Inés Arrimadas no arriesgará la cabeza de Edmundo Bal en las elecciones autonómicas del 4 de mayo. El abogado del Estado, ahora portavoz adjunto en el Congreso, sólo dejará su acta de diputado en caso de que Ciudadanos obtenga representación en la Asamblea de Madrid. Así lo ha contrastado este periódico de fuentes autorizadas.

Bal, que fue fichado por Albert Rivera justo antes de las elecciones generales del 28 de abril de 2019, se ha convertido en uno de los activos más poderosos de la formación liberal. Hasta el punto de ser elegido como última bala del proyecto. La dirección de Ciudadanos es consciente de que desaparecer de la Comunidad de Madrid podría acarrear la progresiva disolución de las siglas.

En un primer momento -narran varios dirigentes naranjas en conversación con este diario-, Arrimadas reeligió a Ignacio Aguado como cabeza de cartel, pero la presión interna provocó un cambio de parecer. El exvicepresidente regional dio un paso atrás consensuado con la dirección y, sólo en ese momento, comenzó la operación Bal.

Tan inesperado fue el ofrecimiento, que el propio abogado del Estado se había descartado como candidato en el Congreso. En público y en privado. A Bal le apasiona el trabajo en la Cámara y es algo así como el cerebro jurídico del grupo parlamentario liberal. Su "lealtad", su "disciplina" y su "conocimiento" han hecho de él una persona de la "máxima confianza" para Arrimadas. Imprescindible.

"No podemos permitirnos tener a Bal en fuera de juego. Lo necesitamos en el Congreso o en la Asamblea, pero debe estar", reseña un miembro del equipo de Arrimadas. Tras la lluvia de bajas y su protagonismo creciente en el Parlamento, se trata de uno de los rostros más emblemáticos de Ciudadanos.

Ese es el clima -relatan varios compañeros- que explica la decisión de no dejar el acta salvo en caso de conseguir representación en la Asamblea madrileña. La norma electoral sitúa en el 5% el mínimo de votos que debe obtener una candidatura para entrar en la Asamblea de Vallecas.

Esta circunstancia suele obligar el siguiente escenario: no es posible sacar uno o dos escaños en Madrid. Una vez se supera la barrera del 5% -como ocurrió con Unidas Podemos en los comicios anteriores-, se consiguen seis o siete parlamentarios. A tenor de la fragmentación que atenaza la política actual, esa cifra podría ser suficiente para tornarse llave de gobierno. De ahí que, en Ciudadanos, se afronte el 4-M como una suerte de "todo o nada".

La "excepción" de Iglesias

La presencia de diputados en las listas autonómicas es ya una larga tradición en la política española. Un modus operandi habitual en PP y PSOE. También en los partidos de más reciente creación. Ignacio Garriga, líder de Vox en Cataluña, concurrió al Parlament siendo diputado nacional. Su última sesión en el Congreso fue incluso ya celebrados los comicios catalanes.

"Nos exigen lo que no se les ha exigido a nadie. No tiene sentido. Ahora quieren ser más papistas que el papa", asegura un diputado de Ciudadanos en relación a algunas presiones recibidas por Bal.

"Además, Edmundo es diputado por Madrid. Se nos olvida la lógica de representación territorial, pero él ya representa los intereses de la Comunidad en el Congreso. Por tanto, la candidatura y el acta serán perfectamente compatibles hasta que tenga que tomar asiento en la Asamblea", apunta un miembro de la Ejecutiva liberal.

El argumento de Ciudadanos -teniendo en cuenta los precedentes acaecidos en el resto de partidos- era difícilmente desmontable hasta que Pablo Iglesias anunció este lunes su renuncia al acta. El todavía vicepresidente del Gobierno ya ha aclarado que no compatibilizará su escaño en el Congreso con la campaña autonómica.

"No nos preocupa. Lo de Iglesias es la excepción que confirma la regla. De verdad, no es un asunto relevante", zanjan las fuentes consultadas.

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