En un mundo cambiante, con crisis múltiples, simultáneas e interconectadas, estamos ante una nueva era en Europa marcada por una guerra comercial que se une a otras guerras reales. Pero, como casi siempre, lo urgente se impone a lo importante.
Lo urgente implica velocidad y esta no nos ayuda a poner perspectiva sobre hechos importantes impensables hace solo unos meses, como el movimiento del capital privado y las empresas innovadoras cleantech estadounidenses hacia Europa. Una gran oportunidad. La cuestión es si somos capaces de aprovecharla.
Los inversores en tecnología climática, atraídos hacia EEUU por el Inflation Reduction Act – 369 mil millones de dólares para las cleantech - están ahora volviendo a poner su mirada en Europa.
Sectores como el hidrógeno, vehículo eléctrico, baterías, captura y almacenamiento de carbono, que se beneficiaron de este impulso, son ahora prioritarios en Europa que pone 100 mil millones en juego para escalar tecnología. Una Europa estable para este sector estimula el apetito inversor.
Pero este apetito no garantiza la revolución necesaria de las cleantech, porque muchos de los inversores, siempre priorizando la velocidad, no acaban de entender que la tecnología climática no es una app. Y los gobiernos, por su parte, no están ayudando a proteger las inversiones y atraer el mayor capital posible.
Si bien Europa no carece de innovadores de clase mundial y es la región con más patentes del mundo, nos falta capital riesgo y acceso a deuda para respaldar a las empresas tecnológicas emergentes a escala industrial. Ello hace que las industrias cleantech se reubiquen en otros lugares.
Las cleantech son las fábricas del futuro – acero verde, fertilizantes verdes, plástico reciclado, combustibles sostenibles o e-fuels, almacenamiento- y necesitan fuertes inversiones en infraestructura. Son tecnologías hardware, con una gran inversión de capital, con plazos de desarrollo más largos y, por lo tanto, con mayores riesgos a la inversión que la tecnología software.
Pero, para alcanzar las emisiones cero netas, necesitamos financiar una gran cantidad de proyectos first-of-a-kind (FOAK) y cuanto más rápido, mejor. Los FOAK se refieren a la implementación de una nueva tecnología a una escala comercial significativa con el objetivo de demostrar la viabilidad de la tecnología en una escala industrial.
El "valle de la muerte" de los FOAKs viene porque son proyectos demasiado grandes para los inversores de capital riesgo y demasiado arriesgados para los fondos de infraestructura y capital privado. Ejemplos de FOAKs en tecnología climática incluyen la fábrica de acero cero CO2 de Stegra en Suecia, la planta de eliminación de CO2 de la atmósfera a gran escala de Climeworks en Islandia.
La buena noticia es que muchas de las tecnologías climáticas necesarias para alcanzar el cero neto ya existen: el 90% de las emisiones humanas hasta 2050 podrían ser reducidas con tecnologías climáticas ya existentes.
Pero el 33% de las cleantech todavía no se ha comercializado, según la Agencia Internacional de la Energía. Por lo tanto, el escalado de las tecnologías climáticas es clave si queremos mitigar las emisiones.
Y el capital es vital aquí. Pero la velocidad con la que los inversores quieren rentabilizar su dinero, el modelo tradicional de inversión, no favorece a las tecnologías limpias, ya que se centra en la rentabilidad a medio plazo. Los fondos de inversión suelen operar con un horizonte de 5-10 años, esperando dar salida a sus inversiones mediante una oferta pública inicial o una adquisición.
Esta expectativa no se corresponde con el ciclo de vida del desarrollo de infraestructura lo que explica en gran medida el déficit de inversión en tecnologías limpias en Europa y en la Península Ibérica.
Por ejemplo, debido a la insuficiencia de instrumentos centrados en las tecnologías limpias en España (garantías, de-risking, blending), los fondos de inversión de la coalición de Cleantech for Iberia -que conjuntamente gestionan más de 1.000 millones de euros- no están llegando a las 500 nuevas cleantech ibéricas a velocidad y escala.
Como consecuencia, las startups españolas reciben 70% menos inversión privada que las startups alemanas o francesas, donde los gobiernos están generando instrumentos innovadores para mitigar el riesgo de estos inversores. Países como Alemania o Francia han desarrollado mecanismos de financiación conjunta a startups como la iniciativa WIN en Alemania con más de 3 mil millones o Tibi en Francia, con 7 mil millones. Estos fondos financian proyectos innovadores, first-of-a-kind y ecosistemas industriales.
La mayor paradoja de este momento es que el problema no es el dinero. Hay 37 billones de euros de capital privado en Europa. El problema es la capacidad y disposición del capital para aprovechar oportunidades y asumir riesgos. Europa necesita pools de inversión y capital para las fases de crecimiento empresarial mucho más grandes (Serie B y C), junto con proveedores de deuda y capital paciente dispuestos a asumir mayores riesgos para financiar proyectos de cleantech en su proceso de escalado.
La Comisión Europea está priorizando las inversiones de capital riesgo y capital de crecimiento mediante el plan de la Unión de Ahorros e Inversiones. Impulsar instrumentos de financiación de la UE y del Banco Europeo de Inversiones (BEI) que reduzcan los riesgos y atraigan capital privado para financiar el escalado de las cleantech es imperativo.
Hacer que estas inversiones sean más atractivas para aseguradoras, bancos y fondos de pensiones es aún más importante. Un dato revelador: solo un 0,018% de los fondos de pensiones europeos, que aglutinan los ahorros de los ciudadanos, se invierte en estas tecnologías. Es decir, hay mucho por hacer.
Si bien se ha despertado una conciencia imparable sobre la necesidad de actuar contra el cambio climático, es necesario que los inversores tengan altura de miras, reduzcan su velocidad, eviten el efecto túnel que nos les deja ver lo importante. Estas inversiones son el futuro.
Y sus rentabilidades no van a la velocidad que el resto de inversiones. Necesitamos un nuevo despertar de conciencias, donde lo urgente no se imponga a lo importante, que es darnos cuenta de que las tecnologías son la solución a una triple ecuación: seguridad, competitividad y descarbonización. ¿Puede haber una inversión más rentable? Piensen despacio y obtendrán la respuesta.