba a déjà vu: diagnósticos más o menos evidentes, algún que otro honorable pero insuficiente esfuerzo y soluciones de calado que nunca llegan.

La promesa de la IA

Para sorpresa de nadie, la inteligencia artificial fue la estrella indiscutible de esta edición. En las sesiones de la mañana, Microsoft y Salesforce pintaron escenarios ambiciosos: una “economía de la IA responsable”, una “Agentic AI” capaz de transformar la forma en que trabajamos. Pero el auditorio reaccionó con una mezcla de entusiasmo y cautela.

La ducha de realidad llega al bajar esas promesas a la realidad del tejido productivo y comprobar que apenas hay casos de éxito reales y a escala de la inteligencia artificial. Máxime si nos centramos en las pymes, esenciales en la configuración empresarial de nuestro país.

Alibaba, Sage, Wolters Kluwer, Shein y Samsung coincidieron en que el futuro digital del país pasa por ellas. Pero todos reconocieron lo mismo: falta acompañamiento real, financiación y formación. El discurso lleva años repitiéndose, pero la brecha sigue ahí. El contraste con las grandes cifras macroeconómicas resulta evidente: el PIB digital crece, pero miles de pequeñas empresas aún trabajan con hojas de cálculo como en los noventa.

Conectividad, ¿para qué?

Donde sí hubo consenso fue en la buena conectividad de la que España puede presumir. El secretario de Estado Antonio Hernando desplegó los números: 95% de fibra, 86% de cobertura rural, 95% de 5G y 1.257 millones en ciberseguridad. Pocos países europeos pueden presumir de algo similar. Eso sin contar con Amazon y su Proyecto Kuiper, que nos recuerda que la conectividad no acaba en la fibra: hay un cielo de satélites compitiendo por completar la red.

Pero en cuanto acabó el aplauso, llegó la pregunta inevitable: ¿y ahora qué? AWS, Google Cloud, BT y Cloudera pusieron el foco en el dato: gobernanza, valor añadido, servicios inteligentes. Porque una autovía sin coches no sirve para nada, toca dar el salto a la capa digital, que realmente es diferenciadora y donde se mueven los grandes negocios. Y en ella, como vemos, la expectación reina sobre la acción.

Con una excepción, el sector de la defensa. Lo que hasta hace poco era un tema lateral, ahora se encara sin rodeos: las tecnologías duales (civiles y militares) pueden convertirse en una palanca de inversión e innovación. La guerra en Ucrania y la ola inversora europea han cambiado el marco. El sector tecnológico español empieza a asumir que el futuro industrial también pasa por ahí, guste más o menos.

Podríamos seguir tocando temas como que la falta de talento digital es una urgencia, que los procesos administrativos ahogan la innovación, que España se juega su papel como puente entre Europa y Latinoamérica en los próximos años. Que necesitamos más cooperación público-privada. Que si la salud digital será la panacea para el sistema sanitario público (mientras sigue sin estar interconectado). O que debemos alinear las regulaciones para que protejan nuestros derechos europeos sin ahogar la innovación.

Pero sería dar vueltas a los mismos asuntos que llevan ocupando la agenda durante la última década.

Con ello, la conclusión era compartida por muchos en los pasillos del evento: el sector ha mostrado músculo (inteligencia artificial, conectividad, defensa, salud, cuántica, Iberoamérica...) Empero, también muestra un denominador común: se habla mucho de lo que vendrá, mientras lo urgente sigue esperando.

El peligro es evidente: instalarse en la expectación, en la promesa constante de lo que llegará “pronto”. La industria digital no nació para esperar. Si el país se queda quieto ahora, corre el riesgo de que la ola le pase por encima justo cuando más preparada estaba para surfearla.