Veo con preocupación que algunas personas quieren poner de moda la doctrina del fanatismo climático para criticar todo lo relativo a la sostenibilidad y me pregunto si todas las palabras acabadas en -ismo acaban igual.
La respuesta puede parecer una obviedad, pero no es tan evidente. Si buscamos el significado del sufijo ismo usado para crear sustantivos en el Diccionario de la lengua española vemos que proceden del latín -ismus, y este del griego -ισμός -ismós. Nos indican que dichos sustantivos suelen significar 'doctrina', 'sistema', 'escuela' o 'movimiento'; y que también significan 'actitud', 'tendencia' o 'cualidad'. Egoísmo, individualismo, puritanismo. Más allá de formar sustantivos que designan actividades deportivas (atletismo, alpinismo…), que designan realidades científicas, 'situación' o 'condición'.
A veces digo que no me gustan los ismos por todo lo que implican, pero eso es injusto en cuanto a que significa demonizar un sufijo por culpa del ruido que generan algunos radicalismos negativos. Sea como sea, no me gusta nada ver que hay quien intenta demonizar al movimiento que está preocupado por el innegable cambio climático.
Sí, lo has leído bien, he usado la palabra innegable. La razón es que es evidente que la meteorología (al igual que la política) se está radicalizando y que, si usamos los datos, no las impresiones, vemos que la Organización Meteorológica Mundial confirma que 2024 fue el año más cálido jamás registrado al superar en cerca de 1,55 °C los niveles preindustriales.
Estoy leyendo un libro titulado El universo consciente: manifiesto para el futuro de la humanidad de Marcelo Gleiser, un astrofísico que realiza un llamamiento urgente a una nueva 'Ilustración' para socorrer a la humanidad mientras nos enfrentamos a la crisis existencial del cambio climático.
En el libro Gleiser argumenta que estamos utilizando el paradigma equivocado para relacionarnos con el universo y entender nuestro lugar en él: nos invita a que adoptemos una nueva perspectiva centrada en la vida, que reconozca lo rara y valiosa que es, y por qué debería ser nuestra misión preservarla y cuidarla.
Su enfoque es interesante porque hace un repaso de cómo ha ido evolucionando lo que pensaban los habitantes de la Tierra desde hace miles de años. Se remonta a los presocráticos y a los estoicos para ir avanzando hasta los momentos en que los pensadores de la época se cuestionaban si la Tierra era el centro del Universo y si todo lo que escapaba al raciocinio humano era cosa de los dioses que veneraban en ese momento o en ese lugar.
Me pareció interesante cuando hablaba de Nicolás Copérnico, porque al final nos damos cuenta de que la transición de la sociedad occidental hacia la Edad Moderna, en su aspecto de cambio de mentalidad hacia la modernidad, significó una nueva consideración de la naturaleza desde un nuevo pensamiento científico, permitido por el uso de la razón humana sin sujeción al principio de autoridad. Lamentablemente, ahora parece que algunos matones (gobiernen oficialmente o desde la sombra en algunos países) quieren imponer su opinión y su ley sin importarles el uso de la razón.
La conclusión de mi reflexión sobre los ismos es que es necesario replantearnos los ideales de la modernidad (tal como dice Gleiser) y usar la ciencia, la razón y la curiosidad para ser conscientes de la manipulación a la que estamos sometidos. A partir de ese punto será más fácil que intentemos pensar sobre lo que es real y lo que es ilusión; sobre lo que nos conviene y sobre lo que les conviene a todos los que enarbolan las banderas del extremismo y del patriotismo.
El verdadero patriota, la verdadera patriota, son esas personas que tienen amor a su patria y procuran todo su bien. Dejemos de pensar que es una cuestión de creencias políticas, porque hay patriotas de todos los colores.