Hace unos días se presentó la nueva versión mejorada de la IA de OpenAI, el GPT5. Estuve pidiéndole que me indicara varios razonamientos. Como tardaba, escribía el prompt y a la vez fui a poner la lavadora y la Thermomix. Todos los robots a la vez programados para lavar, cocinar y razonar.
Primero fueron las tareas físicas. Robots para cocinar, fregar, aspirar o para fabricar coches. Herramientas que nos liberaron de trabajos repetitivos y pesados. Ahora, la automatización ha dado un paso más: empezamos a robotizar también nuestras tareas intelectuales.
Los sistemas de inteligencia artificial generativa, capaces de procesar información, resumir documentos o generar ideas, están ocupando un nuevo espacio: el de nuestro razonamiento cotidiano. Igual que una Thermomix combina y cocina ingredientes sin que estemos pendientes, estas herramientas combinan datos, estructuran ideas y nos entregan un resultado listo para revisar.
Durante décadas, la automatización se centró en reducir el esfuerzo físico: la lavadora, el lavavajillas, el robot aspirador. El siguiente paso ha sido reducir el esfuerzo mental repetitivo: buscar información, ordenar contenidos, redactar borradores, un pensamiento asistido o a lo que aspiran algunos, la inteligencia aumentada.
En la cocina, tener una buena máquina no sirve de nada sin una receta clara. Con la inteligencia artificial ocurre lo mismo: el prompt (instrucción) es esa receta que guía el proceso. Y ya existen auténticas librerías de prompts, igual que existen libros de cocina: colecciones de instrucciones probadas que nos permiten sacar el máximo partido a la herramienta. De ahí que es importante, saber cómo funciona con la ingeniería de prompts. Saber formular instrucciones precisas y adaptarlas al contexto marcará la diferencia entre un resultado mediocre y uno excelente.
¿Significa esto que deleguemos el razonamiento? En parte, sí. Delegamos las operaciones más mecánicas: buscar patrones, resumir información, proponer estructuras. Pero el juicio final, la validación y la creatividad deberían seguir siendo humanos. Lo interesante es que estamos entrando en una nueva forma de trabajar que podríamos llamar trabajo mixto: una combinación de razonamiento humano y razonamiento máquina.
Esto no debe significar que dejemos de razonar, igual que tener un robot de cocina no significa que dejemos de cocinar. Significa que parte de la carga mental se externaliza. Algunos expertos lo llaman descarga cognitiva: liberar recursos mentales para dedicarlos a tareas más creativas o estratégicas. En este caso, yo dejé trabajar al GPT5 y me fui a colgar la colada. Como madre y profesional, debo decir que delegar parte de la carga mental que llevo, me ayudaría a conciliar y liberar espacio mental para pensar mejor u otras cosas.
En este modelo, la inteligencia artificial avanza con una parte de nuestro trabajo mientras nosotros hacemos otras cosas. En casa, eso significa que mientras la “Thermomix de pensar” desarrolla un informe, podemos preparar una presentación, atender una reunión o incluso ocuparnos de algo personal. La productividad no crece solo por la velocidad de la máquina, sino por la capacidad de trabajar en paralelo.
La automatización intelectual no solo cambia cómo trabajamos, sino cómo distribuimos el tiempo. Antes, una tarea requería nuestra atención de principio a fin. Ahora podemos iniciar un proceso, dejar que la máquina lo ejecute y retomarlo cuando ya esté avanzado. Es un salto similar al que supuso dejar la ropa en la lavadora y aprovechar ese tiempo para otra cosa.
La robotización de tareas físicas nos liberó de mucho trabajo manual. Ahora, la robotización del pensamiento nos libera de parte del trabajo intelectual dándonos mayor capacidad. El reto está en que no dejemos de pensar y las herramientas no nos superen o aquel que las controla. El reto no es decidir si usamos estas herramientas, sino cómo las integramos en un trabajo mixto en el que la máquina y la persona se complementan. Igual que en la cocina, donde seguimos decidiendo el menú y el toque final, en este nuevo escenario debemos seguir siendo responsables de las decisiones y del sentido de lo que producimos.
La “Thermomix de pensar” no cocina sola nuestra vida, pero puede darnos el tiempo para saborearla mejor siempre que controlemos nosotros los datos, los algoritmos, los usos y sigamos siendo el chef.