Antoni Forner, ganador del Premio Princesa de Girona de Investigación 2025.

Antoni Forner, ganador del Premio Princesa de Girona de Investigación 2025.

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Antoni Forner, el ingeniero que diseña baterías hierro-aire para almacenar la energía que no se aprovecha de las renovables

El Premio Princesa de Girona de Investigación 2025 lidera en Eindhoven un equipo de electroquímica que ya trabaja en alternativas menos costosas y más eficientes de almacenamiento de energía para verterla en la red eléctrica.

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Las claves

Antoni Forner Cuenca, ingeniero químico, ha sido galardonado con el Premio Princesa de Girona de Investigación 2025 por sus avances en electroquímica, clave para la transición energética.

Forner desarrolla baterías hierro-aire en la Universidad Tecnológica de Eindhoven, utilizando materiales abundantes y estables para almacenar energía renovable.

El equipo de Forner está explorando tecnologías de electrólisis para hidrógeno verde y electrodos porosos para baterías, con varias patentes registradas y planes de industrialización.

El ingeniero destaca que, aunque las tecnologías clave para la transición energética ya existen, el desafío está en superar la resistencia del lobby fósil y escalar estas soluciones.

“En la última década, la electroquímica se ha convertido en una disciplina central para la transición energética, porque nuestra sociedad tendrá a su disposición mucha más electricidad gracias a fuentes como la solar o la eólica”.

¿Y cómo se traduce esto? “La electroquímica, aunque suene complejo, es transformar materia utilizando electricidad. Necesitamos electrificar y descarbonizar procesos humanos: movernos, calentar hogares, producir cemento, acero, plásticos… y hacerlo sin emitir CO2”. “Si los electrones van a ser un recurso abundante, la herramienta para usarlos es la electroquímica”, sentencia.

Quien habla al otro lado de la línea telefónica es Antoni Forner Cuenca. Su voz transmite seguridad y orgullo. Seguridad cuando habla de su trabajo en electroquímica, orgullo al mencionar sus avances en esta rama, que han sido reconocidos este año con el Premio Princesa de Girona de Investigación 2025.

De este galardón -dotado con 20.000 euros en metálico y con las candidaturas ya abiertas para el próximo año- destaca sobre todo “el altavoz y la visibilidad que da a los científicos, que generalmente no estamos acostumbrados a despertar interés y curiosidad”, reivindica al comienzo de la entrevista con DISRUPTORES - EL ESPAÑOL. 

“Es una forma de llegar a mucha gente joven, inspirarles y transmitir un mensaje positivo sobre el papel de la ciencia en la sociedad”. Más aún en su área de estudio, hasta hace poco, como él mismo reconoce,“poco glamourosa”.

"Necesitamos electrificar y descarbonizar procesos humanos, y hacerlo sin emitir CO2”

“Cuando yo estudiaba, la electroquímica se asociaba a la corrosión, un problema industrial importante con una mezcla de física y química, pero que muchos evitaban”, recuerda este ingeniero químico.

Forner Cuenca terminó sus estudios en la Universidad de Alicante en 2013. Tras pasar por el instituto ETH Zürich (Suiza) y el MIT (Boston), ahora lidera el grupo de Materiales y Sistemas Electroquímicos en la Universidad Tecnológica de Eindhoven (Países Bajos), donde también es profesor asociado.

Desafíos en el laboratorio

En Eindhoven, este ingeniero químico desarrolla -junto a un equipo de casi 30 personas de 15 nacionalidades- tecnologías para acelerar esa transición energética. Un propósito que ha marcado su carrera desde el inicio. Cuenta a este medio que ya en la universidad quería dedicarse a algo “con impacto real en la humanidad”, y su interés se centró en el hidrógeno y los problemas de almacenamiento de las energías verdes

En su laboratorio ya trabajan en una batería que dependa sólo de materiales que haya en abundancia. Algo que no ocurre con el litio, el cobalto o el manganeso que, además de su escasez, están concentrados en geografías que generan tensiones geopolíticas. 

Es una batería hierro-aire. El aire no genera costes y el hierro es muy abundante, está distribuido y su precio, a día de hoy, es estable”, apunta. La idea es conectarla a la red eléctrica para volcar la energía generada en las plantas solares y eólicas. “El reto es lograr una alta eficiencia y una larga vida, incluso con una duración de décadas”. 

Además, el grupo ya está dando los primeros pasos para transferir sus investigaciones al mercado con dos posibles spin-offs. La primera está centrada en procesos de electrólisis para producir hidrógeno verde; la segunda, en lo que este ingeniero químico define como “el corazón de las baterías”: electrodos porosos diseñados a escala manométrica.

 “El vector de cambio está, pero el lobby fósil sigue siendo muy fuerte”

En esta última línea de trabajo, ya han registrado tres patentes y han firmado un contrato para pasar de un formato 10x10 cm a superficies de un metro cuadrado. “El objetivo es industrializar esta tecnología, ya sea suministrando electrodos a fabricantes o desarrollando la batería completa, según encaje con los socios y la financiación disponibles”, apunta el ingeniero, pero sin dar nombres de empresas.

Al mismo tiempo, el laboratorio explora la conversión electroquímica de CO2 en etileno, un precursor del polietileno, “de modo que se convierte un gas de efecto invernadero en una materia prima para fabricar plásticos que abre la vía a emisiones negativas en la industria química”, aclara.

Retos geopolíticos

Más allá de lo que ocurre dentro de su laboratorio, Forner Cuenca transmite una postura optimista sobre el futuro energético. Desde sus conocimientos, cree que estamos a las puertas de un “mix” con mucha eólica y solar (“ya más baratas que los ciclos combinados de gas”) y con una gran capacidad de almacenamiento, “tanto en baterías como en hidrógeno u otros productos químicos, como el amoníaco”.

“Las tecnologías clave ya existen; la cuestión es escalar y que haya interés en ello. Gran parte del problema de almacenamiento estaría resuelto con una inversión similar a la que se realizó para, por ejemplo, los rescates bancarios”, compara. Y apunta a un bache que difícilmente se puede sortear: “El vector de cambio está, pero el lobby fósil sigue siendo muy fuerte”. Habla de una “batalla climática contra reloj” que exigirá “liderazgo político y confianza en la evidencia científica”

"Se avecina una transición industrial profunda”

Para este ingeniero, un punto clave será la descarbonización del transporte, que en el caso de los turismos se apoyará, sobre todo, en baterías de iones de litio y nuevas químicas, como el sodio; mientras que el transporte pesado mirará hacia el hidrógeno, según evolucionen los costes y el rendimiento de las baterías. Aquí incluye camiones, trenes e incluso barcos. 

En este terreno, “ya hemos visto disrupciones importantes. Se decía que no bajarían de 150 €/kWh y hoy el mercado se mueve en torno a 80 €/kWh, lo que bate las metas previstas”, señala mostrando de nuevo su entusiasmo.

Sin embargo, señala que hay sectores muy difíciles de descarbonizar. Cita los del cemento, acero y fertilizantes que, según el investigador, podrían suponer el 20–25% de las emisiones de CO2, “y donde se avecina una transición industrial profunda”.

En esa mirada al futuro, el investigador imagina “una red moderna con múltiples fuentes y almacenamiento combinado (baterías, hidrógeno y moléculas energéticas)” como columna vertebral de una nueva etapa energética.