Adrián Heredia, fundador y CEO de Byld.
Durante los últimos seis años al frente de un corporate venture builder, he tenido la suerte de conocer muy de cerca cómo piensan y actúan las grandes corporaciones al abordar la innovación. También, he visto cómo startups ágiles y disruptivas han sido capaces de revolucionar industrias enteras con pocos recursos, obligando a gigantes establecidos a reaccionar rápidamente. Sin embargo, aunque la tentación es grande, copiar directamente a las startups puede no ser siempre la respuesta correcta.
Las corporaciones necesitan, sí, adoptar ciertas prácticas ágiles y abiertas que caracterizan a las startups, pero deben hacerlo adaptándolas a su realidad y sin intentar replicar la superficialidad de una "cultura startup" que no les corresponde ni encaja naturalmente.
Las startups destacan por tres cualidades clave: velocidad, flexibilidad y una obsesión implacable por validar ideas rápidamente con el mercado. A diferencia de las grandes empresas, no tienen procesos interminables ni jerarquías rígidas, lo que les permite pivotar en tiempo récord cuando algo no funciona. Esta agilidad es justo lo que necesitan las corporaciones para no quedarse atrás.
Los corporate venture builders aplican metodologías ágiles que permiten validar rápidamente nuevas ideas mediante experimentos y rápidas iteraciones. Esto evita largos ciclos de desarrollo internos que podrían terminar en fracaso. Las corporaciones pueden incorporar estas técnicas, siempre que acepten genuinamente el error como parte del proceso; cosa que no es nada trivial.
Las startups también tienen mucho que aprender. Las grandes corporaciones poseen activos que una startup tardaría años en construir: redes comerciales sólidas, infraestructura robusta, acceso a capital significativo y un conocimiento del mercado profundo y detallado. Esto facilita escalar rápidamente un negocio y reducir considerablemente el riesgo inicial.
Las empresas emergentes, al colaborar con otras ya consolidadas, aceleran su crecimiento gracias a recursos difíciles de alcanzar por cuenta propia. Una alianza bien estructurada permite aprovechar lo mejor de ambos mundos: la velocidad startup y los recursos corporativos.
Pero no todo vale al "imitar" a las startups. Las grandes empresas suelen caer en trampas frecuentes: crear hubs internos de innovación sin autonomía real, ahogados por procesos lentos y falta de incentivos claros; confundir superficialmente la cultura startup —futbolines y mesas de ping-pong— con la agilidad real y tolerancia al fracaso que implica el emprendimiento; esperar resultados inmediatos sin asumir riesgos reales o aceptar fracasos rápidos, contradiciendo la esencia misma de la innovación ágil. Eliminados casos de fracasos (cierre Hub de Unilever o RWE)
El corporate venture building (CVB) emerge justamente como el puente perfecto entre estos dos mundos. Esta metodología permite a las corporaciones innovar con la velocidad y flexibilidad de una startup, pero con acceso directo a sus potentes activos corporativos.
En este sentido, el modelo de CVB se basa en compartir riesgos desde el inicio (skin in the game), alineando totalmente nuestros incentivos con el éxito del negocio. Este enfoque reduce radicalmente el riesgo al validar rápidamente ideas, encontrar al equipo emprendedor adecuado, y lanzar negocios escalables con apoyo real y tangible desde la corporación.
De esta manera, no solo se mitigan riesgos, sino que se asegura una alineación estratégica total con la corporación desde el primer día, aumentando significativamente las probabilidades de éxito.
Las grandes empresas necesitan urgentemente integrar la agilidad y flexibilidad características de las startups, pero deben hacerlo a su manera y en su propia realidad, no replicando modelos superficiales que no se ajustan a su naturaleza ni a sus objetivos estratégicos.
En este contexto, el CVB ha demostrado ser una herramienta poderosa que permite precisamente esto: integrar lo mejor del mundo startup con lo mejor de las grandes corporaciones. Apostar por esta metodología es una manera inteligente y realista de innovar y diversificar, aprovechando lo mejor de ambos mundos sin caer en trampas comunes.
No se trata de imitar a las startups, sino de pensar estratégicamente como ellas. El resultado no solo es más innovación, sino innovación que verdaderamente transforma negocios.
***Adrián Heredia es fundador y CEO de Byld