La tribuna

Sobrecarga cognitiva

7 marzo, 2018 00:00

La digitalización, a la que los fashion victims de las burbujas semánticas de la comunicación instantánea y las trends del internet social suelen referirse como 'transformación digital', ha impulsado una revolución horizontal 'total' que nos afecta de forma omnipresente. Básicamente es un proceso ocurrido en los últimos treinta años en sucesivas y combiandas olas tecnológicas que se pueden explicar de forma muy sencilla, pero que ha dado y está dando lugar a una enorme y compleja serie de efectos sobre la vida personal de la gente, a gran escala.

Ha sido la combinación de la digitalización (que lleva sumando oleadas acumuladas de disrupción tecnológica los últimos 25 años), con la explosión mundial en el uso de Internet a partir de agosto de 1991, momento en que Tim Berners-Lee, que publicó en abierto su código en html de la WWW en Internet para que todos pudiéramos descargarlo, lo que marcó decisivamente la dirección futura de la comunicación mundial de 'todos-a-todos' a través de la red. A esa dirección se sumó recientemente la aceleración de una nueva ola de digitalización con los potentísimos microchips para los teléfonos inteligentes o smarphones.

Pondré solo algunos ejemplos de detalle: el procesador de Apple A11 Bionic, que montan los iPhone X, es capaz de ejecutar 600.000 millones de operaciones por segundo gracias a sus 4,3 millones de transistores y a su 'motor de redes neurales' artificiales y algoritmos de machine learning. Otro componente de esta ola es el software ligero que los hace funcionales para el usuario en forma de Apps. A ello se suman las múltiples nuevas tecnologías del hardware, como la increíble doble cámara y el software TrueDepth, capaz de proyectar y analizar más de 30.000 puntos invisibles de la cara del usuario para generar su reconocimiento facial Face ID que deja atrás a la huella 'biométrica' del dedo (que ha convertido en 'obsoleto' al Touch ID, como método de autenticación de la identidad del usuario reemplazando su huella dactilar del dedo), o sea, el rostro completo en 3D sustituye la 'huella dactilar' que aún usamos para nuestro DNI. A todo ello, se ha unido a la conexión ubicua de amplia banda y cobertura mundial (que hace posible el 'conectado global en todo momento y desde cualquier lugar'), pronto en 5G. En síntesis, sumado todo lo anterior, se genera una gigantesca combinatoria que se podría resumir como 'corriente dominante' de la 'comunicación instantánea global mediante aplicaciones de la web social con conexión ubicua'.

Por volver a una más sencilla explicación relacionada con la vida cotidiana: en la primera etapa de esta fase de la digitalización desparecieron las barreras físicas, al menos en lo 'intelectual', que distinguían el 'cerca' y el lejos; y el 'dentro' y fuera', que dejaron a todos los efectos de tener importancia; en el segundo, se desplegó una 'noosfera' o capa inmaterial de información, también ubicua, y accesible para todos con la tecnología móvil (la primera de la historia, con más del 100% de penetración en la sociedad). Con lo cual, el modo 'virtual' dejó atrás a 'lo físico' como algo imprescindible para facilitar interacciones y conductas sociales humanas que pasaron, en una escala gigantesca, a hacerse mediante representaciones, avatars y múltiples identidades digitales humanas. Además de que en el ámbito de 'lo digital', cada identidad física puede combinar a diversas identidades digitales generadas desde el intelecto y el dispositivo digital de la misma persona.

Y esto no se detiene. Viene el no poder distinguir entre lo real y lo virtual y/o las múltiples mezclas de ello: la 'realidad aumentada'. Lo cual es posible en esta nueva etapa de la digitalización por la multiplicación del ancho de banda en la conexión ubicua a través de la web. Un detalle al respecto: principio de este siglo XXI, en el año 2000, toda la banda ancha de Internet era usada sólo por 50 millones de personas; hoy es usada por 2.300 millones de personas; y en unos pocos años, con la adopción masiva de los dispositivos móviles de conexión ubicua, habrá más de 5.000 millones de personas conectadas, que además estarán produciendo y/o re-enviando y distribuyendo globalmente (muchas veces compulsivamente), contenidos digitales en una escala ya incluso difícil de imaginar.

Conviene no olvidar que, como señalaba medio en broma hace poco David Lieb, cofundador y CEO de Bump: "este ya no es el Internet de tu abuela". Se han caído por el camino mitos como el de la 'brecha generacional' en la tecnología digital, incluso el de la brecha entre países ricos y pobres (Digital divide), África entera se ha saltado el paso tecnológico de la telefonía fija y su banda ancha, pasando directamente al de la telefonía móvil y red inalámbrica; también estalló en pedazos el mito de los 'nativos digitales' que, como asegura el libro de Susana Lluna y Javier Pedreira (Wicho), nunca han existido en realidad. Y algunos más. Por otra parte, un fenómeno nuevo es que la tecnología punta digital ha dejado de estar acompañándonos en nuestras empresas y sus oficinas, y se ha mudado a la vida personal acompañándola en todo momento y lugar. La nueva vida personal esta ahora más cerca y más llena de vanguardia tecnológica que la empresa o insutución en la que trabajamos, casi sin excepción. Nuestra casa, tiempo de ocio y su ecosistema digital, dispone de mejor tecnología que nuestro ambiente de trabajo en las empresas, algo que los empresarios que debían analizar en serio, mejor antes que tarde.

Pero en este nuevo escenario global digital el uso masivo y social de esta combinatoria de tecnologías digitales de última generación no solo proporciona ventajas y satisfacción instantánea. Es necesario ser críticos sobre los usos personales y sociales de la tecnología, tal como recomienda Stallman. Con casi media humanidad produciendo contenidos digitales,  comunicándolos instantánea y compulsivamente, mientras que los gigantes de internet hacen  negocio con los datos y conductas en la red de los usuarios conectados a los que 'trackean' todo el tiempo, saltándose las normas más elementales de buen uso (fair use) de Internet,  comerciado y usando masivamente técnicas invasivas sin freno para su publicidad e interacción con el usuario, tanto en sus interfaces como en las de los demás.

Algo que está dando lugar una nueva gama de problemas y trastornos para una ingente multitud de personas, víctimas incapaces de gestionar en su día a día cotidiano la enorme cantidad de información penetrante que les persigue sin tregua, también de forma ubicua, no importa donde estén y cuál momento sea. Las empresas de los servicios 'gratuitos' del Internet Social nos 'persiguen' todo el tiempo como un auténtico y mútiple 'Gran Hermano' capaz de influir subrepticiamente en nuestras decisiones de cada día, cosa que consiguen con alta eficacia muchas veces, sin que los usuarios percibamos que estamos actuando con una conducta en gran parte inducida por sus robots de software.

En esa tupida noosfera que nos envuelve, cada vez más, podemos ver a mayor número de personas presas de una gran 'sobrecarga cognitiva' ya que no pueden procesar la ingente cantidad de información que invade y consume casi todo su tiempo disponible, que nos es imposible de alargar. Vivimos la mayoría de usuarios presos o presionados por la procrastinación compulsiva e inducida en mayor o menor grado. Lo curioso es que además de las malas prácticas en internet de los monopolios publicitarios globales de Internet, que nos proporciona los servicios 'gratuitos' del internet social, también contribuyen como inocentes cómplices de todo ello, padeciendo a su vez un grado no menor que nosotros, su propia sobrecarga cognitiva digital, los que se llaman a sí mismos nuestros amigos y/o amigas en las redes sociales.

Hay que seguir haciendo intensa pedagogía sobre los efectos de esta creciente complejidad acelerada a la que nos esta llevando la vanguardia de la digitalización masiva ya que, muy frecuentemente, va acompañada de un general, masivo, inopinado y alarmante analfabetismo digital, incluso en las nuevas generaciones que confunden sus habilidades digitales de nivel cero, con la comprensión de la complejidad de usos de la tecnología digital y los problemas humanos que generan. Saber sobre el buen uso de lo digital y sus consecuencias, no es lo mismo que 'estar' en Instagram, donde puedes estar perfectamente, siendo un total analfabeto digital como lo son millones de sus usuarios/as.

Sobre las nuevas patologías que provocan los usos de  las citadas formas ubicuas de conexión a Internet de forma social compulsiva, y las nuevas "adicciones digitales sin sustancias" y sus consecuencias para la conducta personal, social y para la salud humana en todas las edades, prometo explicarme, aquí en el nuevo Innovadores, otro día.

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