Somos poco de medir y mucho de opinar sin medida, por eso el 'Informe sobre la financiación pública empresarial', elaborado por tufinanziacion.com y que verá la luz en el mes de junio, debería ser de obligada lectura para los principales gestores de fondos públicos de nuestro país.

Los resultados de la encuesta, una de las más importantes elaboradas hasta la fecha sobre la materia, son demoledores. Más del 65% de los empresarios opina que las ayudas no están bien orientadas a las necesidades de las empresas y, a pesar de que el 95% de los encuestados manifiesta su clara intención de solicitar ayudas (casi dos de cada tres empresas consideran crucial el acceso a las ayudas para salir transformados de la crisis provocada por la covid-19), hay un pesimismo generalizado en todo lo que concierne a la gestión de las ayudas dirigidas a la economía productiva.

En el Siglo de la Digitalización nuestro sistema de ayudas públicas sigue siendo lento, burocrático y tedioso, y, lo que es aún peor, sigue siendo desconocido. A pesar del esfuerzo en materia de comunicación que se ha hecho con los Next Generation, los empresarios no saben dónde informarse, no entienden para qué sirve cada ayuda y les resulta muy difícil encajar sus proyectos en las convocatorias.

El escenario es tan poco eficiente que el porcentaje de empresas que se preparan y redactan las ayudas por sí mismas es casi del 65%, y sólo un 7% lo hace a través de consultores especializados. Si leemos entre líneas ya sabemos quién se lleva el gato al agua. Y es que en un ecosistema tan cerrado o tienes quien te escriba o el fracaso está casi asegurado.

No nos equivoquemos, el sistema, atomizado y kafkiano (sólo en 2021 se publicaron más de 2.500 ayudas dirigidas a empresas por un valor total de la inversión superior a 40.000 millones de euros) está diseñado para que sobrevivan unos pocos. Para las empresas con experiencia, bucear en ese océano rojo es relativamente sencillo, por eso quienes ostentan ese privilegio del saber piden más de dos ayudas al año y obtienen el 80% de lo  que solicitan; pero ¿resulta suficiente en un entorno de máxima expectación y necesidad empresarial? Todo nos hace pensar que no. Si sólo un 8-9% de las empresas accede a los fondos públicos tenemos tres problemas graves.

El primero es que será imposible la absorción de todos los fondos. El imaginario colectivo suele tener en el radar las ayudas de los Next Generation, pero hay muchas más: las ayudas del MFP de la Unión Europea (FEDER, FSE+ y demás) y las partidas nacionales y regionales, principalmente para I+D y para industria, suman un buen pellizco. El segundo lo constituye el hecho de que las empresas más necesitadas, las que podrían darle un empujón a la ejecución global de fondos, se ven de manera indirecta afectadas por el ostracismo del sistema: si unos cuantos expertos las solicitan todas cómo va a llegar el resto. El tercero es que la suma de los dos primeros arroja una conclusión demoledora: la transformación empresarial se erige así en un imposible matemático.

En su estudio, la plataforma tufinanziacion.com, que ha elaborado el informe en colaboración con el EIT Digital y con la cofinanciación de la Comisión Europea, destaca que, si bien hasta la fecha el destino provisional de los fondos ha sido la liquidez y la supervivencia de las mismas, el año 2022 es el de las inversiones productivas.

Los empresarios reclaman fondos para la digitalización y para modernización de sus empresas, para la adquisición de activos materiales, para innovación y para internacionalización, para la incorporación de nuevas tecnologías disruptivas, para la relocalización de sus industrias o para la integración en consorcios y grupos más amplios que les ayuden a generar valor.

Sabemos mucho acerca de cuántas ayudas y cuántos fondos fuimos capaces de gestionar en 2021, pero somos incapaces de informar sobre los efectos colectivos producidos en términos de mejora de productividad, competitividad o empleo. O, dicho de otro modo, somos buenos asignando porque nuestro sistema es endémico y siempre tiene empresas en la cola de espera (las empresas que todo se lo saben), pero hay un enorme vacío en la evaluación de impacto de las políticas públicas de financiación empresarial.

Queda mucho por hacer y, aunque hay brotes verdes -el diseño innovador y global del Kit Digital es un claro ejemplo de cambio de tendencia-, urge modernizar el sistema de decisión, gestión y administración de nuestro sistema de ayudas a empresas.