Ya no vale con controlar la energía para frenar la inflación

Ya no vale con controlar la energía para frenar la inflación EP

La tribuna

Actuar en la energía ya no vale para frenar la inflación

31 mayo, 2022 03:18

El Consejo Europeo que está teniendo lugar en Bruselas es especialmente relevante no solo por los temas a tratar sino, muy especialmente, porque no se puede demorar más la toma de decisiones en cuanto a los cambios en la relación con Rusia y el replanteamiento de la soberanía productiva en varios frentes.

Pero más allá de la sustitución de la dependencia energética y de algunas materias primas alimentarias de Rusia, el factor clave que mueve a una gran preocupación a los mandatarios europeos es la escalada de la tasa de inflación, la cual ya se sitúa por encima de las previsiones de cierre de año publicadas recientemente por la Comisión Europea.

Así lo muestran los datos publicados en el día de ayer de la tasa de inflación general en mayo (estimación adelantada en términos interanuales) de Alemania (7,9%), España (8,7%) y la previsión para la Eurozona (7,7%), además de que la tasa subyacente estará en torno al 4%, mientras que la de España ha escalado hasta el 4,9%.

En este sentido, el análisis y la propuesta de soluciones de la mayor parte de los Gobiernos yerra en sus mismas bases, al seguir pensando que con el control de los precios energéticos es suficiente para frenar la tasa de inflación sin necesidad de intervención por parte del Banco Central Europeo (BCE), ni tampoco activar otras vías diferentes.

Así, Gobiernos como el español y el portugués han escogido una vía de alto riesgo a medio plazo, pero tremendamente populista a corto plazo, como es la limitación del precio del gas mediante la subvención del combustible equivalente a lo que exceda del tope máximo establecido el precio de mercado.

La mayor parte de los Gobiernos yerran al seguir pensando que con el control de los precios energéticos es suficiente para frenar la tasa de inflación

No sólo la 'excepción ibérica' tendrá que ser aplicada tras ser "sobrevendida" en las últimas semanas, sino que la propia Comisión se encuentra inmersa en una política errática de declaraciones y anuncios de cambios en la política energética: desde el estudio de un tope europeo al gas hasta parar los cierres de las centrales de carbón, pasando por medidas para el racionamiento de energía y la modificación de políticas durante años aparentemente inamovibles como la importación de alimentos genéticamente modificados de países extracomunitarios.

Se necesita un doble ejercicio de responsabilidad y racionalidad, ambas cualidades que están volviéndose muy escasas en la política europea.

Así, propuestas como la 'excepción ibérica' suponen el reconocimiento de un fracaso reformista, al negarse a cambiar el fondo del problema que no es otro que la sobreexposición del consumidor doméstico e industrial español al mercado diario de la electricidad, y el excesivo papel que se le ha dado al gas como energía marginal que estabiliza el mix tras la eliminación del carbón, el plan de cierre de las centrales nucleares o la criminalización constante que se hace del uso de la energía hidráulica.

Si hay algo que está demostrado en repetidas ocasiones a lo largo de la Historia es que el establecimiento de un precio máximo de un producto o servicio, incluso cuando su demanda es inelástica, no funciona a medio y largo plazo. Puede tener algún efecto a corto plazo vía expectativas de los consumidores y empresas, pero si se tarda mucho tiempo en implementarse, el efecto termina disipándose.

Es necesario reconocer que la inflación no sólo es una cuestión de energía y alimentos, sino que se está enquistando especialmente en aquellos mercados de bienes y servicios que tienen un menor grado de competencia y sufriendo un encarecimiento a tasas de dos dígitos en el coste de las importaciones (+11,7% en abril interanual).

Por ello, para detener una espiral inflacionista más profunda, y ante la tentación de cometer errores del pasado como las políticas de rentas, es necesaria una intervención contundente del BCE para julio, subiendo en 50 puntos básicos el tipo de interés oficial frente a los 25 puntos que espera el consenso de mercado.

Del Consejo Europeo, debería salir al menos la presión para que el BCE actúe

Y, lo que es más importante, del Consejo Europeo que se está celebrando debería salir al menos la presión (incluso sotto voce) para que el BCE actúe generando un nuevo whatever it takes pero al contrario de lo que fue aquel pronunciamiento de Mario Draghi en 2012.

Sin embargo, los Gobiernos europeos solo presionan al BCE cuando necesitan tasas de interés más bajas, pero no cuando se necesita un endurecimiento de la política monetaria para controlar la inflación, devolver a la normalidad los mercados financieros y ajustar el crecimiento del agregado monetario más ancho (M3 en el caso de la Eurozona) al crecimiento nominal de la economía, y en episodios de alta inflación, colocarlo por debajo.

A diferencia de lo que ocurrió durante la crisis de deuda de 2010, ahora nos encontramos con un Gobierno europeo tremendamente débil, contradictorio, con una falta evidente de liderazgo y con unas bases políticas e intelectuales poco sólidas. Ésta es una ventaja notable para los gobiernos que pretenden seguir su hoja de ruta sin ser aprehendidos formalmente por las consecuencias que a medio plazo tendrá su conducta.

 *** Javier Santacruz es economista.

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