Seguramente ya sabéis que soy de un pueblo de la costa barcelonesa, Arenys de Mar, así que no os sorprenderá que a veces me pregunte cuál es el origen del nombre del Mar Mediterráneo o si siempre se ha llamado así. Pues bien, resulta que proviene de la expresión latina Mare Medi Terraneum, que significa "mar en medio de las tierras". Esta denominación describe perfectamente su ubicación, ya que se encuentra rodeado por los continentes de Europa, África y Asia.
Como curiosidad os diré que a lo largo de la historia, este mar ha recibido diferentes nombres debido a su importancia. Los antiguos romanos lo llamaban Mare Nostrum, porque tenían tal dominio de sus costas que para ellos era "nuestro mar". Los griegos lo llamaban igual, pero en su lengua era Mesogeios Thalassa. La verdad es que tiene unos cuantos nombres más, aunque el que me ha llamado especialmente la atención es el usado por los Turcos, Ak Deniz, que significa "mar blanco", en oposición al Mar Negro, ya que ellos identificaban el blanco con el sur y el negro con el norte.
Hace unos días estaba en Málaga y vi una campaña orientada a sensibilizar sobre dónde acaban muchos de los residuos que la gente genera, en los distintos mares y océanos de la Tierra, su eslogan era 'El mar empieza en tierra'. Es algo que hemos oído miles de veces, pero parece que tendemos a olvidarnos de que son absolutamente fundamentales para la vida en nuestro planeta, que cubren el 70% del mismo y que tienen un papel fundamental en la producción de oxígeno, en nuestra meteorología, en la biodiversidad y, por qué negarlo, en nuestra alimentación.
La realidad es que el mar empieza en tierra y que todos los mares y océanos están en medio de las tierras (como decían los antiguos romanos y griegos). Es más, su papel crucial ha ido evolucionando durante siglos y ahora se habla cada vez más de la economía azul. Según el Banco Mundial, la economía azul es "el uso sostenible de los recursos de los océanos para el crecimiento económico, la mejora de los medios de vida y el empleo, al tiempo que se preserva la salud de los ecosistemas oceánicos".
A los escépticos les diré que he leído información de Deutsche Bank explicando que la economía azul ya es una realidad de gran escala. Según WWF, su valor total se estima en 24,2 billones de dólares, y genera un valor económico anual de al menos 2,5 billones, lo que la situaría como la octava economía del mundo si se midiera por separado. Lógicamente, en Europa también genera millones de Euros y de empleos y se prevé que en 2030 crezca al doble de la tasa de la economía global. Acaban diciéndonos que su verdadero valor radica en su capacidad para combinar innovación, desarrollo y sostenibilidad. Invertir en economía azul no solo significa apoyar sectores con futuro, sino también apostar por la regeneración de los océanos como garantía de estabilidad y resiliencia a largo plazo.
Por eso podemos ver empresas conscientes de que el mundo está cambiando y que se preguntan si la infraestructura puede seguir el ritmo. Entre estas empresas hay una que me ha llamado la atención, aunque hay muchas más. Me refiero a Endeavour Infrastructure, una empresa de infraestructura sostenible dedicada a desarrollar tecnologías descentralizadas para la energía, el agua y la recuperación de residuos. Su objetivo es hacer que la energía renovable y el agua limpia sean asequibles y accesibles a nivel global. Se enfocan en la intersección de la energía, el agua, los datos y el transporte, desarrollando soluciones integradas que incluyen su plataforma de Centros de Datos Edged (servicios de coubicación de TI neutros en carbono y sin consumo de agua para grandes empresas), GridBlock (enrutador de energía inteligente que optimiza la carga de flotas de vehículos eléctricos) y Voltek Water (soluciones de bajo coste para agua y aguas residuales utilizando nanotecnología y tecnologías energéticamente eficientes).
Aunque sea muy marketiniano, me gusta su manera de dar visibilidad a una parte fundamental de la cadena de valor, una parte que la mayoría de la gente suele olvidar hasta que falla, me gusta incluso el concepto de inspired infrastructure. Al fin y al cabo, es innegable que necesitamos desarrollar infraestructuras para equilibrar el planeta de manera urgente, necesitamos sistemas resilientes y replicables para impulsar la transición hacia una economía baja en carbono y proporcionar soluciones sostenibles a desafíos globales.