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Presume Alberto Núñez Feijóo de tener a todo el partido en fila. Y es cierto. Por convencimiento, pero también por conveniencia, todo lo que se respira en el congreso nacional del PP es "unidad".

El presidente del partido se "coló" este viernes, pidiendo "disculpas" a Xavier García Albiol, presidente del cónclave, por improvisar un turno de palabra desde el majestuoso escenario del pabellón 10 de Ifema, en Madrid, donde se celebra el evento.

"Perdóneme el presidente del congreso, pero hablaré como presidente en funciones", dijo, ya que en este fin de semana dice ejercer de candidato.

No es que ya se sepa que va a revalidar, claro, porque no hubo ni siquiera rival que tratara en serio de desafiarlo. Es que tampoco su irrupción en escena fue improvisada. Todo lo de estos días está montado a su mayor gloria. Y ni siquiera aparentando que no, sólo haciendo como que se aparenta.

De hecho, había dos asientos y una mesita preparados detrás del atril, para que Feijóo acompañara a Mariano Rajoy, mientras hablaba José María Aznar, y viceversa. 

Lo que diga "el jefe"

La ponencia política es la que él quería. La ponencia de estatutos, también. Los compromisarios sonríen a su paso. Los líderes regionales se sienten uno más con Feijóo, que no en vano tomó el poder en el PP hace ahora tres años liderando la llamada "rebelión de los barones".

Y aunque de vez en cuando, alguien se atreve a recordarles a todos los eufóricos peperos que siguen en la oposición, la respuesta a ese comentario es que "queda poco".

Y de eso se trata. De que el XXI congreso nacional del PP en Madrid sea una ceremonia anticipada de lo que el 23-J retrasó. Este parque de atracciones, con venta de camisetas macarras en las que cada uno puede imprimirse cosas como "Fachosfera" o "Muchas cosas buenas empiezan por F", se ve triunfantes hasta a los presuntos perdedores.

Y le tiene que poner este cronista el adjetivo presuntos a lo de perdedores porque lo cierto es que consiguen, todo hay que decirlo, que uno se crea que están contentos de asumir el rol que "el jefe" ha decidido para ellos.

¿Que dejas de ser secretaria general justo ahora que tienes la mejor hoja de servicios? Pues eres Cuca Gamarra, la orgullosa integrante del equipo que llevará a Feijóo a la Moncloa.

¿Que te dividen las funciones para hacerle hueco a uno que ya no quería seguir en Estados Unidos? Pues eres el eficiente Juan Bravo, por el que pasan todos los documentos antes de ser aprobados "para que todo lo que proponemos lo podamos cumplir".

Es más, ¿que llevan tres años sin dejarte celebrar tu congreso regional, no vaya a ser que lo ganes, con un discurso que, muchas veces, desafía a Feijóo? Pues eres Alejandro Fernández, el barón catalán encantado de haber pactado una enmienda que no dice lo que querías, pero que todos deciden decir que casi lo dice.

Y que bastante has logrado con eso.

Balsa de aceite

Así, en la noche del viernes, después de un discurso con el punto justo de transgresión y de adecuación pronunciado por Alfonso Serrano, tras asisitir a una intervención "poco apasionante" de Gamarra, como ella misma admitía al dar cuenta de su gestión interna, y al acabar la soflama de José María Aznar, seguida de la advertencia con chascarrillos de Mariano Rajoy, las "fuentes del PP" comunicaron a los periodistas que la balsa seguía siendo de aceite.

"No llega NINGUNA ENMIENDA VIVA AL PLENARIO de mañana", así con mayúsculas. "Por tanto, después de ocho años sin ponencias ideológicas y sin reformas de estatutos hemos conseguido actualizar nuestro ideario y nuestro reglamento interno por consenso absoluto".

Es decir, lo dicho, que todo el partido está en fila. Por convencimiento o por conveniencia.

Porque la realidad es que Pedro Sánchez "es un presidente de un Gobierno en enfermedad terminal", y al PP le va a tocar gobernar, como todos saben. Y "más antes que después", como todos desean.

Pero también se es consciente, aunque no se dice, de que el camino está siendo más largo y tortuoso de lo que se esperaban hace tres años, en el congreso de Sevilla, que encumbró a Feijóo.

Y que aquella "crisis más profunda de la historia del PP" fue real, pero también autoinfligida.

Porque si Pablo Casado -invitado a estos fastos, pero que declinó acudir educadamentee- dimitió en febrero de 2022 fue, en realidad, porque le obligaron.

Y si las encuestas, entonces, decían que Vox los había pasado, era, precisamente, porque la "rebelión de los barones" que había provocado la crisis sólo sería una profecía de regeneración autocumplida si triunfaba.

Lo hizo, es cierto. Las encuestas se dieron la vuelta, vaya que si lo hicieron. Y Feijóo creyó conducir hacia la Moncloa en un Ferrari por una autopista de siete carriles. Aunque al final, en lugar de acelerar, hizo caso a los prudentes y, de tanto ahorrar combustible, llegó a la meta el primero, sí. Pero Sánchez ya estaba allí, cogiendo el atajo de la amnistía.

Todo o nada

Es decir, que lo de este fin de semana en Madrid es el congreso del todo o nada. Del vamos a gobernar y éste es nuestro líder, ya sea una cosa la gallina y la otra el huevo, o al revés.

Y la ceremonia del como de ésta nos volvamos a estampar, que nadie diga que fue porque yo puse algún palo en ninguna rueda.

Por eso, por ejemplo, ni Isabel Díaz Ayuso levantó la voz, hace tres semanas, cuando supo que lo de las primarias directas, de "un militante, un voto" no salía, ni este viernes por la noche los suyos pelearon la última batalla (batallita) que presentaron en la comisión de la ponencia de estatutos, que se reunió tras los discursos.

Fuentes internas, presentes en esa reunión, explican a EL ESPAÑOL que "Madrid pretendía que los compromisarios natos tuvieran que decir a qué candidato apoyan" en el nuevo proceso de elección de líderes. "Pero la han retirado".

Es decir, formalmente, menos éxito aún que la enmienda que llevó viva Cataluña hasta la noche anterior. El díscolo Alejandro quería incluir en la ponencia política que el PP se comprometiera a no acordar nada con los separatistas, y acabó aceptando pulpo como animal de compañía: que en la política de pactos, "la defensa del Estado, la Nación y el orden constitucional sean objetivos irrenunciables".

Ni separatismo en general ni Junts en particular... ni mucho menos Carles Puigdemont en concreto. Sólo lo que defendería cualquier partido nacional y centrado, o sea defensor de la Constitución, la unidad nacional y el Estado de derecho.

"Orgullo de expresidentes"

Y es que eso es el PP de Feijóo, la "casa común del centro", como le llamó el político gallego en su discurso improvisado, colocándose entre Aznar y Rajoy a modo de heredero.

O lo que es lo mismo, pero con más capacidad de enardecer a las masas, un partido que "concentre en sus siglas la confianza de una mayoría ancha, a derecha e izquierda, para conseguir un objetivo que rebasa estas siglas", como dijo Aznar después.

El expresidente se marcó una intervención larga de tiempo, pero que a nadie cansó.

Su ascendencia sobre el peperismo es tal que la de Diego Armando Maradona para un futbolero argentino. Pero es que este viernes, además, cada frase fue una jugada del partido del mundial 86 contra Inglaterra. Aquél en el que nadie pudo elegir si prefirió "el mejor gol de la historia" o el que le coló "con la mano de Dios" a Peter Shilton (PS, Pedro Sánchez), en venganza contra el enemigo histórico.

Aznar desató el entusiasmo acusando al sanchismo de "robar", de "mentir" y de "vender España". Le acusó de una "golfería estructural" basada en una "política prostituida que degrada el servicio público en favor del provecho personal". Y sentenció que Sánchez concibe el Estado "como botín" y "la nación como moneda de cambio".

Tras asegurar que "hay que darle la vuelta a España porque está cabeza abajo", avisó al jefe del Ejecutivo que si se "asocia con presidiarios" y pacta con "delincuentes", no deberá extrañarse de "acabar en la cárcel, porque ése es su ambiente".

Nadie espera que en el discurso de "presentación del candidato", este sábado, Feijóo levante a la gente de su asiento, como sí hizo el expresidente primero (al segundo, a Rajoy, se le aplaudió, pero como al famoso que uno ve pasando por allí). No es ése el carácterdel presidentedel PP, porque él no dirá esas cosas que dijo Aznar, o al menos no las dirá con esas palabras.

Pero es cierto que, como decía antes de irse al hotel un presidente autonómico, "seríamos injustos con Feijóo si decimos que será mejor presidente que candidato. Porque eso mismo lo supimos de Aznar después de que llegara a la Moncloa... antes de ser presidente, él tampoco enardecía a nadie".

O lo que es lo mismo, que "el carisma lo da gobernar, y hacerlo bien".

Por eso había querido Feijóo su foto con los dos exgobernantes que tiene el PP en su currículum de partido de Estado. Porque así pudo presumir de que el PP sí que puede invitar "a sus expresidentes" a los congresos, no como le pasa al PSOE de Sánchez con Felipe González.

Y de que "sus expresidentes sí que se sienten representados por su partido y por su líder".

Antes de abrazarlos, Feijóo agradeció el "honor de contar con los dos" en su congreso del lanzamiento definitivo. Y proclamó que su presencia en el cónclave, "juntos", era "un símbolo de lo que une a España", un ejemplo de quienes saben "ponerse a la orden de quien lo pide", y una muestra "del orgullo que sentimos nosotros, en el PP, de nuestros referentes".

Porque le pasa una cosa al PP, que tiene su lógica por otra parte, dadas las circunstancias políticas en las que combate al sanchismo. Y es que cae en la lógica tentación de hablar mucho de su rival.

El congreso se había inaugurado un par de horas antes, pasadas las 16:00, con un vídeo en el que unas notas tétricas iban presentando a los protagonistas del caso Koldo, el caso hermano, el caso Begoña... y demás mandangas presuntamente corruptas, justo antes de cambiar a una especie de anuncio veraniego de KAS Naranja, con españoles felices y el logo del PP acariciándoles.

"Toma partido por España" es el lema. Y está bien elegido, visto que los populares tratan de pescar, no sólo a derecha, con soflamas carcelarias como las de Aznar, sino también a los desencantados de izquierda, que votaron PSOE pero ya no tragan con ser sanchistas.