El informático Carver Mead propuso el concepto de computación neuromórfica a finales de 1980. Su interés por los modelos neuronales de computación se remonta al año 1967, cuando conoció al biofísico Max Delbrück.

La computación neuromórfica imita las funciones neuronales de los sistemas nerviosos biológicos. Los chips neuromórficos son microprocesadores cuya arquitectura está configurada para imitar la red de neuronas del cerebro biológico y las conexiones entre ellas llamadas sinapsis.

Los inicios prácticos de la tecnología neuromórfica se remontan a los años 90. En 2013, DARPA realizó importantes avances con el proyecto Synapse. En la actualidad, empresas como Intel, IBM, HPE, Samsung y universidades como Manchester, Purdue, Stanford o MIT están evolucionando el concepto.

El autor James Kobielus explicaba recientemente para InformationWeek que las arquitecturas de chips neuromórficos han comenzado a llegar al mercado de la inteligencia artificial.

Lo que distingue los enfoques neuromórficos es su capacidad de utilizar circuitos de hardware conectados de manera intrincada para ofrecer mejores soluciones a operaciones cognitivas sofisticadas.

Algunos ejemplos de su potencial incluyen: (1) La resolución de restricciones por medio de procesos complejos (2) La búsqueda de la ruta más corta entre nodos. (3) La optimización matemática dinámica.

Para el autor, el fabricante de hardware que más ha avanzado en el desarrollo de arquitecturas neuromórficas es Intel. Hace tres años lanzaron su chip neuromórfico Loihi y en la actualidad poseen un portafolio de soluciones avanzadas.