Por fin llegan las ansiadas vacaciones de verano. Días más tranquilos, de mar, montaña, o piscina; de paseos, escapadas y viajes -largos o cortos-; y sobre todo, tiempo de calidad para nosotros mismos. Un tiempo para respirar, pensar y reflexionar cómo queremos vivir, en qué podemos mejorar, y qué cambios podemos hacer para que, a la vuelta, nuestra vida, salud y trabajo sean aún mejores y podamos disfrutar más de todo lo que ya tenemos, que no es poco.
Estos días de vacaciones nos ayudarán a ver las cosas de otra forma, con más perspectiva. Una visión no solo a corto, sino también a medio y largo plazo. La que necesitamos para proyectar lo que queremos ser y hacer, y prepararnos mejor para movernos en un entorno global tan complejo como apasionante.
Por un lado, somos la sociedad más avanzada de la historia, en parte gracias a la globalización, que ha democratizado el acceso a bienes de consumo a millones de personas. Una globalización que está en riesgo por el aumento de la tensión geopolítica y los conflictos armados, que sabemos cuando empiezan, pero desconocemos cuándo y cómo van a terminar.
El ser humano progresa a base de descubrimientos científicos, innovación y desarrollos industriales y sociales que mejoran su calidad de vida y su longevidad. Todos los avances, y sobre todo cuando son muy rápidos, generan grandes oportunidades, pero también riesgos e incertidumbre que tenemos que saber identificar y gestionar para poder eliminarlos o al menos minimizar su impacto.
La digitalización, transversal a todos los sectores productivos, es uno de esos avances rápidos que impacta en la economía y a la sociedad de forma directa, transformando nuestra visión del mundo y nuestro día a día.
La digitalización lo transforma todo: nuestra forma de aprender, de relacionarnos, de trabajar, de cuidar la salud y proteger a quienes más queremos. Transforma cómo nos movemos, nos comunicamos, pensamos, creamos, fabricamos, sembramos, cultivamos y cosechamos. Cambia también cómo disfrutamos del tiempo libre, exploramos el mundo, creamos empresas y las hacemos crecer. Nos permite construir ciudades más habitables y sostenibles, proteger el planeta, mejorar los servicios públicos, defender nuestros valores y lograr una justicia más ágil y equitativa. Abre la puerta a una sociedad sin barreras, más inclusiva para las personas con discapacidad. Las oportunidades que ofrece la digitalización son inmensas.
Pero para aprovechar todo su potencial, debemos asegurar que nadie se quede atrás y trabajar juntos para anticipar y minimizar los riesgos. Solo así construiremos un futuro digital más justo, humano y sostenible.
Es fundamental que dediquemos un poco de ese tiempo de calidad de nuestras vacaciones a reflexionar cómo podemos beneficiarnos en nuestro día a día de los avances de la industria digital en áreas como la inteligencia artificial, la ciberseguridad, la nube, el blockchain, la robótica, los gemelos digitales o la realidad aumentada. Y no podemos olvidar el enorme potencial de la computación cuántica, una tecnología emergente tan relevante que la ONU ha declarado 2025 como el Año Internacional de la Computación Cuántica.
Para reflexionar con criterio sobre el impacto de la digitalización, lo primero es conocer los últimos avances tecnológicos y entender su alcance. Después, debemos analizar los procesos de nuestro entorno profesional y personal, identificar dónde tiene sentido aplicar estas tecnologías y cómo pueden generar un impacto positivo real. Todo ello, sin perder de vista los riesgos asociados, que también deben ser comprendidos, anticipados y gestionados con responsabilidad.
Parece muy sencillo, pero la realidad es que para conseguir que la digitalización tenga un impacto positivo en nuestra economía, competitividad y bienestar social necesitamos hacer bien los deberes y mejorar en muchos aspectos. El primero el desarrollo de talento digital y no digital, las infraestructuras y el desarrollo y aplicación de soluciones innovadoras en todos los sectores productivos y en la sociedad.
Para que esto sea posible necesitamos un entorno favorable. Una legislación flexible y fiable, que proteja los derechos fundamentales de los ciudadanos, pero que también fomente la innovación y la competitividad. Políticas de Estado, que trasciendan legislaturas y colores políticos, orientadas a desarrollar el talento, reforzar y modernizar nuestras infraestructuras —de comunicación, energía y transporte—, y a impulsar decididamente la ciencia, la innovación y la industria. Es imprescindible acelerar la digitalización de las pymes, y ejercer un liderazgo real en la transformación digital de todos los sectores productivos, territorios, administraciones públicas y, en definitiva, de la sociedad en su conjunto.
La mala noticia es que el tiempo corre en nuestra contra. Según la propia Unión Europea, llevamos décadas a un ritmo de desarrollo más lento que otras regiones que están apostando fuerte por la digitalización, como Asia o Estados Unidos. Pero como dice el refrán, “nunca es tarde si la dicha es buena”, así que nos toca correr, y mucho, para recuperar el tiempo perdido.
El reto es grande, pero hemos demostrado que nos crecemos antes los retos.
Desde hace ya 39 años, AMETIC, la voz de la industria digital en España, que tengo el honor de presidir, reúne en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en la maravillosa e inspiradora ciudad de Santander a principios de septiembre, a todos los actores clave del ecosistema digital español, europeo y latinoamericano, empresas de oferta y demanda, Administraciones públicas, universidades, parques y centros tecnológicos, asociaciones y colegios profesionales y medios de comunicación, para debatir sobre el presente y el futuro de la digitalización y de su impacto en nuestra economía, nuestra sociedad y en la evolución del estado de bienestar.
Juntos, con mucho talento y con ganas conseguiremos que España sea un referente en el desarrollo y utilización de la tecnología digital en todo el mundo.
Ahora toca descansar, desconectar y recargar energías. Nos vemos en Santander, a principios de septiembre, para compartir nuestras reflexiones veraniegas y empezar el nuevo curso con más fuerza que nunca y con el compromiso de reducir la brecha digital, mejorar nuestra competitividad y multiplicar el impacto social positivo de la transformación digital.