David Jiménez Torres (Madrid, 1986) debió haber sido catalán. Sus padres, María y Federico, fueron dos de los miles de jóvenes de todas partes de España que se fueron a Barcelona a estudiar en los años setenta. Allí se conocieron, permanecieron y proyectaron su futuro hasta que los separatistas les hicieron saber, con violencia, que no eran bien recibidos.

Por esa razón, el profesor y articulista vivió con implicación el punto álgido de la crisis catalana: el referéndum ilegal, la declaración unilateral de independencia, la aplicación del artículo 155 y la detención de algunos líderes separatistas -otros se fugaron-.

Jiménez Torres disecciona ahora el procés en 2017: la crisis que cambió España. Un texto en el que defiende que "lejos de tratarse de una crisis cerrada y restringida a Cataluña, su onda expansiva sigue marcando la política española". Y así lo prueban las elecciones autonómicas del próximo 14 de febrero o los posibles indultos a los políticos condenados por sedición.

El ensayo, admite, no convencerá a un hipotético lector separatista de que el procés fue un error, pero quizá "le ayude a entender mejor qué pensaban muchos de los que estaban al otro lado del Ebro".

-¿Usted entiende qué piensa un nacionalista?

-A Churchill le preguntaron qué pensaban los franceses y respondió: "No lo sé, no los conozco a todos". Yo tampoco puedo generalizar con todos los nacionalistas. Hace tiempo que perdí la fe en la capacidad de convencer a alguien; los dos bloques que se han erigido en torno a la cuestión catalana son bastante impermeables.

-¿Por dónde pasa un entendimiento entre "los dos bloques"?

-No hay entendimiento posible si uno de esos bloques quiere imponerse sobre el otro saltándose las leyes en base a un supuesto mandato popular. No podemos conformarnos con entender al otro, hay que marcar las líneas que nosotros consideramos irrenunciables. 2017 fue una oportunidad perdida para dejar más claras las líneas de lo que es aceptable y lo que no es aceptable en la acción política española.

-¿Ha faltado pedagogía tras la crisis de 2017?

-Claro, no bastaba con juzgar a los dirigentes independentistas que se saltaron la ley; luego había que explicar por qué era correcto haberlo hecho, por qué había razones para aplicar el 155... Y creo que eso es de lo que algunos, no todos, han abjurado en los últimos tres años y medio.

-El nuevo candidato del PSC a la Generalitat, Salvador Illa, dijo recientemente que "todos hemos sido responsables de lo que ha pasado en Cataluña estos años".

-Es evidente que no es así. ¿De qué son culpables la mayoría de catalanes que votaron a partidos no independentistas? ¿De qué son culpables un montón de catalanes cuya opinión sobre cómo se gestionaba su autonomía fue ignorada sistemáticamente durante décadas?

-¿Cuál cree que es la estrategia detrás de su candidatura?

-Yo creo que simplemente responde a una estrategia de marketing: consiste en poner a un candidato muy conocido y que goza de una buena prensa con la que yo no estoy de acuerdo. No creo que la estrategia de pactos que vaya a seguir Illa vaya a ser muy distinta a la que fuera a seguir Iceta. Ambos pueden pactar un tripartito.

-¿Pactará Illa con ERC tras el 14-F?

-No creo que dependa de Illa. Todo viene decidido por Pedro Sánchez, Iván Redondo y Pablo Iglesias. Los Comunes son una parte muy importante de la ecuación. El cambio de persona es un cambio de cartel electoral, la estrategia es la misma.

-¿Cuáles son las opciones constitucionalistas en Cataluña?

-Hay gente que opina que el término "constitucionalista" está desvirtuado. Quizá sea más útil hablar de opciones partidarias del Estado de derecho. Hay uno de los dos grupos que está abonado al "lo volveremos a hacer", en referencia a un asalto a la legalidad muy grave y que debería ser inaceptable en un Estado de derecho. Pensemos en qué opciones están en contra de ese plan de acción, pero también de legitimar ese discurso. 

-¿El PSC está entre quienes legitiman ese discurso?

-Se mueve en una zona de ambigüedad, pero esa ambigüedad sirve de legitimación del nacionalismo. Montilla, por ejemplo, no sólo era nacionalista, sino uno de los principales autores de la deslegitimación del Estado de derecho a través de su respuesta a la sentencia del Estatuto. 

David Jiménez Torres con un ejemplar de su nuevo libro. Javier Carbajal

El PSOE y el nacionalismo

El bloque de resistencia al nacionalismo se resquebrajó con la moción de censura de Pedro Sánchez a Mariano Rajoy. Esta es la tesis que Jiménez Torres sostiene en el libro y sobre la que se explaya con EL ESPAÑOL: "Que Sánchez aceptara los votos de los separatistas en la moción y estuviera dispuesto a cortejar su apoyo para mantenerse en el poder dinamitó el frente que había salvado lo peor de 2017".

"A partir de entonces, y para cuidar a sus nuevos socios, el nuevo Gobierno enarboló el mantra del diálogo como virtud democrática y como herramienta eficaz para resolver el escenario post 2017", abunda.

-¿Es culpable la izquierda de blanquear el nacionalismo? 

-No creo que haya sido tanto culpa de la izquierda como del oficialismo. Hay un cambio radical en el discurso del PSOE cuando llega al poder. Y ese cambio de discurso no viene motivado por un cambio ideológico en la esencia de la izquierda ante el nacionalismo, sino por una estrategia para alcanzar el poder.

-La receta del PSOE: "diálogo" y "plurinacionalidad".

-La plurinacionalidad de la que habla Pedro Sánchez es una cosa bastante vaporosa. Es una cosa simbólica con la que pretende calmar las ambiciones del nacionalismo, pero no lo conseguirá porque para los nacionalistas la etiqueta nunca ha sido el fin en sí mismo. Eso ya lo tienen recogido en la Constitución de 1978. El fin en sí mismo es ser reconocidos como nación para conseguir la autodeterminación. "Porque somos una nación queremos un Estado", dicen.

Jiménez Torres remarca -aunque lo considera "pedestre"- que "en todo nacionalismo subestatal hay una pulsión hacia la independencia o la soberanía nacional" y por eso critica la ingenuidad de quienes se dedican a ignorar esta realidad: "La idea de que con esta calderilla simbólica se van a calmar, paradójicamente es no tomarse en serio a los propios nacionalistas en lo que realmente reclaman".

-¿Vamos encaminados hacia un referéndum de autodeterminación?

-Son inocentes quienes piensan que hay que concedérselo. Veamos el caso de Escocia. Los independentistas escoceses realizan el referéndum, acordado. La Constitución del Reino Unido no los prohíbe, eso sí. Se pierde el referéndum en 2014 y seis años después, hay un movimiento muy fuerte para pedir otro. Y quizá después de ese, otro. Y otro. Y otro. 

"Además, para permitir un referéndum debes llevar a cabo una reforma de la Constitución. Es un proceso largo y nada garantiza que la mayoría parlamentaria que inicia ese proceso sea la misma que lo vaya a terminar. Podría convertirse en una nueva fuente de conflictos", explica.

La 'premisa' autonómica

En el germen de la crisis de 2017, Jiménez Torres ubica la euforia ante el sistema autonómico, por cuanto se confundió con un sistema suficiente para integrar los nacionalismos subestatales: "Nuestra cultural política ha mantenido durante todo este tiempo una postura extraordinariamente simplista ante el fenómeno del nacionalismo catalán y vasco. A saber, que son fenómenos naturales y/o inevitables, que su actitud reivindicativa era natural y que podía satisfacerse sin erosionar el edificio constitucional".

En el libro, el autor habla de la premisa. Esta es, la idea de que la Constitución del 78 había permitido alcanzar el mejor de los sistemas posibles, así como que las autonomías eran herramienta suficiente para integrar los nacionalismos periféricos. La historia se encargó de refutarla.

"La premisa colapsa en 2017. Pese al grado de competencias, el nivel de descentralización y la hegemonía nacionalista, en Cataluña acabó produciéndose una DUI; eso significa que el Estado de las autonomías por sí mismo no es suficiente", explica en su parla con EL ESPAÑOL.

-¿Está obsoleto el Estado de las autonomías?

-Lo que hay que repensar es la creencia que se ha tenido durante décadas de que el Estado de las autonomías por sí mismo era la forma natural e irreversible de encauzar los conflictos con los nacionalismos subestatales. 

-¿Hacia dónde deberíamos repensarlo?

-Hacia una idea un poco más realista que delimite claramente no sólo lo particular, sino también lo común. Hay que cuidar las dos cosas. Ha habido muchos que hemos crecido con la idea de que la descentralización autonómica era buena en sí misma en tanto en cuanto se oponía al centralismo del franquismo. Deberíamos llegar a una idea un poco más madura de cuál es la mejor manera de gestionar lo común. 

En este sentido, el autor defiende "un Estado de las autonomías mejor articulado, más sensato, más coherente y que respete los principios esenciales como la igualdad ante la ley".

El auge de Vox

Otro elemento importante de la España posterior a la crisis de 2017 que Jiménez Torres señala en su libro es Vox. Un partido "nacionalista español" cuya existencia hacía tolerable, en el argumentario de la izquierda, "la alianza de Sánchez e Iglesias con los nacionalistas catalanes".

-¿Se puede explicar el auge de Vox a partir del hartazgo de los españoles ante los excesos del nacionalismo catalán?

-Sí, pero con dos vertientes. No es tanto un hartazgo con los excesos de los nacionalistas como con la ineficacia del Partido Popular, que es el partido tradicional de esos votantes, para suponer un dique efectivo. También en contra de la estrategia que luego siguió Pedro Sánchez. Vox es una consecuencia de la crisis catalana, sí, pero de manera indirecta. Es una respuesta a cómo manejaron el Partido Popular y luego el PSOE las consecuencias de esa crisis.

-Usted critica en el libro que se tache de "fascista" a la formación de Abascal, por cuanto supone una "trivialización del fascismo".

-El fascismo es una cosa muy seria, un fenómeno histórico que produjo un daño inconmensurable. Es importante que utilicemos bien la etiqueta. La Historia es útil si le tenemos respeto y no la utilizamos de manera torticera. Se puede decir de muchas maneras que Vox está equivocado sin tener que recurrir a una etiqueta que no se aplica.

-¿Es Vox un partido nacionalista español?

-Claro, lo cual no quiere decir que exista una simetría entre nacionalismos. Puede haber un partido nacionalista pero respetuoso con la legalidad. Y, por lo que sabemos, Vox lo es. El factor diferencial no es tanto el nacionalismo sino la actitud ante el Estado de derecho. 

David Jiménez Torres, en su parla con EL ESPAÑOL. Javier Carbajal

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