Santiago Abascal volvía a un gran debate parlamentario este miércoles después del fracaso de su moción de censura del pasado mes de octubre. El líder de Vox lo hacía con un discurso estrictamente ceñido a lo que fijaba el orden del día, la comparecencia de Pedro Sánchez para informar del último Consejo Europeo. En ese contexto, señalaba el combate a la inmigración irregular, en términos más duros que nunca, como principal reproche al presidente del Gobierno.

Abascal agitaba el miedo al inmigrante entre la población desde la tribuna del Congreso, justo en plena precampaña de las autonómicas en Cataluña, una comunidad donde Vox aspira a superar al PP en las elecciones previstas para febrero. Y uno de los lugares de España con mayor presencia migratoria, singularmente de origen islámico.

No en vano Abascal hablaba de mezquitas donde, como siempre ha sostenido, se propala "odio" y por ello deberían ser cerradas. En los últimos años las fuerzas de seguridad han identificado en España un centenar de mezquitas salafistas, donde rige la interpretación más integrista de la religión musulmana, la mitad de ellas en Cataluña. Muchas de ellas ubicadas en el cinturón industrial de Barcelona, uno de los núcleos más poblados de toda la región y por tanto más decisivos electoralmente.

"Un problema real"

Con ese mapa migratorio en mente, Abascal lanzaba en el pleno parlamentario un nítido y severo diagnóstico: el islamismo "es ya un problema real" en España; el "multiculturalismo" es la causa de la "delincuencia" y de la "islamización de barrios completos de ciudades europeas" y, además, no son ciertos los beneficios económicos que otros actores políticos atribuyen a los flujos migratorios.

"No necesitamos miles de inmigrantes ilegales al año para pagar las pensiones" concluía en su réplica a Sánchez. Además, y en referencia a la reciente crisis de traslados desde Canarias, el líder derechista afirmaba que los españoles ven a "ilegales alojados en hoteles de lujo" mientras que ellos están "en la calle o en el paro" y a otros "infectados" por Covid que "recorren libremente nuestro territorio en aviones que les pone el Gobierno" mientras, decía, "los españoles sufren un estado de alarma permanente".

Abascal, en un acto la semana pasada en Barcelona. EFE

Abascal comenzaba su intervención defendiendo expresamente la actuación en la última cumbre europea tanto del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, como del gobierno de Polonia, del partido Ley y Justicia. A su juicio fueron los ganadores del encuentro de los 27, pese a que finalmente se logró sortear su veto al reparto de fondos comunitarios por la pandemia.

El presidente de Vox aseguraba que la intervención de los gobiernos de Hungría y Polonia logró que no haya "condiciones ideológicas para acceder a los fondos de recuperación europeos". La de esos dos países, decía, es la defensa de las soberanías nacionales como "alma y nervio de Europea". Exactamente, enfatizaba, lo que es España, "alma y nervio de Europa" repetía.

No se olvidaba, al hacerlo, de lanzar un dardo velado a Pablo Casado, con el que las relaciones se han deteriorado notablemente tras el agrio debate entre ambos durante la moción de censura. Abascal decía defender a Orbán como no lo harían, subrayaba, sus “socios en este Congreso”. Formalente, el mandatario húngaro y su partido, Fidesz, pertenecen al Grupo Popular Europeo, aunque cada vez más distanciado del mismo y de alguno de sus líderes, como la canciller alemana, Angela Merkel.

Abascal lanza así el pistoletazo de salida para una campaña en Cataluña en la que Vox tendrá como candidato al actual diputado por Barcelona, Ignacio Garriga. Compertirán con Ciudadanos y con el PP, cuyo candidato, Alejandro Fernández, se ha estrenado con un cartel de tintes navideños que apela a la concordia entre catalanes, después de la división provocada por el proceso independentista de hace tres años.

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