Que la agenda del rey la visa el Gobierno es cosa sabida. Que los discursos del Rey pasan antes por el Gobierno, también. Pero que en apenas 12 horas coincidieran la ministra portavoz, María Jesús Montero, desde Moncloa y Felipe VI en los premios de ABC elogiando a los medios es una casualidad dolorosa sin duda para el Rey después de más de una semana de exclusivas en EL ESPAÑOL sobre los negocios oscuros del padre del Monarca.

"El periodismo no es un oficio más. La libertad de prensa aporta un oxígeno que vivifica las democracias", dijo Don Felipe con la pupila todavía impregnada por los documentos del "pure gift" de 100 millones de dólares del "generoso" saudí que se escondieron en "una estructura" montada en un banco suizo. "El Gobierno agradece la prensa y a la Justicia por demostrar la fortaleza del estado de Derecho en España, no mirando para otro lado una e investigando la otra", sentenció Montero.

Que este jueves Felipe VI presidirá el Homenaje de Estado a las víctimas del Covid y de reconocimiento a la sociedad, ya lo lleva Pedro Sánchez publicitado más de un mes. Y que este martes el Ejecutivo presionó ya públicamente al Rey para que dé algún paso más es una verdad a gritos: "Celebramos todas las medidas pasadas y futuras para garantizar la ejemplaridad de la Jefatura del Estado respecto al desarrollo de sus funciones".

Hasta ahí lo sabido y lo interpretado. Pero que desde hace al menos dos meses el Ejecutivo y la Casa Real estudian cómo salir del atolladero de las revelaciones cada vez más comprometedoras ya es algo que no se cuenta. Al menos de manera clara.

"Parar el golpe"

Pero una alta fuente del gabinete de Sánchez le reconocen a este periódico que "hay que parar el golpe", de tantos documentos comprometedores. "Algo tenemos que hacer" ante un supuesto delito de blanqueo de capitales que se investiga en Suiza y ya está en manos de la Fiscalía del Tribunal Supremo.

Lo cierto es que ninguno de los dos partidos que hoy conforman el Gobierno es de tradición monárquica. La experiencia del PSOE, partido republicano de nacimiento, en estos 40 años largos de democracia le ha enseñado el valor de la estabilidad institucional que representa la Jefatura del Estado.

Más en un momento de crisis como el actual, sanitaria y socioeconómicamente sin precedentes, que se engarza con la anterior, precisamente, por dos elementos: la abdicación de Juan Carlos en mayo de 2014 -cuando llegaba Podemos, cuando Suiza abría su información bancaria, cuando cayó en Botsuana acompañado de Corinna...- y que hoy rige los destinos de España el Ejecutivo más débil parlamentariamente de la democracia, necesitado de apoyos en los extremos anticonstitucionales. 

Juan Carlos y su hijo, el Rey Felipe VI, en enero de 2019.

Impugnatorios

Sin embargo, a la otra pata de la coalición nadie la termina de convencer de que apueste por la calma. Podemos nació en las calles del 15-M, se alimentó de un espíritu renovador contra "la corrupción del bipartidismo" y creció al calor de los nacionalismos más o menos rupturistas que recrecían la ola impugnatoria en la que Pablo Iglesias emergió como líder de masas. 

Todas las crisis españolas, la económica, la política, la territorial y la social confluyen, catalizadas por la formación morada, en la figura del Jefe del Estado, símbolo del régimen que quieren revisar dándole la vuelta como un calcetín.

Mientras cada miércoles las redes se llenan de las campañas republicanas y directamente derrocatorias organizadas por tuiteros controlados por Podemos, el vicepresidente segundo del Gobierno ya atacó directamente al Monarca hace pocos días, al acusarlo de que la legitimidad de su puesto era "tan paternofilial" como para no poderse abstraer de los "escándalos de su padre".

Lo hizo Iglesias tergiversando unas palabras de su jefe y socio, Pedro Sánchez, que había dicho estar "perturbado e inquieto" ante "las informaciones de estos días".

Pero esas declaraciones del presidente del Gobierno fueron un primer aviso a la Casa Real, porque la frase textual fue exactamente ésta: "Hay medios de comunicación que no miran para otro lado. Hay una Justicia que está actuando. Y sobre todo, y esto es algo que yo agradezco, la Casa Real está marcando distancia frente a esas informaciones inquietantes, perturbadoras".

Reacción requerida

¿Cuál es el movimiento más reciente que marcó distancias? En marzo, al inicio de la pandemia, se supo que, un año atrás, Don Felipe había renunciado a su eventual herencia del Rey Emérito. Y en junio, que le había retirado la asignación económica a su padre. Pero las polémicas más duras surgieron después, con los indicios que detectó la Fiscalía Anticorrupción y trasladó a la del Supremo a inicios de junio. Y con las revelaciones de la última semana en este periódico.

Es decir, hay más revelaciones y la Casa Real quizá debería cortar por lo sano. Y es que en ambas ocasiones, Sánchez ha hecho equilibrios para contener el ímpetu de Iglesias al tiempo que mandaba mensajes a la Casa Real. Negándose a impulsar la comisión de investigación que exige el líder de Unidas Podemos se desgasta ante sus bases más jóvenes y, sobre todo -entienden en el Ejecutivo-, alimenta el desprestigio de la institución si ésta no reacciona.

La ministra Montero se revuelve en la mesa de Moncloa ante las preguntas y deja siempre una sin contestar: ¿Debe Juan Carlos salir de Zarzuela? No dice ni sí ni no, pero este martes dio un paso más en busca de que el Rey repudie públicamente a su padre: "Ustedes entienden perfectamente la preferencia del Gobierno, pero corresponde a la Casa Real cualquier decisión al respecto".