Fue en 'Wake Up, Spain!' (el evento que organizamos cada año D+I, Invertia y EL ESPAÑOL) que Pedro Sánchez dio a conocer el conocido como 'PERTE chip': una ambiciosa hoja de ruta regada con 12.250 millones de euros de fondos europeos para conseguir que nuestro país sea productor de semiconductores y derivados. Un plan ambicioso en términos económicos -es de los PERTE mejor dotados- pero que nació con muchas incertidumbres respecto a los planes de otros países por conseguir lo mismo (desde nuestros propios vecinos europeos hasta EEUU).

Según los datos de la Asociación de la Industria de Semiconductores (SIA), sólo en 2021 se destinaron 148.000 millones de dólares en todo el mundo, un 20% más que en el año anterior. Con ello, el pasado año se anunciaron 26 nuevas fábricas a escala global, a sumar a otras tantas que están ya en desarrollo. La gran mayoría de ellas, localizadas en Asia o Estados Unidos.

Precisamente Estados Unidos es el país que más pasos decididos está dando en estas lides por medio de la Chips for America Act, un plan de 52.000 millones de dólares en financiación estatal para levantar nuevas fábricas de semiconductores. En ese país, compañías como Intel, Samsung, Texas Instruments o GlobalFoundries ya han anunciado la construcción de esta clase de plantas en los próximos años.

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¿Y qué pasa con España y ese PERTE de 12.250 millones que ya no parecen suficientes? Recordemos que este plan era ampliamente demandado por el sector digital patrio (como me comentaba el presidente de la patronal tecnológica, Pedro Mier) y de las propias aspiraciones comunitarias. El empeño del Gobierno no ha sido escaso para sacar adelante iniciativas concretas al calor de este programa, con reuniones frecuentes y muy publicitadas del propio Sánchez, Maroto o Calviño con los líderes de Samsung, Intel, Cisco, Qualcomm y un sinfín más de enseñas.

Pero, tras siete -casi ocho- meses de vida, el 'PERTE chip' apenas ha ofrecido algún resultado tangible. Cisco anunció la instalación de un centro de diseño de chips en Barcelona e Intel una colaboración con el Barcelona Supercomputing Centre para aprovechar sus capacidades de investigación en este ámbito. Fin de la lista.

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El comisionado de este PERTE, Jaime Martorell, adelantaba -en entrevista con D+I- que este año arrancarán diferentes requerimientos, respaldados con un presupuesto de 1.350 millones de euros, destinados a apoyar proyectos concretos de diferentes empresas instaladas en España e incluso otras que no lo estén, pero quieran venir a establecer sus actividades en esta región. Así que esa es la nota de ilusión.

La de pragmatismo viene al constatar que España apenas figura, pese al postureo, en las agendas de las grandes multinacionales del sector. El mejor ejemplo es Intel, que tras su anuncio de invertir 95.000 millones de dólares en nuevas plantas de semiconductores en Europa a lo largo de la próxima década, sólo se ha confirmado la de una en Alemania y la renovación de una actual en Irlanda. Lo peor es que, tras la compra de una empresa local, se han disparado los rumores sobre la construcción de una segunda planta en Italia, todavía no confirmada por la compañía estadounidense.

El caso es que, mientras otros países se mueven, con menos propaganda y pese a una mayor incertidumbre política si cabe, nuestro devenir está en el aire. Norberto Mateos, director general de Intel Iberia, pedía esta semana calma ante la rumorología que ya condena cualquier inversión adicional en nuestro país, pero completaba su respuesta con una declaración poco halagüeña.

"No hay nada confirmado con Italia, y todas las conversaciones están abiertas con todos los países, pero sin materializar. España ha dado pasos importantes para atraer a la industria de los semiconductores, pero hemos de tener en cuenta que es un proceso largo y que, además, el mercado en Europa es el que es y no puede haber fábricas en todos los países". Lean entre líneas.