Llevamos tiempo hablando de la importancia de que ESG incluya la T de tecnología, ese elemento transversal que contribuye a la consecución de todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible y que juega un papel fundamental en todo lo relativo a los criterios ESG.

Algunos de los lectores de esta columna recordaréis que unas cuantas veces he comentado la importancia de las métricas, de poder medir las cosas para ver cómo vamos avanzando. Del mismo modo, también he mencionado el papel que tiene el famoso cloud computing como clave para la modernización de la tecnología de las empresas, organismos públicos y usuarios en general.

Dependiendo de con quién estemos hablando y de los sectores sobre los que vaya la conversación, oiremos distintas versiones sobre la conveniencia de usar nubes privadas, híbridas o públicas. Como si el uso de una implicase que el resto dejaran de ser opciones válidas; como si no fuésemos conscientes de que hoy en día todas las organizaciones son multi cloud, sea de manera premeditada o accidental. 

Efectivamente, hoy toca una de esas columnas sobre la que algún lector me dice que he tocado conceptos muy tecnológicos, aunque sea de manera liviana. No os preocupéis, mi intención no es profundizar en ninguna tecnología, sino más bien reflexionar sobre el papel que juega el cloud computing - las famosas nubes -  a la hora de reducir las emisiones. 

En demasiadas ocasiones pensamos que la huella de carbono de una empresa se genera dentro de sus propias instalaciones y operaciones; cuando la realidad es que si una organización quiere reducirla, debe centrarse en el verdadero culpable: su cadena de suministro.

No hay dudas sobre la importancia de los proveedores, igual que no la hay respecto al hecho de que ellos generan la mayoría de las emisiones de cualquier empresa. Las organizaciones que se toman en serio la reducción de su huella miran tanto hacia afuera como hacia adentro, porque si no nos quedamos solo en la superficie y el impacto de nuestras medidas es insuficiente.

No hay mes en el que no veamos a la alta dirección de alguna empresa hacer públicos sus compromisos medioambientales. Al reto de cómo medir la realidad y los avances, debemos añadirle la habitual pregunta del área de tecnología: ¿Qué papel debe desempeñar nuestra transformación digital para lograr estos objetivos?

Oigo en demasiadas ocasiones comentarios del tipo de: nosotros solo somos una pequeña parte de la organización, los que más contaminan son…; la verdad es que debemos asumir que es la organización completa la que tiene que transformarse, excusas como esta no aportan nada. Es por ello que deberíamos dedicar más tiempo a comunicar cómo una agenda de transformación digital sirve como piedra angular de la innovación y el progreso, con inversiones en cloud computing que actúan como base para tecnologías avanzadas que pueden generar un alto valor para los clientes y para la sociedad. 

En el caso de no saber por dónde empezar, la recomendación es enfocarse en descarbonizar las operaciones; y descarbonizar los servicios de TI core de la columna vertebral digital de la organización - incluidos el cómputo, el almacenamiento, la red, las plataformas de datos, etc-.

Lógicamente, las personas que lideran la parte de tecnología, llevan tiempo buscando respuestas a estas preguntas y viendo como la adopción de la nube puede ayudar a alcanzar los objetivos ESG definidos por sus empresas y organismos

Afortunadamente, cada día vemos como los grandes hiperescalares redoblan su apuesta por la sostenibilidad y nos dan datos para defender sus bondades. AWS afirma que ejecutar aplicaciones en su plataforma, en lugar de centros de datos propios en Europa, podría reducir el uso de energía asociado en casi un 80% y las emisiones de carbono en hasta un 96% para muchas empresas y Google nos dice que sus centros de datos son dos veces más eficientes que un centro de datos típico.

Si os preguntáis cómo consiguen estas reducciones y estos ahorros, pues todo empieza por buscar la máxima eficiencia en toda la cadena de valor. Desde el origen de la energía que utilizan, hasta diseños que permitan funcionar a pleno rendimiento con menos refrigeración, por citar un par de ejemplos. 

No me olvido de Microsoft y de sus declaraciones sobre los beneficios del cloud computing. Aunque en este caso en particular quiero destacar su interesante enfoque en lo que ellos llaman Cloud para la Sostenibilidad, una solución que te permite registrar, informar y reducir el impacto ambiental unificando la inteligencia de datos, creando una infraestructura de TI sostenible, al tiempo que reduces el impacto ambiental de las operaciones y creas cadenas de valor sostenibles. 

Nada de esto es casual, según Gartner, en 2025 las emisiones de carbono de los servicios en la nube a hiperescala serán uno de los tres criterios principales en las decisiones de compra de cloud computing. Alguna persona dirá: si los hiperescalares son un puñado, y yo les diré que según Gartner esto es tan cierto como que los diez proveedores de nube más grandes (por ingresos) representaron el 70% de todo el gasto de TI en servicios de infraestructura, plataforma y aplicaciones de nube. Con estas volumetrías, no podemos cuestionar que los hiperescalares son fundamentales para reducir las emisiones de carbono relacionadas con las TI.

Hoy no pretendo responder a la pregunta de cómo las reduce el uso de la nube, pero sí destacar la importancia de la misma a la hora de acelerar la transición dual -verde y digital- y sobre todo hacer pensar sobre estos temas a la hora de definir un plan de acción para empezar a contrarrestar las emisiones de carbono. Para mí no hay duda de que la sostenibilidad y cloud computing maridan muy bien si forman parte de una estrategia para el conjunto de la organización.