Desde hace ya un lustro, siendo cautos con los plazos, los operadores de telecomunicaciones han estado vendiéndonos las bondades de la 5G. Su baja latencia y su ancho de banda son atributos suficientes para que nos ilusionemos ante un sinfín de nuevos casos de uso, desde coches autónomos hasta servicios de realidad virtual en streaming, pasando por la hiperconectividad de todos los objetos imaginables y por imaginar. Promesas que, especialmente en cuanto a sus aplicaciones empresariales, parecen aún lejanas; no en vano aún faltan por desarrollar estándares clave en estos campos y un despliegue de red mayúsculo que no va a llegar de manera próxima.

Para las 'telco', como Telefónica, Vodafone u Orange, vender este mensaje es clave. Como ya contamos en este mismo medio, los grandes jugadores europeos del sector de telecomunicaciones han perdido alrededor de un 50% de su valor en comparación con 2010. Movistar, sin ir más lejos, está rondando sus mínimos históricos de cotización bursátil. La causa de esta frágil situación es obvia y notoria: la 'commoditización' de su oferta hace que los precios bajen fruto de la competencia y, por ende, su propuesta carezca de una razón que justifique un crecimiento en su facturación. Y es que, por mucho que busquen dotarse de un halo digital, su modelo de negocio es más similar al de cualquier gestor de infraestructuras viales que al de una empresa de base tecnológica.

Ahí es donde la 5G se las prometía como la gran salvadora de las cuentas de las 'telco'. Una nueva generación de redes que no sólo iba a servir para subir los precios a los consumidores al uso, sino que iba a abrir de par en par el melón del negocio empresarial, justo donde más margen de beneficios se puede obtener. Pero había un problema en esta propuesta: la 5G es una gran alternativa para conseguir ese mundo hiperconectado, pero no la única. Y la rivalidad no era una opción si se quería amortizar la enorme inversión que se va a tener que realizar en los próximos cursos.

Así se entiende la estrategia de comunicación que todas las 'telco' han ido gestando en torno a la 5G, incluso obviando aspectos técnicos que la hacen inviable en determinados casos. Por ejemplo, y pese a haber invertido en el pasado en ellas, redes como LoRA (que ya goza de un cierto despliegue y que, además, usa espectro no licenciado y, por ende, puede ser más económica para muchas empresas) han sido desterradas de los discursos corporativos y de los planes de negocio. O el WiFi 6, que se configuraba como una de las mayores revoluciones en la conectividad 'indoor', también ha perdido fuelle frente a la aspiración de que la 5G también dote de conexión a objetos dentro de los edificios.

Precisamente esa falsa competencia impuesta por las 'telco' entre la 5G y el WiFi 6 es especialmente curioosa. Ambos planteamientos se han gestado de forma complementaria, buscando cubrir la conectividad en el exterior e interior de las viviendas y fábricas, respectivamente. Así está contemplado en los propios desarrollos técnicos de la WiFi 6 y falta por definir los estándares de la 5G al respecto, pero también figura en su radar. Existe la tecnología para evitar la fricción al pasar de una red a otra. Y, para más señas, ambas ofrecen bondades similares en cuanto a ancho de banda y latencia.

Pero las 'telco', y muchos medios de comunicación, han tratado de colocar también la 5G como la principal propuesta para conectividad 'indoor' pese a sus numerosos fallos en este sentido. Por ejemplo, la quinta generación de redes móviles sufre de un importante problema de atenuación al dotar de cobertura en espacios cerrados, lo que obligaría en muchos casos a colocar celdas dentro de los propios edificios (más caras que simples puntos de acceso WiFi). Por no contar que el uso de espectro licenciado implica unos mayores costes -y una menor libertad de elección- frente a su (pretendido) rival. O sin hablar de que, en el caso de que convivan diferentes 'telco' en una fábrica, con distintos casos de uso, cada una de estas compañías debería colocar sus propias celdas, aumentando la complejidad de la infraestructura existente en estos entornos, tal y como recordaban expertos de HPE Aruba esta semana al ser preguntados por el tema.

¿Tiene sentido seguir vendiendo un argumentario, el de la 5G como solución omnipotente, cuando no lo es tal? ¿Podrían las 'telco' centrarse en las indiscutibles ventajas de la 5G para la conectividad en exteriores y apostar -como se ha hecho hasta ahora- por la WiFi 6 en interiores? ¿Caerán las fábricas y los entornos empresariales en la trampa de los operadores o claudicarán ante la evidencia de que la convivencia entre ambas redes es la mejor de las opciones? ¿En qué punto quedan las alternativas en exteriores que no usan espectro licenciado? El tiempo lo dirá...