"¡Mira que eres cabezón!". La frase, espetada esta semana por María Jesús Montero a Pablo Iglesias, en una comentada bronca en los pasillos del Congreso, pone de manifiesto una realidad cada vez más evidente: los choques internos entre PSOE y Podemos en el seno del Gobierno de coalición. Ajustando más el foco, el vicepresidente segundo parece tener particulares problemas con unas cuantas mujeres del Ejecutivo.

Ministras como Montero, las vicepresidentas Carmen Calvo, Nadia Calviño y Teresa Ribera o las titulares de Exteriores y Defensa, Arancha González Laya y Margarita Robles, chocan con el líder de la formación morada cada vez de manera más indisimulada.

Casi todas ellas comparten cualidades: en primer lugar su peso específico en el Ejecutivo, pues no ostentan precisamente carteras de escasa relevancia; también su condición de ministras independientes -sin afiliación política- que comparten Calviño, Ribera, González Laya y Robles y, por último, trayectorias políticas y profesionales largas y acreditadas.

María Jesús Montero y Pablo Iglesias discuten en los pasillos del Congreso. EP

Calvo llegó a la vicepresidencia primera tras haber pertenecido al Gobierno de Zapatero y a los de la Junta de Andalucía, y es doctora en Derecho Constitucional; Montero, médico de profesión, también tiene experiencia de gobierno en la Junta; Calviño pertenece a uno de los cuerpos de élite de la Administración pública, el de los Técnicos Comerciales y Economistas del Estado y fue directora general de Presupuestos de la Comisión Europea; Ribera también es una funcionaria de élite, en concreto del Cuerpo Superior de Administradores Civiles; González Laya es otra tecnócrata de prestigio, que llegó a ser subsecretaria general de la ONU y Robles, también con experiencia en gobiernos anteriores, fue la primera mujer que en España presidió una Audiencia Provincial (la de Barcelona) y la tercera que llegó a magistrada del Tribunal Supremo.  

Perfiles que impresionan, como el propio Iglesias admitió tras formase el gobierno a principios de año y después de todas las chanzas ocasionadas por el elevado número de vicepresidencias. "Será un honor y un privilegio compartir rango con tres mujeres brillantes de las que tengo mucho que aprender" afirmó en un tuit publicado el pasado diez de enero, en referencia a Calvo, Calviño y Ribera. 

El pasado miércoles, cuando se produjo el encontronazo con Montero, y en el mismo Congreso de los Diputados, se evidenciaban otros de los frentes abiertos por Iglesias. La vicepresidenta cuarta y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, convocaba a la prensa para rebatir los argumentos que sobre los cortes de suministros a hogares vulnerables venía haciendo Podemos desde el Consejo de Ministros del martes. Ribera rebajaba la alarma podemita y aseguraba que actualmente existen mecanismos para evitar cortes de suministros indeseados, recordando que incluso con una "declaración responsable" se pueden llevar a cabo sin mayor trámite burocrático.

Podemos volvía a la carga al día siguiente con una táctica de presión al PSOE cada vez más habitual: unirse a otras fuerzas, singularmente ERC y Bildu, para impulsar una de sus reivindicaciones. Así, firmaban un manifiesto redactado por diversos colectivos sociales en el que se señalaba directamente a Ribera y se le exigía un decreto que obligue a las compañías energéticas a tener que avisar a los servicios sociales, e incluso a abonar el 100% de las facturas impagadas.

Una vieja animadversión

La animadversión con la responsable del ministerio más verde del Ejecutivo no es nueva. Ya en 2019, en el momento de mayor enconamiento de las relaciones entre Iglesias y Sánchez, con la investidura fallida que forzó la repetición electoral, Podemos ambicionaba ese ministerio, ante lo que recibió una negativa tajante del líder del PSOE por la que protestó airadamente Iglesias.

También el miércoles, y en este caso durante la propia sesión plenaria, en el momento de las preguntas al Gobierno, Iglesias tuvo un gesto muy comentado: levantarse e irse del Hemiciclo cuando González Laya contestaba a la oposición, que le había preguntado por la situación en Venezuela. En esa materia no es ningún secreto la controvertida posición del vicepresidente, como tampoco en otras que afectan a Asuntos Exteriores y en las que Iglesias ha entrado como elefante en cacharrería.

Sánchez y sus cuatro vicepresidentes, en el último Consejo de Ministros. EFE

A mediados de noviembre, reivindicaba en un tuit un referéndum para el Sáhara Occidental, en línea con las resoluciones de la ONU, justo después de romperse el alto el fuego entre Marruecos y el Frente Polisario. No era su competencia y comprometía la posición del Gobierno en las siempre delicadas relaciones con el vecino del sur.

Posteriormente, el aluvión de inmigrantes sobre nuestras costas han reactivado los peores recelos sobre el reunio alauí y la Reunión de Alto Nivel (RAN) con el Gobierno marroquí ha tenido que ser aplazada. Como adelantó EL ESPAÑOL, Iglesias logró convencer a Sánchez de estar en la comitiva, anunque luego se rectificó ese paso dado lo comprometido de su postura en materia internacional.

Calviño y Robles 

Nadia Calviño y Margarita Robles son, sin duda, las dos grandes bestias negras de Podemos. El desafecto, en este caso, es mutuo y apenas indisimulado. Al equipo de Calviño le preocupa que España caiga en una "argentinización" por la agenda económica de los morados, como contó también este periódico, dado que muchas de sus propuestas, argumentan desde Economía, pueden llevar a una peligrosa "cultura del impago".

La vicepresidenta tercera es considerada por el socio de coalición como la voz de los lobbies económicos y, como tal, el freno a iniciativas "sociales" como el plan antideshaucios, la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) o la ya comentada prohibición de los cortes de suministros. 

Calviño, Ribera y Montero, en los pasillos del Congreso. EFE

En el caso de Robles, no es solo que como ministra de Defensa represente al Ejército, en el que Podemos ve peligrosos sectores involucionistas, sino el propio perfil político de la que fuera Secretaria de Estado de Interior en los años noventa. Robles ha salido a la palestra en público varias a veces a recordarle a Iglesias que el presidente es Sánchez e incluso a pedirle que no "alardee" del pacto presupuestario con Bildu por "respeto" hacia las víctimas del terrorismo.

Unas críticas al vicepresidente que llegaron a encontrar airada respuesta pública en una de sus manos derechas, la secretaria de Estado de la Agenda 2030, Ione Belarra, quien le acusó de ser "la ministra favorita de los poderes que quieren que gobiernen PP y Vox". 

Con Calvo los desencuentros vienen también de largo, y posiblemente tienen un inconfesable origen: la frustrada pretensión de Iglesias de ser él el vicepresidente primero, algo a lo que no accedió Sánchez.

El pasado verano, y cuando más guiños hacía el Gobierno a Ciudadanos para incorporarlo al acuerdo de Presupuestos, Irene Montero llegó a decir que Calvo no hablaba ni actuaba en nombre del Ejecutivo antes de que recibiera en La Moncloa, con otros altos cargos como el secretario general de la Presidencia, Félix Bolaños, a una delegación del partido naranja. La ministra de Igualdad dijo entonces que "quien mira a la derecha no es el Gobierno, sino una parte de él".  

Iglesias llegó cubriendo de elogios a sus compañeras de bancada -"tengo mucho que aprender"- pero a medida que transcurre la legislatura su enconamiento es cada vez mayor con esa parte del gabinete. La que representan un puñado de mujeres que no le deben nada al vicepresidente segundo y que no dudan en confrontar con él. 

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