Sí, querido lector, está ante un nuevo y reiterativo análisis sobre el estado del arte del empleo en tecnología en nuestro país. Y, lo admito, seguimos dando vueltas a las mismas preocupaciones sobre la falta de talento, la rotación de profesionales y su fuga hacia destinos con mejores condiciones y mayor proyección. Aunque, como siempre que se trata un tema por milmillonésima vez, hemos de apuntalar algunas reflexiones adicionales.

A nadie se le escapa, y así lo hemos relatado una y mil veces en este medio, la escasez de talento técnico. Teniendo una de las canteras mejor formadas y con más creatividad, la cantidad de profesionales que sale cada año de las universidades y centros de FP no cubre ni de lejos la incesante demanda de las empresas tecnológicas, gobiernos y, por supuesto, del tejido productivo en su conjunto. Según la patronal DigitalEs, en España tenemos actualmente un déficit de 120.000 trabajadores bien formados y habilitados.

Lo irónico de la cosa, para comenzar, es que no sólo no estemos haciendo todo lo posible por alentar esta clase de profesiones y garantizar el bienestar de los trabajadores ya existentes: parece que las malas prácticas heredadas de la cultura corporativa clásica también persisten en los mundos digitales. Este verano, el sindicato CCOO denunciaba muchas de esas viejas costumbres que son claros lastres para fomentar más vocaciones STEM y, por encima de todo, provocan la fuga masiva de las actuales hacia lugares donde brilla menos el sol, pero se vive mejor. 

Vayamos a los datos: según esta organización, 100.000 profesionales 'tech' han abandonado España desde 2008. ¿Se dan cuenta, haciendo matemáticas fáciles, del encaje perfecto con el déficit que experimentamos en la actualidad? Esto es, si hubiéramos conseguido retener a estas personas de alta cualificación, actualmente tendríamos cubiertas la mayor parte de nuestras necesidades para encarar la digitalización forzada que vivimos.

Pero ¿por qué se ha ido una masa tan sustancial del talento de futuro de nuestro país? CCOO lo tiene claro: por muy experimentados, bien formados y excepcionales que sean, siguen siendo empleados mal pagados y sometidos a la precariedad más convencional. Siempre de acuerdo con sus datos, un profesional TIC cobre en España alrededor de 2.810 euros, frente a los 4.800 en Reino Unido o los 5.800 de media en Alemania. Para más inri, un 11% de los profesionales TIC cuentan con un contrato temporal, una tendencia que se está disparando a una tasa de doble dígito en los últimos tiempos.

Este contexto laboral, unido a otros factores como la presencialidad forzosa en muchos casos (algo que desespera a las nuevas generaciones de trabajadores), provoca esta particular desazón y el sentimiento de que la estrategia, el camino que seguimos es completamente erróneo. El Gobierno cuenta con ambiciosos planes para impulsar la formación en estas lides, pero si no remediamos las condiciones que se encuentren posteriormente en el mercado, poco conseguiremos. Bueno, sí: formar con dinero público a excelentes profesionales que aporten valor y riqueza a economías foráneas.

Con todo ello, no son de extrañar cifras como las recientes de Eurostat respecto al mercado laboral en digitalización. Según el ente europeo, apenas cuatro de cada cien empleos creados en 2021 estaban relacionados con el campo que nos ocupa. Y aunque es el porcentaje más alto de la historia, con un crecimiento mucho mayor al del resto de sectores, lo cierto es que el ascenso es menor que la media comunitaria y también lo es la cifra total en el peso de la economía (de hecho, cerca de la mitad que en Suecia, por ejemplo).