Epifanía Pascual, consultora en Transformación Digital y Cultural.

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Opinión #SOMOSMUJERESTECH

La soledad del que cambia: del Vaticano a la empresa

Epifanía Pascual
Publicada

Esta semana ha muerto el Papa Francisco. Y más allá de la fe o de la religión, su figura ha representado, con una claridad poco habitual, lo que significa intentar cambiar una organización desde dentro. Una de las más antiguas, grandes y resistentes al cambio: la Iglesia Católica.

Francisco quiso mover estructuras milenarias sin romperlas. Cambiar la mirada sin perder el alma. Acercar la institución a los márgenes, hablar de inclusión, de justicia social, de medioambiente. Nombró mujeres en cargos de responsabilidad, pidió perdón por abusos silenciados, defendió a los migrantes y se enfrentó al poder enquistado dentro y fuera del Vaticano.

Y como suele ocurrir con quienes intentan transformar algo desde dentro, no lo tuvo fácil. Lo criticaron los de fuera y, sobre todo, los de dentro. Le llamaron populista, ingenuo, incluso peligroso. Muchos lo apoyaron, claro. Pero muchos otros nunca lo aceptaron. Porque cambiar implica, casi siempre, incomodar. Y porque toda transformación cuestiona privilegios, hábitos y certezas.

Su figura me ha hecho pensar en cuántos líderes —en empresas, organizaciones, proyectos— intentan cada día algo parecido. Cambiar sin romper. Transformar sin perder el sentido. Y cuántos de ellos lo hacen desde la misma soledad.

Hay una frase muy citada en innovación que dice: “What got you here won’t get you there”. Lo que te trajo hasta aquí no te llevará más lejos. Suena simple, pero implica una renuncia profunda: aceptar que lo que nos funcionó en el pasado puede estar impidiendo nuestro avance en el presente.

Ese es el dilema de muchas empresas hoy. Ven que las cosas ya no funcionan igual. Que el cliente ha cambiado, que la competencia es distinta, que el mercado se mueve más rápido, que todo es más digital. Pero en lugar de adaptarse, se aferran a “lo de siempre”. A esa estrategia que un día los hizo grandes. A esa estructura que siempre les dio resultados. A esa manera de hacer las cosas que ya nadie quiere.

Cambiar no duele. Lo que duele es la resistencia al cambio. Lo que incomoda es soltar lo conocido, aceptar la incertidumbre, atreverse a probar sin garantía de éxito. Por eso el cambio suele estar lleno de excusas: “aquí eso no funciona”, “nuestros clientes no lo piden”, “ya lo intentamos antes”. O el clásico: “esto siempre lo hemos hecho así”.

La transformación real no empieza con un software nuevo, ni con una charla motivacional, ni con un logo renovado. Empieza con una incomodidad honesta: la de mirar lo que hacemos y preguntarnos si sigue teniendo sentido. Empieza cuando alguien dentro de la organización decide hacer preguntas incómodas. Cuando un equipo se atreve a probar algo distinto. Cuando un líder se anima a escuchar, incluso cuando no le gusta lo que oye.

He visto empresas medianas cambiar con una agilidad admirable, y grandes compañías paralizadas por el miedo a alterar su propio sistema. También he visto equipos pequeños crear espacios para experimentar, y directivos jóvenes enfrentarse a consejos de administración que prefieren morir de éxito que arriesgar el status quo.

Cambiar desde dentro requiere paciencia, convicción… y mucha resiliencia. Porque los cambios no son siempre bienvenidos. Porque no todo el mundo quiere cambiar. Y porque muchas veces, como Francisco, el que cambia se queda solo.

Francisco incomodó porque no siguió el guión esperado. Porque cuestionó cosas que muchos preferían dejar como estaban. Porque no se acomodó al poder, sino que lo desmanteló donde pudo. Porque cambió el tono, el enfoque, la narrativa.

Lo mismo pasa en las empresas. El que cambia suele ser incómodo. Hace preguntas que nadie quiere responder. Propone caminos que no tienen precedentes. Rompe inercias. A veces acierta, otras se equivoca. Pero lo que nunca hace es quedarse quieto.

No hay transformación sin incomodidad. No hay innovación sin renuncia. Y no hay liderazgo sin riesgo.

Muchos quieren innovación, pero pocos quieren cambiar. Todos quieren resultados nuevos, pero sin alterar lo conocido. Y ahí está el gran reto: transformar una organización no empieza con una gran estrategia, sino con pequeñas decisiones valientes. Con conversaciones incómodas. Con modelos nuevos de pensar, de trabajar, de liderar.

Si lideras una empresa, un equipo, un proyecto… seguramente te hayas sentido alguna vez como Francisco. Intentando impulsar un cambio que pocos entienden. Navegando entre resistencias, inercias, silencios. Dudando incluso de ti. Pero también con la certeza de que no hacer nada ya no es opción.

Quizá este artículo no te dé respuestas claras. Pero ojalá te deje con una pregunta: ¿qué prácticas, ideas o creencias estamos sosteniendo solo porque “siempre ha sido así”? ¿Y qué pasaría si nos atreviéramos a cambiarlas?

La historia de Francisco nos recuerda que transformar algo desde dentro no es fácil. Que muchas veces no se ve, no se aplaude, no se agradece. Pero también nos recuerda que alguien tiene que empezar. Alguien tiene que mostrar que otro camino es posible.

Porque lo que nos trajo hasta aquí, ya no nos llevará más lejos. Y porque seguir igual ya no es una opción.

***Epifanía Pascual es consultora en Transformación Digital y Cultural