Cuando un cliente solicita un préstamo, el banco sabe si es aficionado al juego online.

Cuando un cliente solicita un préstamo, el banco sabe si es aficionado al juego online.

La tribuna

Vicios privados, vida pública

12 mayo, 2019 07:00

Cualquier empleado de banca lo ha vivido muchas veces desde los albores de la era digital. Miércoles a las 21:00h: pago desde una cuenta particular de 30 euros a una sociedad ubicada en Malta, 21:25h: otros 20 euros, 21:40h: otros 40 más… Cuando el cliente acude a solicitar un préstamo o a contratar un servicio, la entidad financiera sabe que está ante alguien aficionado al juego y las apuestas online. Lo normal es que el responsable de la oficina ni siquiera eleve la petición al departamento de riesgos. Y eso mismo le sucederá en una aseguradora.

Es una operativa de vigilancia bien conocida, en la que el cambio más sobresaliente de los últimos años tiene que ver con el tenebroso fenómeno de la ludopatía, sobre todo entre la población juvenil. Pero ahora viene un enorme salto cualitativo. Con la monitorización permanente y masiva de nuestras acciones, la intimidad evoluciona hasta ser otra rueda más en los mecanismos del mercado y el espacio político. 

La transformación de lo público y lo privado ha sido uno de los grandes temas del pensamiento universal. Desde Aristóteles a Locke, Rousseau o más recientemente Habermas y Arendt, han reflexionado acerca de ello. Con el estallido de la era digital vimos cómo las fronteras entre ambas esferas se diluían: lo íntimo se ha convertido en un asunto de exposición pública, de la misma forma que la política incorpora cada vez más elementos de la privacidad (género, religión, identidad...) Pero habíamos abordado el proceso en el marco de la comunicación, hablábamos de "redes sociales", convencidos de poder determinar qué parte de la intimidad no exponemos a los demás, no integramos en la lógica de la compraventa. Creíamos que ese margen de libertad nos protegería de acabar siendo un producto.

La tecnología cambia ese paradigma. Tim Cook, CEO de Apple, acaba de definir en Orlando la privacidad como uno de los grandes asuntos del siglo y Bill McDermott, de SAP, ha lanzado la carrera por estructurar los datos de la experiecia de usuario. 

De forma consciente e inconsciente el individuo conectado no sólo comunica ya ideas, sino que realiza acciones económicas (transmite datos relevantes en su relación con empresas) a través de los dispositivos electrónicos en tiempo real. Y cada vez más y en más ámbitos. Según el investigador del MIT José Balsa Barreiro, el comportamiento social y político se podrá predecir a partir del flujo continuo (24/7) de información que generamos, de forma más fidedigna que a través de las encuestas (¿y de las votaciones?). ¡Perdemos la libertad de mentir!

Por primera vez se dota de trascendencia económica y política a acciones que han permanecido históricamente clausuradas al ámbito de la intimidad. La esfera digital logra alcanzarlas e incorporarlas a la dinámica del mercado. Es precisamente esa aparente indefensión, la sensación de quedar a merced de actos de los que podemos llegar a no ser estrictamente responsables (¿sabrá el sistema cuándo son premeditados o no? ¿es eso relevante?), uno de los aspectos más desafiantes de esta nueva era.

EUGENIO MALLOL es director de INNOVADORES

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