El pasado jueves, Pablo Iglesias admitía en una carta a los militantes de Podemos que "sí se puede", pero sólo un poco. El líder morado quiere que sus inscritos apoyen el preacuerdo apara un Gobierno de coalición que selló con un abrazo a Pedro Sánchez en el Comedor de gala del Congreso de los Diputados. Y por eso anticipaba desde muy pronto que la acción de ese gobierno será muy lejana al programa de máximos que presentaba para ganarse su voto el 10-N: "Nos encontraremos muchos límites y contradicciones", alertaba el secretario general de Podemos, y "tendremos que ceder en muchas cosas".

El texto del acuerdo, hecho público inmediatamente antes de su firma, tiene una redacción vaga y ambigua. Pero sus muy pocas concreciones parecían anticipar que el presidente en funciones no sólo tenía que tragarse varios sapos de su relato insomne para pactar con Unidas Podemos, sino que Iglesias le ganaba por la mano en lo programático. 

Sin embargo, el líder del PSOE respondía este sábado con su propia misiva. Sánchez ha publicado en las redes sociales del partido otra carta, dirigida asimismo a su militancia, en la que reivindica el pacto como "imprescindible a la vista del resultado electoral", como el "único camino real para evitar el bloqueo".

Es decir, que lejos de dar una fiesta con fanfarrias a cuenta del éxito repentino de un acuerdo que se resistió durante seis meses y finalmente fue sellado en una tarde, el presidente en funciones lo vende como la sola opción que le quedaba. Tras perder más de millón y medio de votos conjuntamente desde el pasado 28-A, Sánchez e Iglesias se apresuraron a conjurar cualquier atisbo de críticas internas cerrando los reivisionismos y colocando la agenda política en la mirada adelante de un acuerdo que precisa del apoyo de al menos ocho partidos más.

Aquí mando yo

Eso sí, entre líneas del texto de la carta, Sánchez dejaba claro quién manda en Moncloa escondiendo varios mensajes con los que dejaba claras cuáles serán las "cesiones" que tendrá que asumir la militancia de Podemos si quiere sentar a sus líderes cada viernes en la Moncloa.

Todo para que nadie dude del liderazgo socialista, de que no cederá un sólo milímetro en las políticas de Estado -Interior, Justicia, Defensa, Exteriores- y que los morados deberán contentarse con las políticas sociales, porque las cuentas las hará el PSOE. Es decir, que Iglesias tendrá que tragar en "los asuntos económicos y territoriales capitales".

La primera de las cesiones, la ya reseñada: la asunción definitiva de que no son la opción favorita, sino la única salida que ha visto un líder socialista cuya estrategia de repetición electoral fracasó en su objetivo de "hundir a Podemos y acercarse a la mayoría absoluta", como el mismo Iglesias la definía en la noche del 8 de noviembre, en el cierre de campaña.

Calviño, innegociable guardiana

Pero hay más. Unidas Podemos tendrá que olvidarse de sus propuestas más radicales y revolucionarias en materia económica, ya que cualquiera de las medidas para "defender los servicios públicos y la cohesión social" se verá supeditada al "cumplimiento con los compromisos económicos y presupuestarios" con Bruselas, "que derivan de nuestra firme apuesta europea".

Esto significa el mantenimiento reforzado de una de las promesas que hizo Sánchez en el único debate electoral de estas elecciones, el pasado 4 de noviembre. Entonces, anunció que para "reforzar" la respuesta del Ejecutivo "ante la desaceleración" que se avecina, Nadia Calviño ascenderá de categoría desde ministra a la Vicepresidencia económica.

Y eso significa, en la práctica, que la socia más destacada de Podemos dentro del Gobierno, la titular de Hacienda María Jesús Montero, ya no tendrá la última palabra en los Presupuestos de 2020, sino Calviño, la que ha sido bautizada más de una vez como "bestia negra" de los morados. La que para Sánchez es la guardiana de las esencias económicas y su seguro de homologación en Bruselas.

Diversidad "dentro de las leyes"

Sánchez presume en su carta de que el PSOE es la única fuerza con "capacidad para entender y recoger la diversidad de España". Y lo justifica en que los socialistas han  obtenido representación parlamentaria "en las 50 circunscripciones provinciales", un logro "inimaginable para las restantes fuerzas políticas".

Y utiliza este argumento para advertir veladamente a Iglesias de que tendrá que renovar su compromiso de "reconocer el liderazgo del PSOE" en la crisis catalana. El secretario general morado ya lo hizo, renunciando a defender su plan "plurinacional" para España, que reconoce el supuesto "derecho a decidir" de Cataluña y reclama un referéndum para ejercer esa "autodeterminación". A las pocas horas de la cita con las urnas de abril, Iglesias se lo comunicó a Sánchez por mensaje telefónico, tal como informó este periódico. Y por eso nunca aceptó que los socialistas usaran ese argumento para rechazar la coalición.

En esta carta, Sánchez insiste en que él consideraba una "condición indispensable" para firmar este martes que desde Podemos hubiera un compromiso firme de "lealtad y solidaridad gubernamental". Y que lo acordado incluye el fortalecimiento de la "cohesión territorial desde el diálogo", guiño a los independentistas, "y las leyes", advertencia a Iglesias que, escondía en el programa de los Comunes, sus socios catalanes, la exigencia, incluso, de "una Constitución catalana".

Y es que durante el debate televisado, el presidente no sólo habló de Calviño, sino que prometió "parar la manipulación en TV3", recuperar "el delito de referéndum ilegal" y  llegó a señalar a Jaume Asens como principal escollo para el entendimiento con Podemos. No en vano, el cabeza de lista de En Comú Podem por Barcelona es un soberanista militante y, de hecho, fue el abogado que ayudó a huir a Carles Puigdemont de la Justicia y que facilitó las reuniones de Iglesias en la cárcel con Oriol Junqueras.